Gladys Marín, “La vida es hoy, y hay que vivirla plenamente todos los días”
Entrevista a Gladys Marín por Luis Suárez
Mayo de 2004
GLADYS MARÍN (Curepto, Chile, 1941-Santiago de Chile, 2005).
Secretaria general y presidenta del Partido Comunista de Chile. Vivió durante diecisiete años clandestina en Chile, en la resistencia contra la dictadura de Pinochet. Una de las voces políticas de mayor prestigio en su país, en la etapa post-pinochetista.
LUIS J. SUÁREZ MARTÍN (La Habana, Cuba, 1957).
Filósofo. Doctor en Ciencias Filosóficas y Profesor Auxiliar de la Universidad de La Habana. Ha publicado ensayos en revistas y libros colectivos cubanos y extranjeros. Invitado por el Partido Comunista de Chile, recorrió ese país en 2003 y en 2004 impartiendo un ciclo de conferencias en organizaciones comunistas de base.
Luis J. Suárez Martín: Querida compañera Gladys Marín, presidenta del Partido Comunista de Chile. Usted nos inspira a los cubanos una sensación de grandeza, y un sentimiento de admiración, de mucho cariño; por eso, permítame dirigirme a usted simplemente como Gladys.
Gladys Marín: Así.
L.S.M.: Gladys, hoy es 5 de mayo, es decir, estamos conmemorando un aniversario más del nacimiento de Carlos Marx, el gran líder del proletariado mundial, creador de las ideas del comunismo. Yo quisiera comenzar esta conversación preguntándole cómo fue el proceso de su asimilación de las ideas del comunismo. ¿Qué la condujo a abrazar el ideal comunista?
G.M.: Gracias. Bueno, mi acercamiento a las ideas revolucionarias, a las ideas del marxismo se inician a una edad muy temprana, y fue, es una reacción, sobre todo, ante las tantas injusticias que uno veía; tantas diferencias sociales, que uno las ha vivido en carne propia, pero las ha vivido en todos los estratos de la sociedad chilena; y yo, en ese tiempo, me preguntaba, ¿pero por qué las cosas tienen que ser así, por qué no pueden cambiar si las queremos cambiar? Entonces yo tenía, como la inmensa mayoría de los jóvenes, un estado de rebeldía latente, permanente, y así fue como me acerqué a la idea revolucionaria, a la idea del marxismo, a la idea del comunismo; y se fue haciendo mi formación política, que es una conjunción tanto de la idea, como de la práctica política, que a mí me parece fundamental en la formación política, social, y humana de un combatiente que quiere ser revolucionario. Así me acerqué yo a la juventud comunista en Chile, al partido comunista, al movimiento obrero; ahí yo desperté, porque sentía un respeto tan grande por los trabajadores, respeto de saber que el mundo se ponía en marcha todos los días por los trabajadores. Las máquinas empezaban a funcionar, el pan se hacía en las panaderías donde está el trabajo humano, los trabajadores.
Entonces así llegué yo a estas ideas de revolucionaria, que después se van dando naturalmente otra conformación, otra dimensión, también con un gran sentido internacionalista. Hay tantas cosas que una rescata así de repente; la influencia que tuvo en mi formación el Che Guevara como elemento ético; que también son vitales los elementos éticos, los elementos del ejemplo.
Bueno así ha sido mi formación política, y también mi experiencia política, y el encuentro con las ideas revolucionarias.
L.S.M.: Antes de ingresar a las juventudes comunistas ¿estuvo en alguna otra organización social?
G.M.: Sí, yo estuve en la juventud obrero católica. Ahí fue donde primero encontré un hueco para mis inquietudes, y me ayudó mucho; fíjate, me ayudó mucho. Y los sectores católicos de Chile han sido muy deferentes conmigo, me han venido a saludar aquí mismo, a traer saludos de comunidades de base cristianas, y eso ayuda mucho. Bueno, yo participé en la juventud obrero católica, como te digo, por inquietudes, porque tenía demasiadas inquietudes. Pero yo me planteo las cosas en forma siempre directa.
