Es urgente el replanteamiento del modelo de crecimiento, el diseño de una economía basada en la demanda y poner fin a la exclusión de más de un tercio de la población mundial. De seguir así es posible que el capitalismo se hunda pero arrastrará en su caída cualquier atisbo de alternativa.


Fuente: Insurgente

Cuando el 15 de septiembre de 2008 quebró el gigante financiero Lehman Brothers, una histeria colectiva se apoderó de financieros y dirigentes políticos. Fue Sarkozy quien elevó su comentario a la categoría de revisión total del sistema capitalista afirmando que debía abandonarse el mito de su infalibilidad a la vez que proponía el oxímoron de establecer un capitalismo ético.

El caso es que el debate ha ido girando en torno a dos posiciones que, larvadas o explícitas, vertebran comentarios, análisis, debates y posiciones doctrinales: ¿estamos ante la crisis del sistema o más bien ante una crisis, especialmente grave, de las muchas que el sistema atraviesa puntualmente y de las que se recupera siempre? ¿Es ésta la crisis apocalíptica final o más bien una de las que Schumpeter secuenció como fases de lo que llamó destrucción creativa?

Desde entonces y desde las dos laderas del Sinaí económico abundan los trabajos, las discusiones y los posicionamientos. Una discusión que tiene todos los visos de recordar la fábula de Tomás de Iriarte sobre los galgos y los podencos. Se desarrolla, por tanto, una crisis donde la palabra clave es insostenibilidad y hace referencia a una crisis total.

Una crisis de civilización caracterizada por el crecimiento económico productivista, el uso intensivo de tecnologías duras, el esquilme de recursos naturales no renovables y la proliferación de armas de destrucción masiva. En esas crisis están incursas las teorías y prácticas económicas que hacen de la propiedad privada de los medios de producción su piedra angular (capitalismo) y también aquellas otras pasadas, presentes o futuras que sólo reparen en la cuestión de la propiedad (privada o pública) y no adviertan que es urgente el replanteamiento del modelo de crecimiento, el diseño de una economía basada en la demanda y poner fin a la exclusión de más de un tercio de la población mundial. De seguir así es posible que el capitalismo se hunda pero arrastrará en su caída cualquier atisbo de alternativa.

Por REDH-Cuba

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