Más allá de las relaciones con Estados Unidos, Cuba continúa en la construcción de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible.
Fuente: Granma
El 17 de diciembre del 2014 (17 D), los presidentes de Cuba y Estados Unidos, Raúl Castro Ruz y Barack Obama, anunciaron de forma simultánea que se restablecerían las relaciones diplomáticas entre los dos países y se avanzaría hacia la normalización de los vínculos bilaterales. Se informó también del regreso a nuestra Patria de los tres héroes cubanos, Gerardo, Ramón y Antonio, quienes permanecieron presos injustamente durante 16 años en cárceles norteamericanas.
Ambos mandatarios reconocieron que el proceso hacia la normalización sería largo, complejo y difícil, pero no imposible de lograr. Los dos países asumieron el reto de la nueva etapa, luego de varias décadas de intensa confrontación. La posición fue la misma proclamada desde 1959 por el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz: los principios no se discuten, mucho menos se negocian, pero se pueden encontrar soluciones a los problemas e identificar temas de interés común, en condiciones de igualdad y respeto mutuo.
Los dos primeros años
El bloqueo se mantuvo, no surtieron efecto los llamados reiterados del presidente Barack Obama al Congreso para que lo levantara y tampoco el mandatario estadounidense usó al máximo sus prerrogativas ejecutivas para avanzar en su desmantelamiento. No obstante, aprobó cinco paquetes de medidas para modificar algunos aspectos en su implementación, que aunque limitados e insuficientes, constituyeron pasos positivos que permitieron concertar los primeros acuerdos comerciales en más de cinco décadas. Se crearon espacios de diálogo y de cooperación, que demostraron que a pesar de las profundas diferencias en varios temas, se puede encontrar soluciones y crear un clima de “convivencia civilizada”, como ha reiterado en varias ocasiones el General de Ejército Raúl Castro Ruz.
El 20 de enero del 2017 concluyó Obama su mandato. En solo dos años contribuyó a mejorar las relaciones con Cuba y reconoció a su gobierno como un interlocutor legítimo. No obstante, mantuvo sin variaciones esenciales la proyección geopolítica de Estados Unidos sobre Cuba, de promover cambios en el orden político, económico y social, con un enfoque más sutil y en correspondencia con la concepción estratégica del denominado “poder inteligente”.
Entre los avances más significativos
– Exclusión de Cuba de la unilateral lista de Estados patrocinadores del terrorismo internacional.
– Restablecimiento de las relaciones diplomáticas y reapertura de las embajadas.
– Creación de la Comisión Bilateral, como mecanismo político para encontrar solución a problemas que afectan los vínculos y promover la cooperación bilateral en áreas de beneficio mutuo.
– Creación del mecanismo de diálogo en materia de Aplicación y Cumplimiento de la Ley, con el objetivo de avanzar en la cooperación para el enfrentamiento a los flagelos transnacionales que afectan la seguridad nacional de ambos países, y el establecimiento de ocho grupos de trabajo técnico sobre Enfrentamiento al Terrorismo, Narcotráfico, Ciberseguridad y Ciberdelitos, Seguridad de los Viajes y el Comercio, Tráfico de Personas y Fraude Migratorio, Lavado de Activos y Delitos Financieros, Trata de Personas y Asistencia Judicial en materia Penal.
– Establecimiento del Diálogo Económico Bilateral y de cuatro grupos de trabajo técnico sobre temas Regulatorios; Energía; Inversiones, Comercio y Cooperación; y Propiedad Industrial.
– Firma de la Declaración Conjunta para garantizar una migración regular, segura y ordenada, que implicó la eliminación de la denominada política «pies secos-pies mojados» y del programa de admisión provisional para profesionales cubanos de la salud.
– Reanudación del correo postal directo, el restablecimiento de los vuelos regulares de aerolíneas estadounidenses y el inicio de la operación de cruceros. Acuerdos en materia de servicios de telecomunicaciones y contratos con una compañía norteamericana para la gestión de dos hoteles en La Habana.
– Realización de 41 encuentros técnicos entre expertos en esferas como: seguridad aérea y de la aviación; seguridad marítimo-portuaria; aplicación y cumplimiento de la ley; enfrentamiento al narcotráfico, al tráfico de personas y al fraude migratorio; ciberseguridad; lavado de activos; terrorismo; salud; agricultura; medio ambiente; hidrografía y cartas náuticas; entre otros. Durante el 2016 se concretaron más de 1 200 acciones de intercambios culturales, científicos, académicos y deportivos entre ambos países.
– Incremento de los viajes de los estadounidenses a Cuba. Más de 284 000 estadounidenses visitaron la Isla durante el 2016, para un crecimiento del 74 % en relación con el año anterior. Ese mismo año visitaron el país 229 delegaciones empresariales y se concluyeron 23 acuerdos comerciales. Se mantuvieron relaciones con 25 asociaciones empresariales, especialmente con la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
– Firma de 22 instrumentos bilaterales de cooperación, que abarcan áreas como salud, agricultura, protección del medio ambiente y aplicación de la ley.