A mí me sorprendió ver a los jóvenes hablando de sus inquietudes, hablando de los problemas que tenían para estudiar ellos, y todos buscando una explicación. Entonces, la explicación la encontramos por ahí, nosotros mismos, junto a los trabajadores, que había que cambiar las cosas, simplemente, y entró también entonces la idea de la lucha, de la lucha. Decidirse, organizarse, y de ahí, por ahí vienen las cosas.
L.S.M.: Gladys, cuénteme un poco acerca de cómo usted se incorporó a la lucha política, como entró en la actividad política, a través de qué vía, qué circunstancias.
G.M.: De pura rebelde que era, oye, es que ingresé a las juventudes comunistas, milité durante muchísimos años en las juventudes comunistas; ahí me fui, como se dice formando, ocupé distintos cargos, lo que es muy bueno, no solo estar en una célula. Además, siempre militábamos con grupos de trabajadores, no éramos los estudiantes aparte, y eso a mí me ayudó mucho, mucho, mucho, conocer a la gente. Yo le tenía tremendo respeto a los trabajadores, a los que militaban, porque eran obreros y ellos nos daban las clases a nosotros. Esa para mí fue una enseñanza muy fuerte, muy fuerte.
Te insisto que para mí las cosas tienen un gran impacto desde el punto de vista de la moral, soy de formación moral. Un trabajador que no tenía nada, y sin embargo estaba ahí luchando, sacrificándose.
Eso ya tenía un mensaje ético para mí, y bueno, ingresé en la juventud comunista y ahí ya me anclé para siempre. Quemé todas mis naves para quedarme en el comunismo, y desde ahí hacer una política amplia de alianzas con distintos sectores sociales, con una vida cultural también muy rica.
L.S.M.: De esa experiencia política, el haber asumido las ideas revolucionarias a lo largo de la lucha de enfrentamiento a la dictadura fascista de Pinochet, lógicamente debió de traerle como consecuencia muchas contravenciones, muchas dificultades, golpes recibidos; pérdida de valiosos compañeros. Es decir, me imagino que esto requirió de usted una gran fuerza de voluntad y una capacidad tremenda para reponerse a las dificultades a lo largo del camino de esa batalla por las ideas revolucionarias, por estar al lado de los trabajadores.
Me gustaría preguntarle, Gladys, de dónde sacó fuerzas, usted, una importante líder del movimiento revolucionario, no solo chileno, latinoamericano. ¿Dónde está ese motor, esa motivación; de dónde extrae las fuerzas para seguir adelante, para levantarse ante esos golpes circunstanciales que pudo haber tenido en algún momento, pérdida de seres queridos, de compañeros a lo largo de la lucha?
G.M.: Mira, hay tantas cosas, y sentir que una también puede contribuir a cambiar las cosas, modestamente, pero puede contribuir, y el que cambien las cosas significa que termine tanta injusticia. A mí, mira, me conmueve, me aprieta el alma, el corazón, ver a tantos niños pidiendo en las calles. En Chile, en mi país, actualmente con el neoliberalismo y la modernidad, la gente sale a dormir a las calles, a pedir a las calles; no tienen trabajo, no tienen trabajo estable. Entonces, uno ve tanta desigualdad. Yo la vi, la viví en mi infancia, la viví después.
Felizmente, para mí la lucha revolucionaria también ha significado la alegría. Yo nunca he unido la lucha a la tristeza. Uno quiere cambiar la tristeza que sienten otros seres humanos, pero lo hace con alegría, con tremenda confianza en que las cosas tienen que cambiar, como diciendo, hay un mundo que cambiar, hay un mundo que cambiar.
Y bueno, todo es así, pues siempre hay un choque permanente entre lo que u no quiere hacer y las cosas que no se pueden hacer; y las cosas que obligatoriamente tienes que trabajar para cambiarlas, y yo creo que va mucho en la voluntad de los seres humanos. Yo creo que es muy importante. Las cosas no se hacen solamente por voluntarismo; pero con la voluntad del ser humano las cosas se van a cambiar, y yo creo que cada vez es la mayoría, no solo en nuestros países de América, sino en el mundo entero que ya ve que las cosas no pueden seguir así. Porque, ¿a dónde vamos? A una guerra mundial, ¿a qué?, a una guerra nuclear. ¿A dónde va el ser humano? Hay que detener esto; detenerlo pero con todas las fuerzas del mundo, y para eso hay que incorporar a todos los seres humanos que estén dispuestos a que haya un mundo distinto. Entonces yo creo que hay que partir con la confianza en la gente, en los seres humanos, en su capacidad, en su valor. Yo creo que por ahí podemos partir.
