Las firmas de Fidel Castro. Por Abel Aguilera Vega

La firma más conocida del Comandante en Jefe también tuvo su origen en los años cincuenta del pasado siglo. Es sin dudas la que lo acompañó el resto de su vida y lo distinguió como líder de la Revolución Cubana. Con esta rúbrica firmó sus documentos como jefe de Estado, otros de carácter legal o las cartas que le enviaba a los mandatarios, por solo citar algunos ejemplos.


Texto publicado en el 2021

Fuente: Centro Fidel Castro

La firma surge en la antigüedad y es uno de los rasgos más distintivos que acompaña a los hombres desde que se inventó la escritura

Procede del latín firmare (volver firme, sólido, seguro) y este del adjetivo firmus (firme, sólido, estable). Por lo que la firma constituye la voluntad firme, sólida e invariable de una persona. Su suscripción tiene valor legal y su falsificación constituye un delito en la mayoría de los códigos penales del mundo. Su uso se generalizó en el Medioevo al ser empleado por los escribas de los monasterios en los documentos que emitían a sus gobernantes. En la actualidad su empleo en la expresión oral también es popular. Cuando queremos decir que algo es seguro, utilizamos la expresión «póngale la firma» o «mi palabra es mi firma», dando tono de juramento con lo que se expresa.

En el arte es importante para dar autenticidad a una obra. Su aparición le ha aliviado dolores de cabezas a los historiadores, permitiendo identificar la autoría del artista y el periodo, entre otras informaciones.

En el caso de Fidel Castro su firma es muy conocida y es uno de los elementos más identificativos de su persona. Solo basta con hacer una pequeña búsqueda en internet, revisar sus documentos públicos o el final de sus reflexiones para corroborarlo. Pero, ¿Cuál es el documento más antiguo en el que aparece su firma? ¿Utilizó siempre la misma? ¿En qué periodo adoptó la rúbrica que lo acompañó el resto de su vida? Estas son algunas de las interrogantes que intentaremos responder en este trabajo.
 

El primer intento

Los grafólogos aseguran que nuestras firmas cambian con los años y que la misma sufre transformaciones durante nuestras vidas. Pues, Fidel Castro no fue la excepción.

No todos los jóvenes de 14 años conocen a los gobernantes de otros países y menos se deciden a enviarles cartas. En noviembre de 1940 Fidel Castro rompió los moldes de su edad y envió una carta al presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt. Escrita en inglés, con un lenguaje sencillo y juvenil, el futuro líder revolucionario felicitó al reelecto mandatario.

Este es el primer documento de Fidel Castro del que se tiene conocimiento. El mismo develó a un joven interesado en los temas de la política internacional, como las elecciones de los Estados Unidos, dejando entrever que le dio seguimiento hasta su desenlace: «(…) Me gusta escuchar mucho la radio y estoy muy feliz de haber oído que usted va a seguir siendo presidente (…)»

Es evidente que el adolescente Fidel Castro sintió simpatías por el presidente norteamericano y se unió sentimentalmente con este en su apoyo al bando aliado en la Segunda Guerra Mundial. Demostró estar al tanto de la política de Roosevelt para acelerar la construcción de barcos en apoyo material a Inglaterra: «(…) y si quiere hierro para hacer sus barcos yo le puedo enseñar dónde están las minas de hierro más grandes de la tierra. Están aquí en Mayarí, Oriente, Cuba».

Uno de los elementos llamativos de la carta es que en su final el joven Fidel Castro estampó su firma.

CFCR

La rúbrica está compuesta por la F de su primer nombre, seguida de su apellido paterno. Desde la adolescencia Fidel Castro tuvo una firma definida, pero llama la atención que a penas sufrió cambios y mantuvo una estructura estable durante 15 años. Los documentos que firmó en su periodo universitario así lo confirman.

Tal vez el cambio más importante en este periodo es la pérdida de adornos, haciendo su estampa más sencilla, armoniosa y legible.

CFCR

Una incorporación definitiva

En septiembre de 1950 Fidel Castro se inició en la compleja carrera de la abogacía. Su ejercicio como jurista requirió trabajar permanentemente con documentos legales y como es lógico, tuvo que firmar con mucha frecuencia.

