Dos días después del 63 cumpleaños de Hugo Chávez, el pueblo venezolano le regaló otra gran victoria, como las numerosas que protagonizó el desaparecido físicamente líder histórico de la Revolución Bolivariana, y ahora lo hace en medio de continuos asedios el presidente Nicolás Maduro.
A pesar de la violencia desatada por terroristas autotitulados opositores, y la guerra sin cuartel que desde el exterior le imponen Estados Unidos y la derecha internacional a Venezuela, los compatriotas de Chávez escenificaron otro triunfo este 30 de julio en honor a quien cambio para siempre los destinos de ese solidario Estado latinoamericano.
Más de ocho millones de personas comparecieron a las urnas y dieron su aprobación a la instalación de una Asamblea Constituyente, en la votación más alta obtenida por la Revolución Bolivariana.
Maduro convocó la consulta popular, un acto audaz que no pocos, incluidos algunos analistas de izquierda de la Patria Grande, consideraron riesgoso, y llamó a sus conciudadanos a regalar el triunfo a Chávez por su 63 aniversario, celebrado el pasado 28 de julio.
El actual mandatario de Venezuela apostó nuevamente por la paz y la democracia verdadera, y confió en su pueblo, que otra vez demostró al mundo que el Chavismo seguirá vivo en defensa de la independencia y la soberanía de esa nación sudamericana.
Ni los crímenes perpetrados por grupos terroristas, ni las campañas mediáticas, ni la guerra económica, ni las amenazas de Washington, amedrentaron a los venezolanos, quienes reafirmaron que a las oligarquías nacionales y al imperio del Norte se pueden derrotar, incluso en medio de las más adversas circunstancias.
Los seguidores de Bolívar y Chávez, hoy liderados por Maduro, dieron otra lección a sus empecinados enemigos en el mundo, y al mismo tiempo forjaron nuevas esperanzas para las fuerzas progresistas en la América Nuestra, sitiadas una vez más por Estados Unidos y regímenes títeres de la región.
Por supuesto que los opositores violentos gruñen de rabia al compás de los también estridentes rugidos del actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, y del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, todos enfurecidos por no conseguir revertir el proceso revolucionario venezolano.
Un buen consejo para esos enloquecidos. Dejen en paz a Venezuela porque no lograrán cambiar su rumbo, como no lo han podido hacer con Cuba y Nicaragua, y ni tampoco lo podrán hacer con otras naciones de la Patria Grande, entre ellas Bolivia y Ecuador.
La suerte está echada para Nuestra América: Independencia, Paz, Unidad e Integración.