L.S.M.: El hecho de dirigir, de estar a la cabeza del Partido Comunista de Chile durante un largo período de tiempo, ha presupuesto enfrentamientos con los sectores políticos reaccionarios en Chile; y, probablemente, contradicciones con otros movimientos de izquierda revolucionaria. Lo sabemos nosotros los cubanos y yo, por experiencia, tuve la oportunidad también de constatar esta interesante, difícil, compleja y necesaria tarea del Partido Comunista de Chile, en las circunstancias específicas de ese país, y todo el conjunto de contradicciones que esa tarea genera. Pero en medio de ese contexto, de esa realidad de contradicciones políticas y de enfrentamientos que supone, usted, Gladys, es una persona muy admirada, muy querida, muy respetada en Chile por todos los sectores políticos de la sociedad chilena. Yo he vivido esa experiencia, y lo constatamos recientemente cuando usted retornó a Chile tras el proceso inicial de su tratamiento. Yo le quería preguntar, Gladys, ¿cómo usted explica eso?
¿Cómo usted se explica ser esa persona que a pesar de haber tenido esos enfrentamientos cruentos en su país, sea, sin embargo, una persona muy respetada y admirada por diferentes sectores políticos de la sociedad chilena, no solo por los comunistas y las fuerzas de la izquierda revolucionaria?
G.M.: Yo creo que es por lo último que tú dices, porque en los seres humanos se impone un grado de honestidad y, en el caso mío, con la responsabilidad que me ha tocado tener y realizar me tienen que respetar, porque saben que nunca me he quedado callada, no le he tenido miedo a la cárcel, a nada, ni a la clandestinidad de quince, dieciséis, diecisiete años, no me acuerdo cuántos años que una vivió clandestina, con otras identidades, sin ver jamás a la familia, sin ver a los hijos, y todos esos sacrificios que tenían un norte, un motivo, y era el pueblo. El pueblo sabe que…, el pueblo nos respeta a nosotros los comunistas, porque nosotros respetamos al pueblo, entonces es un reconocimiento, diría que mutuo. Yo sé que en Chile hoy, hay un gran reconocimiento hacia nosotros, no quisiera decirlo así, pero hacia mí en particular, la comunista que ayer era menospreciada, hoy día me tienen que considerar; eso es bueno, en el ser humano, en el fondo, hay un valor, gente de los demás partidos políticos en Chile, de la derecha –se queda fuera Pinochet, desde luego–, de todos los sectores políticos han expresado su reconocimiento.
Ojalá y eso se tradujera en otras cosas y el partido comunista tenga el derecho de tener sus representantes en el Parlamento, y en todas partes, y llevar su propia voz, con independencia, con todo lo que corresponde a un partido que se ha crecido, el partido comunista es parte de la Historia del país, parte del movimiento obrero, como nace el movimiento obrero, de las ideas de la cultura, porque el partido comunista en Chile ha sido un partido de la cultura, no solo porque hay gente tan notable como Pablo Neruda, Violeta Parra y tanta gente así. No, no solo por eso, sino porque ha contribuido a hacer cultura, a crear escuelas en los sindicatos, y a la promoción de la mujer. El papel que la mujer tiene es de avanzada en muchas partes, y eso se ha visto. Las mujeres, los campesinos, cuánta alegría, digo yo, haber vivido la época del gobierno de Allende, no solo trabajar –pero con el alma–, para que Allende triunfara, nosotros fuimos muy leales con Allende, muy leales con Allende, para que Allende triunfara y después, para defender al Gobierno Popular, nosotros no teníamos ninguna otra opción, porque nosotros también cometíamos errores. Nosotros dijimos que íbamos a defender al Gobierno Popular con lo que fuera, pero no nos preparamos y es un gran tremendo error de un partido revolucionario, que nosotros tenemos, que lo hemos reconocido, tengo que decirlo en otras partes para que no se vuelva a cometer, pero yo creo que tenemos mucho, mucho por hacer por delante. Hay que fijar la mirada hacia delante, lo mucho que nos toca por hacer junto a otros pueblos de América Latina, junto a todos los movimientos que están surgiendo, porque otro mundo es posible, como se dice.