En el último año
El escenario favorable creado a partir del 17 D, coincidió con el proceso electoral en Estados Unidos. De los 17 candidatos por el Partido Republicano, solo dos reconocieron el restablecimiento de las relaciones de su país con la Isla. Uno de ellos fue Donald Trump, aunque precisó su intención de lograr un “mejor acuerdo” con el gobierno cubano. Además, llegó a expresar que “consideraría abrir uno de sus hoteles en Cuba” y que la nación caribeña tenía “cierto potencial” para los inversores.
Por conveniencia política esa posición la cambió al final de la contienda, cuando estableció una alianza con la extrema derecha anticubana, para beneficiarse de su maquinaria política electoral al sur de la Florida. A partir de ese momento, el entonces candidato presidencial se movió hacia el otro extremo e incrementó el discurso ofensivo contra la Revolución Cubana y nuestros líderes históricos.
Esa postura la mantuvo desde que ocupó la Casa Blanca. El 16 de junio del 2017, anunció en Miami la política de su gobierno hacia Cuba, que revirtió parte de los avances alcanzados en los dos últimos años. En lo que constituyó un retroceso en las relaciones entre los dos países, el presidente Donald Trump pronunció un discurso anticubano de la época de la Guerra Fría, plagado de amenazas, mentiras, incoherencias y falsas acusaciones. Además, firmó un memorando injerencista y ofensivo contra la Isla, que derogaba el suscrito por Obama.
Ese ambiente político anticubano intentó frenar el interés que desde el 17 D venían mostrando las empresas estadounidenses en el mercado cubano y se proponía afectar las visitas de los ciudadanos norteamericanos a la Isla. Sin embargo, este flujo no se detuvo sino que se incrementó. Hasta el mes de noviembre del 2017 unos 579 mil 288 norteamericanos viajaron a Cuba, para el 248,7 % de crecimiento en comparación con igual periodo del año anterior.
En esa etapa, el gobierno estadounidense alegó la ocurrencia de supuestos “ataques acústicos” contra diplomáticos estadounidenses en La Habana, que presumiblemente causaron afecciones a su salud. Sin esperar los resultados de las investigaciones en curso ni determinar las causas de los supuestos incidentes, el gobierno estadounidense politizó esta situación y adoptó medidas que tuvieron consecuencias negativas para el normal desarrollo de los vínculos bilaterales.
Entre las de mayor impacto estuvieron la reducción del personal del Consulado General en Washington, el desmantelamiento de la Oficina Económico-Comercial de la Embajada cubana y la disminución del número de funcionarios estadounidenses en su Embajada en La Habana, lo que trajo como consecuencia la suspensión de la emisión de visas de viajeros y emigrantes cubanos en su Consulado. También se cancelaron eventos culturales, deportivos y estudiantiles entre ambos países, lo que afecta la dinámica positiva que estaba experimentando el intercambio bilateral.
En ese contexto, el 9 de noviembre del 2017 el gobierno de Estados Unidos puso en vigor las regulaciones específicas para implementar las medidas de bloqueo contenidas en el Memorando de Política hacia Cuba que Trump había firmado en Miami, imponiendo nuevas restricciones a los viajes y el comercio, que implicaron el recrudecimiento del bloqueo y la confirmación del retroceso en las relaciones bilaterales.
Este curso de acción favorece los reclamos de un reducido sector de la extrema derecha anticubana, encabezada por el senador Marco Rubio, que públicamente presiona al Ejecutivo para que adopte medidas más radicales contra Cuba, incluyendo la ruptura de las relaciones diplomáticas y el cierre de las embajadas. No obstante, ese grupo no logró revertir todos los avances alcanzados, por el respaldo de amplios sectores de la sociedad norteamericana que rechazan las posiciones de confrontación y abogan por continuar el mejoramiento de los vínculos entre ambas naciones.
A un sector intransigente hacia Cuba le molesta que la mayoría de los estadounidenses que viajan al país vecino compartan la alegría de los cubanos, sus costumbres, cultura, valores, y disfruten del ambiente seguro y tranquilo que se respira por sus calles y ciudades. Les preocupa que los estadounidenses regresen a sus hogares con mayor respeto por su historia y mejor comprensión de los efectos que produce el bloqueo en la vida cotidiana del pueblo humilde y trabajador.
Más allá de las relaciones con Estados Unidos, Cuba continúa en la construcción de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible. Como afirmó el presidente cubano Raúl Castro Ruz, en julio del 2017 durante su intervención en la clausura del IX Periodo Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, “con independencia de lo que el gobierno de Estados Unidos decida hacer o no, seguiremos avanzando en el camino escogido soberanamente por nuestro pueblo”.