Martí, Fidel y la Nación Cubana. Por Mario Sanoja Obediente – Iraida Vargas-Arenas

Jose Martí, Apóstol de la independencia de Cuba, nacido en La Habana el 28 de Febrero de 1853, nos dejó una obra intelectual muy prolífica en la cual destaca como figura cimera el concepto de Cuba como nación libre e independiente. Para finales del siglo XIX, Cuba era todavía una colonia española que destacaba por la producción masiva de un alimento estratégico como el azúcar. Al mismo tiempo, para los españoles Cuba, y la Habana en particular, representaban un vínculo afectivo muy fuerte con el mundo hispanoamericano que se expresaba popularmente en el hermoso género de las “habaneras” que relataban y exaltaban la nostalgia del viajero por un paraíso perdido: “Cuando salí de La Habana, válgame Dios…, que se vino tras de mí, que sí señor…”

Sentir a Martí es comprender lo que significa aquella nostalgia por La Habana y por Cuba. Su peregrinar por el Caribe y Estados Unidos tuvo como motivación central el amor por su patria libre, su gente y su cultura. Pero ese amor no era un sentimiento puramente afectivo sino que también estaba cimentado en la necesidad de desarrollar la educación como un programa revolucionario que sirviese de fundamento a la nación cubana. Ya en Nueva York, entre los años 1891 y 1892, había organizado cursos para los niños y niñas de las familias de trabajadores sobre materias tales como filosofía, literatura y artes oratorias como manera de contribuir a su formación humanística, de prepararlos -como decía Martí- para la vida. Su visión del proceso educativo estuvo muy cercana a la de nuestro Simón Rodríguez, maestro de El Libertador Simón Bolívar, autor de aquella famosa frase “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”.

La vinculación generadora bolivariana y martiana con el espíritu revolucionario del Comandante Fidel, se expresa muy claramente en su proyecto de convertir a Cuba en una potencia educativa, científica y cultural. Hasta inicios de la Revolución Cubana, la Educación era vista por los distintos gobiernos latinoamericanos como una inversión en políticas públicas que ayudaban a tratar de resolver algunos problemas concretos vinculados a la pobreza, tales como el analfabetismo, en la medida que la ignorancia  y la pobreza eran la causa del atraso de los pueblos. Sin embargo, la educación era vista solo como sinónimo de instrucción, de la trasmisión de conocimientos a las personas, sin tomar en consideración la importancia de visualizar la educación como la formación integral, liberadora, que debía comenzar desde la escuela primaria.

Fue esa visión martiana de la educación la que seguramente motivó que en Cuba, la Revolución Cubana iniciase muy tempranamente la campaña popular para erradicar el analfabetismo como una meta colectiva de la Revolución, mostrando que esa lucha no se refería a un problema simple que debía ser tratado solamente por el Estado mediante políticas públicas, sino un problema que todos los cubanos y cubanas estaban obligados a resolver para encaminarse hacia el éxito del proceso revolucionario. En Venezuela y otros países, este ejemplo de que era posible erradicar en el corto plazo un problema humano y cultural centenario, motivó  al Comandante Chávez para organizar  una campaña similar contra el analfabetismo, la Misión Robinson, que contó con la asesoría de expertos cubanos, implementando -de hecho- el método cubano “Yo sí Puedo”. De esta manera, países como Venezuela y Bolivia pasaron en el corto plazo a ser países revolucionarios libres del analfabetismo, en ruta hacia el Socialismo.

Enseñar a la gente a aprender a leer y escribir, como expresó una vez en Venezuela el Comandante Fidel, es solo una parte del fundamental proceso educativo que debe iniciar una revolución socialista.

La gente debe aprender a leer libros que le formen la conciencia martiana de que para ser libre había también que ser culto, lo que permitiría generar la conciencia del cambio necesario hacia una sociedad nueva, socialista.

Quizás experiencias nuestras vividas en La Habana podrían ser ejemplos que ilustren nuestras palabras. Una hermosa experiencia nos ocurrió en 1993, en La Habana, durante uno de nuestros viajes a la isla; en una oportunidad fuimos a una importante librería buscando obras sobre historia medieval para nuestros cursos universitarios, cuando una señora con aspecto de ama de casa humilde, nos guió en la búsqueda en las estanterías para conseguir los autores que requeríamos. Curiosos le preguntamos cómo conocía ella los autores sobre el tema, a lo cual nos respondió: “Yo soy doctora en historia. Me gusta estudiar para acrecentar mis conocimientos, pero yo me dedico principalmente a mi casa y a mi familia.”

En otra oportunidad conocimos una profesora de filosofía con dos doctorados en universidades de la URSS quien nos confió que era la octava hija de una familia campesina analfabeta. Nos dijo: “Antes de la Revolución, yo estaba destinada a ser una mujer como mi madre, ignorante y llena de hijos. Cuando llegó la Revolución pude comenzar a estudiar hasta llegar a ser lo que soy ahora…”. Ello muestra que la influencia de las ideas martianas sobre la educación, la ciencia y la cultura en Cuba ha convertido a éstas en componentes necesarios en la formación revolucionaria.

Quizás el ejemplo más hermoso, en nuestra opinión, de la influencia del pensamiento martiano, es el extraordinario desarrollo de las ciencias médicas cubanas que han culminado con la creación de la brigada Henry Reeve, profundamente merecedora del Nobel de la Paz, y los batallones de médicos y médicas que están dispersos por los distintos continentes defendiendo la salud de la gente, generalmente aquélla menos favorecida económicamente. La filosofía de la medicina cubana representa un profundo cambio cultural, establece el énfasis en la medicina preventiva que va de la mano con la distribución gratuita de medicinas diseñadas y fabricadas en Cuba. Ello en un país bloqueado por el imperialismo norteamericano, revela el profundo sentido ético y humanista que las ideas martianas imprimieron en el imaginario de Fidel y de los líderes de la Revolución  quienes pudieron, con base a sus ideas, concebir y poner en práctica los proyectos médicos concretos de la Revolución Cubana a nivel interno y también internacional.

La ciencia cubana es otro importante desarrollo liberador que parte de este plan renovador del Comandante Fidel, inspirado en el pensamiento filosófico martiano. La investigación científica cubana, particularmente en el área médica, ha sido capaz de innovar en el diseño y producción de fármacos para el tratamiento de diversas dolencias, como es el caso actual de las vacunas contra la covid 19. El bloqueo impuesto por el imperialismo norteamericano lejos de detener su avance, ha estimulado el desarrollo científico cubano, puesto por la Revolución al servicio de los pueblos de la tierra como había deseado el Apóstol Martí.

Caracas 25-01-2021

Mario Sanoja e Iraida Vargas, Venezuela. Antropólogos y profesores titulares jubilados de la Universidad Central de Venezuela. Profesores de la Escuela Venezolana de Planificación.

 

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