L.S.M.: Gladys, usted se refirió a una cuestión que es muy importante desde la perspectiva del dirigente político y su vinculación a las masas trabajadoras. Es una cuestión que se ha debatido en Chile, en el seno del Partido Comunista, la cuestión de la estrecha relación entre el dirigente y los trabajadores. Ya una vez la escuché expresar la idea de que había que juntar cuerpo, corazón y mente.
Eso me pareció muy valioso. Quisiera que usted se refiriera a eso, porque hoy día sigue siendo una cuestión de debate, de reflexión, el asunto de la construcción de un nuevo sujeto histórico de este proceso de emancipación. ¿Cómo usted analiza, como puede reflexionar, en torno al papel del dirigente político, cómo puede ser su actividad en esa misión tan importante que tiene en el movimiento revolucionario?
G.M.: Mira, a mí me parece que un dirigente político social, porque ahora hay que hablar de las dos cosas y no separar esos aspectos… En un dirigente, la actuación tiene que estar siempre muy ligada a la gente, no hay otro camino, si no nos vamos a equivocar cien mil veces, si el dirigente se aleja, o los partidos nos alejamos de la gente, vamos a cometer errores siempre, porque no podríamos saber todas las cosas nosotros, la gente nos está enseñando todos los días, es un aprendizaje de todos los días. Podemos tener una idea, esa idea mañana va a ser otra idea. Yo creo que el papel del dirigente es muy importante, tiene que ser conductor, muy sensible, estar atento a lo que la gente piensa, lo que la gente desea, al tema de la subjetividad, eso es vital. Pero yo creo que, en general, los partidos y los dirigentes hemos hecho un aprendizaje en este sentido, y ojalá que se mantenga.
Los partidos estamos muy expuestos a cometer errores muy fuertes en la historia, muy fuertes… y uno ve que avanza, y lo digo en relación al partido comunista, después de haber pasado por un período muy difícil, pero como que tendemos a cometer los mismos errores, a encerrarnos en nosotros, la tendencia a la burocracia, a hacer las cosas sin cariño, sin entusiasmo, porque el entusiasmo es el que permite arrastrar a mucha, mucha gente o invitar a mucha gente a que se incorpore a la vida social, a la vida política, a la vida cultural.
L.S.M.: ¿Usted cree que los efectos nocivos de los sufrimientos que para muchos compañeros significó la etapa de la dictadura militar de Pinochet, hayan tenido algún impacto en la conducta de los militantes del partido comunista? Se trataría de algo que hay que superar, hay que imponerse sobre esa cuestión sicológica, en la necesidad de enfrentar a la oligarquía nacional, de enfrentar la batalla y al mismo tiempo la memoria, el reflejo difícil de los recuerdos, las huellas dejadas por las torturas, por esa violencia que tan desaforadamente se desató contra los chilenos. Le hago esta pregunta porque fue algo que yo conversé mucho allá con los compañeros, y ellos me decían que luchaban todavía para sobreponerse. Quisiera escuchar su opinión sobre esta situación.
G.M.: Yo creo que hay algo de eso, y quizás más que algo, porque la dictadura en Chile fue tan larga y tan brutal que dejó marcas que no se borran así no más. Pero creo también, por otra parte, que esa experiencia hizo a la gente también más generosa, más abierta, más abierta a caminar con otra gente.
Nosotros seremos siempre intransigentes, todos tenemos experiencias personales, pero, imagínate, yo te hablo pensando en la situación de mi esposo, de mi compañero, un detenido desaparecido, miembro de la dirección del partido comunista, torturado, y bueno, la historia es larga, la sé por la gente que estuvo con él encarcelada y por todas las cosas que pasaron, pero Chile…, nosotros, vamos a salir adelante igual, ya Pinochet tiene que pasar a ser una historia del pasado, una enseñanza, para que nunca más se cometa eso, porque estamos expuestos constantemente a que los derechos humanos se violen, en Chile o en cualquier parte de la Tierra, hay que estar atento a eso y crear un gran movimiento mundial por los derechos humanos, así como es urgente crear un movimiento por la paz.
