Venezuela enfrenta varios tipo de guerra: diplomática (con la OEA y el inefable Almagro), política (una Asamblea Nacional en desacato y traiciones como la de la Fiscal Ortega), militar (de guarimbas a acciones de terrorismo y asesinato), económica (destrucción de toneladas de alimentos y sabotaje a planes de producción, distribución e importación, fuga de bolívares, dólares y otros) y mediática (construcción en el imaginario colectivo de una realidad que no es, edificación de la llamada post verdad). Solo la revolución cubana puede dar cuenta de la dureza de enfrentar agresiones de esa naturaleza durante cerca ya de seis décadas sin haber renunciado a sus principios.
La batalla estratégica se librará el 30 de julio, cuando se proceda a la elección de los delegados –territoriales y sectoriales- a la Asamblea Constituyente. La previa se realizó el 16 de julio, cuando miles de personas participaron de un simulacro y en paralelo, sin ningún organismo que supervise, otros miles asistieron al plebiscito convocado por la oposición. El resultado del masivo simulacro no fue informado al mundo sino el plebiscito en los ocho municipios, como parte de esa guerra mediática que busca instalar en la mente de la gente la post verdad, es decir, la mentira y el engaño.
Y de inmediato vino la arremetida que se piensa crucial: la amenaza de Donald Trump del bloqueo económico contra Venezuela y de la posible intervención militar si Maduro no desiste de llamar a la AC. Al coro se sumaron personajes como Vicente Fox, Jorge Tuto Quiroga (que no supera el 3% de apoyo electoral en Bolivia), Laura Chinchilla (que abrió las puertas de Costa Rica para la instalación de bases militares estadounidenses) y Andrés Pastrana, quienes fueron parte de los políticos invitados por la oposición a un plebiscito en el que la gente votó más de tres veces, como ha quedado evidenciado por varios videos que circulan por las redes, pero que obviamente han sido ignorados por las grandes cadenas transnacionales de la información.
Es previsible que de aquí al 30 de julio, incluso ese mismo día, la escalada terrorista alcance su máxima expresión ante el silencio cómplice de la OEA, su secretario general, y de varios gobiernos de América Latina y Europa. Es evidente que desde un punto de vista territorial, de los más de 355 municipios, la oposición mantiene control de un máximo de ocho, que es donde se hacen las protestas o los recientes virtuales secuestros de la población que no puede si quiera transitar hacia sus fuentes de trabajo o estudio. Pero no es ahí sino fuera de esos municipios donde se buscará hacer acciones militares, sean estas de sabotaje, asesinato o genocidio.
Por eso, los desafíos para la revolución bolivariana son varios: desactivar las operaciones terroristas que se estén preparando para todos estos días, pero sobre todo garantizar que la presencia de la gente el domingo 30 de julio sea tan masiva que a los medios transnacionales no les queda otra que informar al menos parte de la verdad.
Venezuela está en sus días decisivos. La inteligencia, la audacia y la decisión de no retroceder condensados en una estrategia correcta serán definitivos para derrotar los planes intervencionistas. Los pueblos de América Latina son parte de la estrategia.