Dos giras por América Latina y el Caribe, una injerencista e intervencionista, y otra independentista y solidaria, realizan actualmente los jefes de la diplomacia de Estados Unidos, Rex Tillerson, y de Venezuela, Jorge Arreaza, respectivamente, en momentos en que Washington se empeña infructuosamente en fracturar y dominar definitivamente la región.
Antes del comienzo de su periplo, que incluye Argentina, Colombia, México, Perú y Jamaica, el secretario de Estado norteamericano afirmó sin escrúpulo alguno que el objetivo de sus visitas es ejercer más presiones sobre los países de la Patria Grande para intensificar el cerco sobre Venezuela, y conseguir así destronar al gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro.
La Revolución Bolivariana es hoy más que nunca el principal blanco de la administración de Washington, encabezada por el petulante y agresivo mandatario Donald Trump, la cual considera que derrocando a Maduro y al chavismo terminará por frustrar una vez más la verdadera independencia e integración de Nuestra América.
La Casa Blanca y el Pentágono persisten en su idea de que Venezuela es la ficha clave a derrumbar para crear el llamado efecto dominó que dé al traste con los gobiernos populares que resisten en la región, como los de Bolivia, Nicaragua, y El Salvador, entre otros del Caribe, ante los embates de una intensa ofensiva derechista.
Venezuela y Cuba son sin duda alguna los paradigmas de la defensa de la soberanía, la integración y el antiimperialismo en la Patria Grande, razón por la cual Trump ha desatado toda su ira contra ambas naciones.
Molesta mucho a Washington que las revoluciones forjadas por Hugo Chávez y Fidel Castro fueron las creadoras de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), una organización unitaria y de cooperación regional, además de las impulsoras de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), un mecanismo de consenso y diálogo político a favor de la paz, respetando la diversidad.
Queda claro entonces que Estados Unidos se haya empeñado a fondo en quebrar todo lo que huela a ALBA y CELAC, como lo han hecho con la Unión de las Naciones del Sur (UNASUR) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), apoyándose para ello en los regímenes neoliberales de turno de Argentina, Colombia, México y Perú, alentados a su vez por la vieja intervencionista Organización de Estados Americanos (OEA)
Los gobiernos de esos cuatro países, entre otros, han sido puntas de lanzas de Washington contra Venezuela, y parecen ser los designados para continuar haciéndole el trabajo sucio al imperio en lo adelante, y particularmente en la VIII Cumbre de las Américas, con sede en Lima en abril venidero, tomando en cuenta que están incluidos en el periplo iniciado hace pocas horas por el Secretario de Estado norteamericano.
Pero las autoridades de Caracas no están cruzadas de brazo ni mucho menos, y ello lo demuestra la gira por la independencia, la solidaridad y la unidad latinoamericana y caribeña que comenzó este jueves en La Habana, Jorge Arreaza, el Canciller de la Patria de Bolívar y Chávez.
Además de Cuba, Arreaza visitará varias naciones miembros del ALBA con el objetivo de coordinar acciones dirigidas a enfrentar la amenaza que representan para la soberanía y la paz en este hemisferio ruidosos sonidos de tambores intervencionistas y guerreristas que desde el imperio del Norte ensordecen a los pueblos al Sur del Río Bravo y hasta la Patagonia.