L.S.M.: Bueno, ahora le voy a hacer una pregunta un poco más focalizada en el 11 de septiembre, esa nefasta fecha del golpe militar. ¿Dónde se encontraba ese día, cómo lo percibió? Cuénteme un poco de esas circunstancias.
G.M.: El 11 de septiembre, fecha negra, fatídica, y no solo para el pueblo de Chile, sino en general. Fue un golpe tan grande para todo lo que estábamos construyendo con Allende. Porque ahí se quiso cortar de raíz, y que el ejemplo de Allende no fuera para otros lados. El 11 de septiembre, bueno, yo había llegado. No sé si te lo dije ya, pero había llegado hacía dos o tres días a Chile, porque estaba en el Festival Mundial de la Juventud, que se estaba realizando en Berlín, y recorrí varios países llevando el mensaje de Neruda para los jóvenes del mundo. Entonces, la verdad es que el golpe nos encontró a nosotros desorganizados, no teníamos forma de protección, ni de los dirigentes, ni de los militantes; y entonces yo salí ese 11 de septiembre muy temprano en la mañana; no sabíamos nada, éramos unos angelitos, inocentes, y salí en la mañana y me dirigí al local del partido que está a pasos de La Moneda, y ya La Moneda estaba sitiada por todos y me dirigí allá y yo no tenía dudas de que tenía que encontrar a algún compañero en el local, pero en el local prácticamente ya no había gente. Yo fui la última persona que habló a nombre del partido comunista por la radio. En Radio Magallanes, me parece que era, y fui la última persona que habló, y tuve que llamar, hacerme responsable de llamar a combatir a como fuera.
Permanecí una hora, esas cosas que se dan por casualidad, que no llegara la policía todavía y después seguí buscando contactos. De ahí me dirigí hacia el local del partido, a otro local del partido, del Regional parece que era, y ahí me encuentro con los dirigentes, con el secretario del partido y bueno, cada cual haga lo que pueda hacer, terrible. Una, que había nacido dispuesta a combatir, a morir combatiendo. Ya ahí yo me fui al local de las juventudes comunistas, me reuní con los jóvenes, me despedí de ellos y tomamos ciertos contactos para seguir adelante; pero así nos sorprendió el golpe. Yo diría que fue una
tremenda irresponsabilidad, que los comunistas tenemos que analizarla muy bien, no solo para que nunca más pase, sino para saber cómo pudo pasar. ¡Qué falta de preparación teórica, qué falta de preparación práctica! Yo estoy segura, tenemos un pueblo que si lo hubiésemos llamado a defender habría salido, pero, claro, hubiese sido la matanza. Pero uno no sabía qué era preferible, porque también el pueblo en una situación extrema habría reaccionado, habría reaccionado, pero, bueno, ya eso pasó y nos sirve como experiencia. Pero eso fue lo del 11 de septiembre como tal. Ya ahí empezamos a prepararnos para resistir, y, bueno, unos tienen que ir por un lado y otros, por otros lados.
L.S.M.: Gladys, ¿y la familia, los hijos, el esposo? ¿Qué ocurrió con su vida familiar en esas circunstancias terribles?
G.M.: Tuvimos que asumir, felizmente esto lo habíamos conversado con mi compañero Jorge Muñoz, que hoy día es un detenido desaparecido. Lo habíamos conversado, que cada cual tenía que seguir asumiendo su responsabilidad. De ahí ya nos separamos, para asumir todas las cosas, nosotros no sabíamos lo que podía venir, pero yo tengo la alegría de decir que nosotros asumimos el papel que nos correspondía en el momento más crítico. Ayudamos a salvar otras vidas humanas.
Ayudamos a salvar a gente de la tortura, que para mí era lo más terrible. Yo pienso también, cuántas veces he pensado en Jorge, mi compañero, qué cosas no habrán pasado con él, con el odio mortal que nos tenían. Dicen que cuando lo detuvieron en la calle Conferencia, en Santiago, la policía gritaba: aquí está el marido de Gladys, con mayor saña; pero así ha sido, si tú me preguntas otra cosa…, porque en este momento se me acumulan todos los hechos de esos tiempos.