Fidel gustaba escribir como mismo conversar. La rúbrica del joven de 24 años mantuvo aproximadamente la misma estructura, aunque en este periodo realiza un cambio importante que conservó hasta el final de su vida. Le incorpora las letras R y Z al finalizar su apellido Castro, haciendo evidente alusión a su linaje materno.

El primer documento encontrado hasta el momento, donde se aprecia esta incorporación, data de noviembre de 1950. Se trata de la causa judicial 543/50, en la que se le acusó de los delitos de agitación y atentar contra el orden público, debido a los sucesos que protagonizó junto a los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza de Cienfuegos, que protestaban por la aplicación de medidas gubernamentales que los afectaban.

Como parte de los procedimientos legales Fidel firmó el 13 de noviembre de 1950 el acta de su liberación, después de ser detenido el día anterior. En el resto del expediente judicial se mantuvo la misma rúbrica por parte del acusado.

Acta-de-liberación

Hoy sabemos que esta no es su firma definitiva. Pero, ¿hasta qué año la empleó?

Los documentos consultados en esta etapa evidencian que la empleó hasta mediados de la década de 1950. Es difícil precisar con exactitud en qué momento y por qué razón abandonó su uso, no obstante, esta transformación se produjo en el exilio mexicano. El último escrito donde quedó registrada data de junio de 1956.

Una firma histórica

La firma más conocida del Comandante en Jefe también tuvo su origen en los años cincuenta del pasado siglo. Es sin dudas la que lo acompañó el resto de su vida y lo distinguió como líder de la Revolución Cubana. Con esta rúbrica firmó sus documentos como jefe de Estado, otros de carácter legal o las cartas que le enviaba a los mandatarios, por solo citar algunos ejemplos.

Entre los años 1951 y 1953 el joven Fidel Castro ejerció como secretario-letrado de la recién fundada Asociación de Emigrados Españoles Hijos del Ayuntamiento de Capela, pasaje muy poco conocido de su vida.

Es en esos años fue cuando Fidel asumió de forma definitiva la firma que lo distinguió. El primer registro del que se tiene constancia data de 1951 cuando la estampó en un informe de balance financiero de la Asociación.

CFCR

A diferencia de las anteriores, la estructura de la nueva firma sufrió un importante cambio: incorporó al inicio su primer nombre íntegro. Su firma continuó siendo legible, sencilla, fácil de distinguir e identificativa del autor, cumpliendo los objetivos propuestos desde la antigüedad.

A partir de esta fecha los principales documentos suscritos por Fidel tuvieron la misma firma. Textos tan emblemáticos como la orden de ascenso al grado de Comandante a Camilo Cienfuegos en 1958, la Ley de Reforma Agraria en 1959, los múltiples mensajes que envió al MNOAL o el mensaje al pueblo de Cuba en 2006 donde delega sus funciones debido al deterioro de su salud, son muestra de ello.

Para Fidel escribir a mano era un modo de conectar personalmente con su destinatario. Sus asistentes allegados afirman que disfrutaba escribir, acto que constituía una especie de deleite en medio de su cotidianidad repleta de responsabilidades, a la par de una afirmación de su autoridad moral mediante un gesto sencillo y cercano.

El nuevo autógrafo asumido por Fidel Castro –al igual que la de su hermano Ramón– es muy similar al de su padre Ángel Castro Argiz, compuesta por su primer nombre y apellido. Es importante destacar que los hijos varones del matrimonio Castro Ruz incorporaron en sus autógrafos referencias al apellido materno.

Firma del padre de Fidel

Un hombre que conspira

Durante la investigación salió a relucir un problema para los historiadores. Si el último registro que se conoce del primer autógrafo de Fidel es de junio de 1956 y la primera constancia que tenemos de la firma que pasó a la posteridad, es de 1951, entonces, ¿Tuvo Fidel Castro dos firmas en ese periodo? En caso de ser así, ¿Cuándo empleaba una y otra? ¿Cuál era la oficial?

