Un bloqueo es intervención militar. Secuestrar a un ciudadano es delito; secuestrar a un país, crimen de lesa humanidad.
Fuente: Blog del autor
La Historia, decía James Joyce, es una pesadilla de la que intento despertarme. En diciembre de 1902 quince acorazados de flotas coligadas de Inglaterra, Alemania e Italia tienden contra Venezuela un bloqueo que degenera en destrucción de naves inermes, bombardeo de poblaciones, desembarco de tropas, saqueo. El 26 de julio de 2017 el presidente Maduro declara a Rusia Today: “Me parece una locura absoluta que los extremistas de la derecha estadounidense estén hablando de un bloqueo contra Venezuela”. La pesadilla no acaba.
Un bloqueo comienza desde adentro. Políticos amorales firman tratados y contratos de interés público con cláusulas inconstitucionales que someten a Venezuela a tribunales, cortes o juntas arbitrales extranjeras. En 1902 las potencias imperiales intentan decidir con sus tribunales y sus cañoneras desacuerdos sobre supuestas deudas venezolanas. En 1999 alguien incluye en la Constitución de la República Bolivariana cláusula apátrida según la cual las controversias sobre contratos de interés público de la Nación serían resueltas por tribunales extranjeros cuando fuere procedente por “la naturaleza de los mismos”. En 2004 la sentencia más infame de la Historia de Venezuela miente que nuestro país se ha acogido al sistema de “soberanía limitada”. Declarar que la soberanía de un país es limitada es legitimar que los demás se le impongan. Con semejantes diputados y jueces, quién necesita acorazados.
Un bloqueo opera con la diplomacia. Las organizaciones internacionales son creadas para facilitar relaciones entre los pueblos; los imperios las utilizan para impedirlas. Por la plata baila el perro, y por la dieta el diplomático. En 1902 sólo existía la indigna Unión Panamericana, que no movió un dedo en defensa de Venezuela, mientras el canciller argentino formulaba la célebre doctrina Drago, la cual sostiene que no se pueden cobrar deudas a los Estados por la fuerza. En 2017 Estados Unidos promueve frenética e infructuosa actividad en la OEA y en la ONU para aislar a nuestro país, financia centenares de Organizaciones No Gubernamentales para que actúen como agentes de influencia y levanten falsos expedientes de violación de Derechos Humanos en contra nuestra, busca desesperadamente una sentencia de cortes internacionales que sancione nuestra aniquilación.
Un bloqueo empieza por dejar a la víctima indefensa. En 1899 los banqueros se niegan a facilitar a Venezuela los créditos que requería para comprar armas con qué defenderse. En 2006 Estados Unidos prohíbe vender a nuestro país cualquier armamento que incorpore tecnología estadounidense.
Un bloqueo se legitima con campañas de difamación mediática contra las víctimas. El de 1902 esgrime como pretexto la más atroz ofensiva de insultos y falsedades contra Venezuela y su Presidente. En 2017 sufrimos interminable diluvio de calumnias de los cinco monopolios mundiales de la información y de casi todos los medios locales.
Un bloqueo se apoya en facciones internas que operan contra su propio país. En 1901 banqueros acreedores de la Deuda Pública y caudillos regionales se agavillan contra la Patria en la mal llamada Revolución Libertadora. En 2017 sectores de la oposición claman por la intervención extranjera.
Un bloqueo se apoya en la complicidad de países que deberían ser fraternos y se convierten en fratricidas. En 1901 el Presidente neogranadino José Manuel Marroquín ordena que nos invadan cinco mil colombianos al mando del venezolano (?) Rangel Garbiras, inmediatamente puestos en fuga por Celestino Castro. En 2017 Venezuela es amenazada por un cinturón de bases de Estados Unidos y de la OTAN consentidas por países vecinos; es sistemáticamente desangrada por contrabando de extracción, infiltrada por facciones paramilitares que progresan de hampones a actores políticos.
Un bloqueo estrangula con torniquete económico. En 1902 las grandes casas de banca extranjera congelan los créditos de Venezuela y provocan una baja de las cotizaciones del café. En 2017 las potencias inundan el mercado de petróleo para quebrar a los miembros disidentes de la OPEP, las calificadoras de riesgo exacerban el riesgo país para hacer incosteable el crédito público; las aerolíneas retiran sus vuelos alegando supuestas insubsistencias de subsidios estatales que las enriquecían, Trump prohíbe a la banca estadounidense invertir en acciones de compañías públicas venezolanas.
Un bloqueo es intervención militar. Secuestrar a un ciudadano es delito; secuestrar a un país, crimen de lesa humanidad. En 1902 el pretendido bloqueo se convierte en destrucción de unidades navales, bombardeo, desembarco armado y pillaje. En 2017 Trump revela la naturaleza de sus medidas al afirmar que “Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo, posiblemente, una opción militar si es necesario”.
Un bloqueo intenta fracturar la unidad nacional y con frecuencia la consolida de manera indestructible. En 1902 la Planta Insolente del Extranjero nos amalgamó en bloque invulnerable que resistió a las mayores potencias militares de la época, según se narra en película de Román Chalbaud para la cual escribí el guión. En 2017 la Historia nos sacude con la misma pesadilla: despertemos definitivamente.