L.S.M.: Claro, los recuerdos. Y ese proceso de organización del partido, porque fue una etapa en la que el partido trabajó, logró un grado de organización y de coordinación interna. ¿Cómo lograron la organización del trabajo del partido durante el período de la dictadura militar de Pinochet?
G.M.: El partido nunca dejó de funcionar, nunca, ni la dirección del partido. Caía una dirección e inmediatamente otra dirección asumía. Todos esos son compañeros… yo les tengo una admiración tan grande. Es que el heroísmo de la gente mantuvo al partido, pero, insisto, en la conexión con el pueblo, porque en las más difíciles condiciones siempre es posible estar en contacto con la gente. Yo viví diecisiete años clandestina, entonces lo sé, yo lo sé que una se puede mover por aquí, por allá, dejar recados, escribir, organizar el contacto con el partido y el partido con la gente, el partido con la gente, no el partido para defenderse él, no es la sobrevivencia del partido, es el pueblo, para él estamos. Entonces yo creo que así avanzamos, con mucho convencimiento, con mucho amor por las ideas.
Con alegría estábamos dispuestos a entregar la vida, si era necesario, por defender a los demás.
L.S.M.: Hubo que sacrificar prácticamente a los hijos. Me imagino que eso para usted haya sido bien difícil. ¿Qué sintió, cómo pudo hacer para verlos, si los vio, cuándo los vio, de qué manera fue aquello?
G.M.: Muy difícil. Te quiero de verdad decir que son los momentos más fuertes para mí, más fuertes, y como tú no podías expresarlos, es más fuerte todavía, los tenías que tener aquí. Yo recuerdo dos momentos en particular: mis hijos vivían con amigos, compañeros, vivían en una calle determinada, entonces yo inconscientemente me iba a pasear por esa calle, a ver si un día los veía, y un día en la noche, Rodrigo, mi hijo, sale de la casa a encontrarse con algunos amigos, parece que era…, unos jovencitos como él, y yo instintivamente lo sigo, lo sigo cuadras y cuadras y en un momento se da vuelta, incluso sí, yo me escondí detrás de un árbol…, pero lo estuve siguiendo, esa cosa que no me podía retener, lo seguí cuadras y cuadras y cuadras, otra vez, imagínate las casualidades de la vida.
Yo tengo compañeras y amigas maravillosas que hicieron de mamá de mis hijos. Teníamos que llevar al Álvaro, el menor, creo que, en este caso, llevarlo al otorrino, tenía que ver una cosa del oído, e iba saliendo de la casa. Van saliendo de la casa y yo los veo, me pegué a la pared, bien pegadita a la pared para que no me fueran a reconocer, pero, imagínate, esas son cosas muy fuertes, muy fuertes.
Está el libro de Gorki sobre la madre, que son cosas fuertes, pero que uno tiene que aprender a llevarlas adelante, hasta que llegara el momento en que me volviera a encontrar con ellos. Y me encontré con ellos antes de que saliéramos nosotros a la legalidad. Ellos pensaban que yo estaba en otro lugar, que estaba en Moscú, qué sé yo, y me mandaron a decir: «nosotros no aceptamos más no verte, o nos ves (no me dijeron así pero…) o dejas de ser nuestra madre»; entonces, ante ese ultimátum, tuvimos que armar todas las cosas para que me vieran.