Como hemos demostrado, en los primeros años de la década de 1950 Fidel Castro realizó una transición en su firma, que será definitiva hasta su muerte. No obstante, los documentos de la época reflejan que mantuvo de forma aleatoria y esporádica su rúbrica anterior.

No podemos desligar los documentos de Fidel con su contexto. Una vez egresado de la Universidad de La Habana se dedicó a la actividad revolucionaria. Como abogado se consagró en defensa de los pobres y en la denuncia pública a la corrupción gubernamental. Debido a su febril actividad política y conspirativa fue detenido y procesado penalmente, por lo que se vio obligado a pasar a la clandestinidad en varias ocasiones y escribir artículos con pseudónimos para proteger su identidad. En ese contexto conspirativo el joven revolucionario estampó su firma no oficial, probablemente como un reflejo de autoprotección o de negar, en un futuro, la validez del documento, alegando que no contaba con su autógrafo legal.

Acta

Lo cierto es que la mayoría de los documentos de los primeros años de la década de 1950 llevan la firma que asumió a partir de 1951 y que lo acompañó el resto de su vida.

Como hemos planteado, Fidel Castro abandonó su segunda firma en el exilio mexicano. En junio de 1956 fue detenido por la policía mexicana y llevado a tomar declaraciones. Este documento es hasta el momento el último registro de su anterior firma y también el único donde aparecen sus dos autógrafos juntos.

Una firma necesaria y temporal

A finales de 1956 Fidel Castro ya se encontraba en las lomas del oriente cubano al frente de la guerrilla. Los primeros meses estuvieron caracterizados por los constantes movimientos en el territorio de la Sierra Maestra, sin asentarse en un punto fijo; al decir del Che, la etapa nómada de la guerrilla.

En la medida que se organizaron las fuerzas revolucionarias se abrieron nuevos pelotones, columnas, frentes de combates, y se estableció una comandancia general. Este nivel de desarrollo constituyó un reto para garantizar las comunicaciones entre tropas que estaban distantes, lo que permitió que se generaran innumerables documentos entre los protagonistas de los hechos. La papelería del Comandante en Jefe es muy rica en esta etapa, resaltan los mensajes, las cartas, las órdenes y los partes militares. En todos ellos dejó su autógrafo como constancia.

Al observar su caligrafía en medio de la Sierra Maestra,  en difíciles condiciones de iluminación, de tiempo, de clima, de riesgo, sus trazos son limpios y cuidados. No obstante, realizó cambios a la hora de reflejar su rúbrica, lo cual pudiera estar asociado a la celeridad con que tenía que transmitir un mensaje en medio de la campaña.

En esta etapa el Comandante en Jefe además de emplear su firma oficial, con la cual autografió la mayoría de sus documentos, rubricó también solo con su nombre, elemento que es novedoso en su grafía. Llama la atención el empleo de ambas firmas, incluso en documentos con apenas horas de diferencia.

Cartas de Fidel

El empleo de esta última firma en el contexto de la guerra refleja inmediatez y sencillez, además de la confirmación de su autoridad formal y moral, la cual no necesita de otra presentación que su nombre. Una rúbrica de esta etapa sirvió de inspiración para desarrollar el logotipo del Centro Fidel Castro Ruz.

Posterior al triunfo de la Revolución el Comandante en Jefe se convirtió en uno de los líderes más populares de América Latina y el mundo. Su presencia en cualquier lugar era motivo de aglomeración de personas deseosas por escucharlo, estrecharle la mano, tomarse fotografías o simplemente solicitarle un autógrafo.

En varias ocasiones hizo alusión a las múltiples solicitudes de la que era objeto:

«(…) me han hecho firmar más autógrafos que en ninguna otra parte. Voy a hacer una campaña contra la firma de autógrafos, porque además de todas las obligaciones que tengo, tengo que firmar como 1 000 autógrafos todos los días».

Este trabajo no se hubiese escrito sino hubiese sido por la inmensa obra de justicia y bienestar social en la que elevó a su pueblo. Porque como diría nuestro Héroe Nacional: «El único autógrafo, (…) digno, de un hombre, es el que deja escrito con sus obras».

Fuente: Centro Fidel Castro

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