Fuente: Resumen Latinoamericano

Con una declaración final en la que se ensalza “el establecimiento de las relaciones de complementariedad, equidad y solidaridad entre las personas y pueblos; el reconocimiento y universalización del acceso a los servicios básicos como derechos fundamentales, se rechaza la criminalización de la migración, se impulsa el vivir bien en los lugares de origen de las personas migrantes, se aboga por un mundo sin muros y por la ciudadanía universal, culminó en Cochabamba la Conferencia Mundial de los Pueblos.

En un marco reflexivo y a la vez dispuesto a dar expresiones de combate anticapitalista y antiimperialista, se encontraron en la Universidad del Valle, en Tiquipaya, más de cuatro mil delegados pertenecientes al campesinado cocalero cochabambino, a los mineros de las distintas regiones de Bolivia, las mujeres de la organización Bartolina Sisa, los estudiantes y decenas de organizaciones sociales dispuestas a condenar todos los muros impuestos por la agresiva política occidental contra los pueblos. Desde los muros físicos del racismo y la xenofobia, que genera una actitud discriminatoria contra “el diferente” hasta los muros ideológicos que reivindican supremacías inexistentes y condenan a la exclusión a los más humildes.
Allí también se dieron cita, delegaciones de movimientos populares latinoamericanos y algunas personalidades internacionales ligadas a temas de migración.

Es precisamente en este tipo de escenario que brilla con fuerza una personalidad como la del presidente Evo Morales. Más allá del acompañamiento popular masivo, por todo lo positivo que su gobierno está generando día a día para los más golpeados por las crisis capitalista,Evo encarna los postulados ineludibles del “vivir bien” que tanto predican los pueblos originarios. Esa cosmogonía que alienta la defensa de la Madre Tierra, arrasada por las políticas extractivistas de las multinacionales, pero también la protección de las mujeres y hombres que la habitan. Todos estos principios fundacionales de una nueva Abya Yala sin explotadores ni explotados, sin contaminadores ni contaminados, donde los habitantes compartan lazos de solidaridad y lo comunitario prive sobre lo individual estuvo presente en las palabras de uno de los pocos mandatarios que siguen estando a la altura de las enseñanzas y la práctica de Fidel y Hugo Chávez.

“Los muros entre pueblos son un atentado a la humanidad; no protegen, enfrentan; no unen, dividen, van en contra de la historia; mutilan la ciencia y el conocimiento; encienden el odio a la diferencia; ahogan la libertad”, dijo Evo. Se refería sin ninguna duda a quienes abogan por ese recurso para dividir a los pueblos; desde los sionistas israelíes frente al pueblo palestino, la monarquía corrupta de Marruecos que invade el territorio saharaui, el muro de la infamia levantado frente a Africa por el franquista reino español actual y por sus cómplices “socialistas” en el pasado, hasta esa estructura de cemento que ahora busca generar Donald Trump para frenar a la migración mexicana y del resto de Centroamérica. La respuesta frente a esas palabras que sonaron como un latigazo, fueron cientos de banderas de todos los colores (encabezadas por la wilphala) levantadas por manos humildes, en claro reconocimiento de que a través de ese verbo se le estaba contestando sin pelos en la lengua a los aniquiladores de la humanidad.

En una clara referencia al lenguaje de la muerte que esgrimen los colonizadores de ayer y los guerreristas del presente, Morales puso claridad sobre la relación entre unos y otros: “En América la invasión, la colonización nos ha impuesto fronteras, estratos sociales con ciudadanos de primera y de segunda; en el mundo nos han impuesto oligarquías, monarquías, jerarquías y hasta anarquías financieras, nos han desintegrado, nos ha dividido, nos han descuartizado, sin embargo, la cultura de la unidad, de la integración, de la vida, ha resistido durante siglos”. Evo sabe mejor que nadie que el mal viene de los imperios, de los poderosos, de los potentados que concentran abusivamente la riqueza arrebatando tierra a los indígenas, apropiándose de los minerales de los africanos, robando petróleo de los árabes, expropiando empresas públicas de los latinos, y por ello, con una sensibilidad que no tienen quienes se reúnen cada tanto en cumbres lujosas y nada eficientes, convocó a la unidad de los pueblos para construir ese otro mundo posible al que los bolivianos y bolivianas se aproximan día a día.

Además, como viene ocurriendo en todos los encuentros pueblo a pueblo, Evo interpretó la necesidad de reafirmar el claro sentido de la solidaridad internacionalista que practica el Estado Plurinacional de Bolivia con sus hermanos agredidos por el imperio. Por eso, salió a jugar fuerte en defensa de Venezuela Bolivariana pero también de Cuba socialista, señalando que las provocaciones del presidente Trump no intimidan sino que más bien alimentan el espíritu antiimperialista de los movimientos sociales del mundo.

Escuchar a Evo y sus verdades dichas en lenguaje sencillo y creíble, y luego alimentarse de las experiencias de construcción de poder popular manifestadas por campesinos y campesinas de Bolivia, a los que la Revolución ha empoderado entregándole todas las herramientas para seguir creciendo y autodefenderse de sus enemigos de clase, genera la convicción de que cuando hay voluntad política y un contacto directo con las bases de su pueblo, los procesos pueden enfrentar hasta las contingencias más difíciles.

En territorio boliviano se respira tranquilidad y la sabiduría ancestral del mundo indígena, pero lo que más impacta es la hermandad de sus habitantes con otros parecidos llegados desde distintos países, y dispuestos a unificar las luchas que aún quedan para vencer al imperialismo y avanzar hacia el socialismo. Allí, estas dos últimas definiciones no se aparecen como utopías lejanas sino como el resultado de una construcción permanente donde el voluntarismo se supera en base a una ideología férrea y llena de contenido milenario.

Por REDH-Cuba

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