Fíjate que tengo que partir diciéndote que el encuentro con los hijos en clandestinidad fue muy fuerte, muy fuerte, en ese momento tuve que reconocer lo débil que me sentía sin tener a los hijos durante tanto tiempo a mi lado; eso se siente, pero nos reencontramos y, al mismo tiempo, fue como si nunca nos hubiésemos separado, y empecé a reconocer a mis hijos, ya de haberlos dejado niños los encontré más jovencitos; reconocerlos físicamente, emotivamente; pero fíjate que eso ha hecho mucho más fuerte la relación entre nosotros, con incomprensiones, con todo lo que tú quieras. Pero aquel encuentro en Bariloche fue muy lindo, porque pudimos caminar por Bariloche, caminar, conversar, conversar con mucho dolor, yo lo diría, pero conversar y así salir adelante. Pero, insisto, fue un encuentro muy desgarrador, ya después empezamos a salir, a caminar, ellos son bastante deportistas, a correr, y eso me fue acercando mucho a reencontrarnos y ya con eso quedamos con la fuerza suficiente para llegar ya al reencuentro definitivo, cuando ya pudiéramos salir de la dictadura brutal total –que todavía se mantiene, como te he dicho, en muchos rasgos en Chile–, pero con Pinochet la cosa era insoportable. Así que ese fue el reencuentro del amor, del amor y de la revolución, que hace posible tener espacio para todo.
L.S.M.: Gladys, cuénteme, usted estuvo en la embajada de Holanda un año, posteriormente salió del país, hasta enero del 78, cuando regresó de forma clandestina; cuénteme un poco ese periplo inicial.
G.M.: Sí, yo estuve en la embajada de Holanda, ahí me dieron asilo y permanecí, cuántos meses…, varios meses, y después me integré al trabajo general de la solidaridad. Y tengo que decir que los holandeses se portaron en general muy bien con la gente que salió hacia ese país. Ya, posteriormente, me empecé a mover por todo el mundo, puedo decir así: reclamando la solidaridad con la lucha del pueblo del Chile; y ya después, trabajando absolutamente clandestina, las cosas eran distintas. Ayudé, y mi tarea era contribuir a levantar el trabajo del partido comunista en nuestras condiciones.
L.S.M.: Gladys, diecisiete años de vida clandestina, eso se dice así, como decimos los cubanos, muy fácil, pero tiene que haber sido harto difícil; diecisiete años de vida clandestina para mí es algo apenas concebible. ¿Cómo pudo desenvolverse durante ese largo período de tiempo, cómo hacía?
G.M.: Es duro, cómo oxigenarse, cómo poder salir a respirar…, muy duro. Pero con una necesaria dosis de audacia yo salía todos los días de la casa, como quien va a trabajar a algún lugar. Había montado esa rutina para que los vecinos pensaran que yo trabajaba, que salía regularmente; permanecía todo el día en una casa, estar ahí sin saber quién era, leer, escribir, pero no tener contactos más allá, porque en eso sí que fuimos muy estrictos. Habían caído las dos direcciones anteriores del partido. Dos direcciones completas. Sí, nosotros tuvimos que llegar a reconstituir una dirección del partido, no teníamos dirección, habían caído los cuadros más preparados del partido y de las juventudes comunistas.
La matanza era una cosa enloquecida. A los compañeros míos, a quien yo quería y los quiero, los degollaron vivos.
L.S.M.: ¿Y cómo fue posible reconstituir las direcciones en esas condiciones de clandestinidad?
G.M.: Buscando de a una a una las personas, ir armando la red, buscando una persona aquí, otra persona acá, dando nombres, la gente más segura, buscando y corriendo riesgos, lógicamente, corriendo riesgos porque Pinochet logró meternos alguna gente, infiltrarnos gente; eso es lo más peligroso, lo más peligroso, cuando te infiltran a alguien adentro, pero yo creo que en ese sentido el trabajo clandestino del partido, y no solo del partido, sino de toda la gente que luchaba, fue un ejemplo que habrá que escribir mucho sobre eso. Hay material de enseñanza para hacer películas, para hacer novelas, para que nunca más vuelva a pasar, para que nunca más. Aprender lo que es el fascismo, es para eso, para que el fascismo no vuelva. Lo que fue Pinochet, y lo que sigue siendo todavía.
L.S.M.: Gladys, usted ha sido, pudiéramos decir, abanderada de esta causa, de la lucha por la paz, y al mismo tiempo de la lucha por la liberación. ¿Cómo usted ve la relación entre estos dos momentos?
