Duélale a quien le duela, y pésele a quien le pese, la Revolución Bolivariana y Chavista continuará adelante tras la indudable y contundente victoria de Nicolás Maduro en los comicios presidenciales celebrados este 20 de mayo en Venezuela.
El candidato a la reelección por el Frente Amplio de la Patria se hizo con el triunfo en la consulta popular al obtener el 68 por ciento de los votos válidos (5 millones 823 mil728) y superar por más de 4 millones a su más cercano contrincante Henri Falcón, quien como era de esperar desconoció los resultados de los sufragios.
Maduro y sus compatriotas volvieron a vapulear a la derecha nacional y a la latinoamericana e internacional que, como acostumbra a hacer cuando es derrotada, cuestiona la determinación de las urnas y acude al pataleo, e incluso a la violencia y a los pedidos de intervención militar extranjera.
La nueva victoria del Chavismo no es solo un incuestionable éxito del actual presidente venezolano y del pueblo de esa poderosa y solidaria nación caribeña, sino también de la Patria Grande y del progresismo en la región.
Es otro ejemplo de que a pesar de presiones internas y externas, guerras económicas, bloqueos, campañas mediáticas, llamados a la abstención y amenazas injerencistas de todo tipo, a la oligarquía y su principal alentador y financista, Estados Unidos, pueden derrocarse cuando la unidad se impone y se batalla por la paz y la soberanía.
Washington y sus “palanganeros” neoliberales en este hemisferio y en Europa han hecho de todo para impedir la reelección de Maduro, y por supuesto truncar así el proceso revolucionario Bolivariano, pero parafraseando un refrán popular “se cogieron el rabo con la puerta”.
La Casa Blanca y sus secuaces apostaron siempre y lo siguen haciendo a apoderarse de Venezuela, una ficha que consideran clave para materializar el llamado efecto dominó y acabar definitivamente con los gobiernos progresistas que resisten en Nuestra América pese a vientos y mareas.
Sin embargo, una vez más no lo consiguieron, y contrario a sus enfermizos deseos, el más reciente triunfo del Chavismo reabrirá el sendero hacia la anhelada integración y soberanía de la Patria Grande, y detendrá la imposición del neoliberalismo en la región.
Claro que sí, Venezuela es una pieza vital en el complejo tablero de ajedrez que es hoy América Latina, pero esta vez perdieron de nuevo las “fichas blancas”, lo que augura un cambio de correlación de fuerzas a favor del progresismo y los más desposeídos en este hemisferio.
Termino como tituló una colega amiga un reciente artículo suyo, citando una frase del Héroe Nacional cubano, José Martí: “Por Venezuela comenzó la América…”