Sangra Argentina también su desolación y su desconcierto. Sus deudas históricas y monetarias internacionales. Lo que hizo y lo que no. Sangra la indiferencia de propios y extraños. Sangra la mezquindad de sus «logros» y sus atrasos.
No se trata de menstruaciones, no de rasguños ni heridas leves. Es una hemorragia dolorosa en cataratas que inundan llanuras y cordilleras. Se va la vida mientras se paga por adelantado. No sangra por su voluntad. Algunos lloran y otros celebran. La devastación cotidiana sale de su guarida bancaria, empresarial, gubernamental y con sus tres poderes municipales, provinciales e internacionales recorre plazas, avenidas, campos e historia.
Va y viene con una lengua tripartita que recoge a cucharadas buches de sangre caudalosa. La devastación anda feliz entre los mercados y las esperanzas aporreadas. La devastación anda panzona, bien comida y abrigada con una bandera patriótica de impunidad globalizada. Sangra Argentina sobre el atardecer, sobre el alba y sobre las estrellas. Sangra sobre la luna y sobre el sol. Sangra sobre las manchas de sangre que no se secaron en las plazas ni en las villas. Sangra a borbotones de impotencia sobre su rabia y su soledad. Argentina sangra. Argentina se hunde en un mar rojo donde pasean en yates los señores neoliberales y sus siervos. Se hunde Argentina por el sobrepeso de miseria y crimen entre el oleaje huracanado. Sangre propia. «Sálvese quien pueda»… «Que sea lo que dios quiera»… andan diciendo a sotavento. La devastación se saca fotos para los diarios. Se hace entrevistar en la tele. Vocifera en las radios. La devastación bien vestida y maquillada se mira en el espejismo de las ilusiones, se peina con saliva de mercado, se arregla la corbata y nos presenta sus noticieros nocturnos pintados con la sangre más fresca del día que termina. Se va la vida ensangrentada entre augurios macabros que sobrevuelan los ahorros, los plazos fijos y los salarios bancarizados. Miseria, desnutrición, hospitales destruidos, escuelas desvencijadas, podredumbre y hediondez a diestra y siniestra. Depresión, mal humor, desesperanza, hartazgo, tristeza, melancolía rabia… furia… odio. Cansancio y soledad. Obreros devastados, trabajadores humillados. Ancianos victimados con indolencia… enfermos carcomidos por la burocracia. Se va la vida entre aplausos de buitres que salpican con jurisprudencia la carnicería neoliberal.
Sangra Argentina también su desolación y su desconcierto. Sus deudas históricas y monetarias internacionales. Lo que hizo y lo que no. Sangra la indiferencia de propios y extraños. Sangra la mezquindad de sus «logros» y sus atrasos. Sangra a borbotones su arrogancia y su humillación. Sangra su prepotencia y su ternura. Se trata de una hemorragia terminal huracanada. Vuela por los aires el ombú y el monumento a la bandera, los próceres y los desempleados. Vuela la constitución y vuela el tango entre remolinos de superchería política de engaños macroeconómicos y de promesas electoreras. Hemorragia huracanada y dolorosa donde abrevan su cinismo los que saben hacer negocio con la muerte.
Era de esperarse. Sangra Argentina abierta en canal en el destazadero didáctico que muestra lo que saben hacer los «buenos muchachos» empresarios, los “mass media”, los curas cómplices, el poder ejecutivo, legislativo y judicial. El capitalismo en persona. Los medicuchos trasnacionales especialistas en producir hemorragias dicen que la hemorragia argentina parará cuando pare la corrupción. Y no hay carcajada irónica que alcance el tamaño de la desfachatez… Dicen que esto se remedia con más créditos, con nuevas inversiones de empresas nuevas que vendrán a cerrar las heridas. Que tienen el remedio bien estudiado. Que deben suprimir algunas leyes, reducir empleos y liberar el mercado… que eso es bueno. Que vendrá el bienestar y la felicidad… que habrá de todo en el super. Que volverán los créditos. Que volverán las inversiones.
Que no se derramará más sangre. Se prepara un gran convenio con los gobernadores, se prepara un paquete de medidas económicas, se prepara un «plan de ayuda a los más necesitados», se prepara la máquina mediática, se preparan las elecciones, se prepara las empresas privatizadas para aumentar los precios, se preparan los bancos para huir, se prepara dólar para subir, se prepara la policía, se prepara el ejército. Se prepara toda la desmemoria. Se prepara la selección para ganar el mundial de fútbol.