G.M.: Son dos momentos y dos elementos absolutamente necesarios…, que se complementan, aunque es uno solo, es lograr la felicidad de la humanidad, de los seres humanos. Lograr la felicidad, y eso se consigue en un mundo de paz, donde los millones y millones que se destinan a los gastos de guerra se pueden destinar a la construcción, a levantar también un mundo de felicidad para todos y por eso es que la paz tiene un significado tan grande, no un significado dulzón como dice nuestra gran poetisa Gabriela Mistral. No es una jalea dulzona, sino que tiene un elemento de lucha. La paz tiene un elemento de lucha. Luchar por la paz para obtener la paz. Bueno, y yo creo que como todo en la vida es una lucha constante, esto también es una lucha constante. La construcción de una nueva humanidad. Esto de que otro mundo es posible, es posible, siempre que luchemos por otro mundo posible. Nadie nos lo va a regalar. Entonces todo es una lucha permanente. La lucha, la lucha por la paz, la lucha por la vida, la lucha por los niños, por la igualdad de las mujeres, que alcancen también su papel en la sociedad que le corresponde. Todo es una lucha y un cambio permanente, y ahí estamos nosotros, y ahí estoy yo, y a ahí estoy yo que me siento absolutamente identificada con los ideales revolucionarios. Creo que la revolución es más necesaria que nunca y aquí, en la Revolución Cubana, yo creo que vemos realizándose, gran parte de lo que anhelamos, y cómo la felicidad no es solo de la cosa material, sino sobre todo de las ideas; aquí están, pues, las ideas. Donde los niños pueden pensar, elegir, también ellos como seres humanos pequeñitos, pero como seres humanos. Yo sigo sintiendo una tremenda admiración por el pueblo cubano, por su valor, por su decisión de afrontar tantas dificultades, por oponerse al gran gigante del Norte, como se dice. Ahí está Cuba, siempre Cuba con su mano extendida. Haber escuchado a Fidel cuando se refirió a Chile en una ocasión última, sentir que tenemos el gran respaldo del pueblo de Cuba, que tanto nos ha entregado, a nosotros, durante la época del gobierno de Allende, entre otras cosas, cuando había de todo y no nos querían vender cosas, Cuba estuvo siempre con nosotros, siempre.
L.S.M.: Yo conversaba en una ocasión con los compañeros allá en Chile, que ciertamente el respaldo de Cuba para ustedes ha sido valioso, y para nosotros ha sido muy valioso el respaldo de ustedes los chilenos, de su partido, de los compañeros revolucionarios de Chile. A mí me parece que son dos momentos de una misma batalla. Cuba, el movimiento revolucionario en América Latina, en Chile en particular; es decir, nosotros les debemos a ustedes mucho también. Significan un gran apoyo en las circunstancias actuales en que se encuentra Cuba. Yo quería preguntarle qué significa Cuba para ustedes. Prácticamente me lo ha dicho, pero si fuera a responder directamente esa pregunta, anímicamente, ¿qué ha significado Cuba para usted, en lo personal?
G.M.: Si digo todo, van a decirme exagerada, pero para mí es todo, francamente, porque es parte de toda mi formación, en mi contribución, en lo que haya podido contribuir a la lucha, me lo ha entregado Cuba. Lo tengo que decir sin ningún tapujo, y como lo digo aquí lo digo en Chile y lo digo en todas partes, y creo que así se van abriendo los caminos, con estos ejemplos. Porque Cuba ha demostrado que en las condiciones más difíciles es posible avanzar si se tiene dignidad, si se tiene valor y dirigentes como Fidel Castro. Uno entre millones; no hay muchos como él, pero Fidel para mí es un ser excepcional, generoso, que vive en función de todos los pueblos, no solo en función del pueblo de Cuba, poniendo la atención en todo lo que son los avances científicos, culturales. Yo siento una pro funda admiración por Fidel Castro, y un profundo cariño porque lo encuentro un ser humano tan sencillo, tan asequible; así que sin ningún tapujo yo digo la admiración tan grande que siento por Fidel, así como también por Cuba completa.
L.S.M.: Por último, Gladys, le voy a hacer la última pregunta de esta manera: ¿la vida es hoy?
G.M.: Sí, la vida es hoy, porque la vida hay que vivirla plenamente todos los días; sí, así es, así, la vida es hoy. Así lo siento y quiero seguir sintiéndolo hasta el final, de que la vida es hoy y que vale la pena vivirla.
Entrevista publicada en el libro Por la izquierda I