Juan Bosch narró que, al comienzo de su presidencia en República Dominicana, en 1963, vivió una situación violenta cuando el expresidente de Cuba, Carlos Prío Socarrás (con quien trabajó como redactor de la Constitución de 1940, en el periódico del Partido Auténtico, como asesor suyo cuando fue primer ministro y luego presidente de Cuba, y además colaboró con dinero y medios para la causa antitrujillista) se presentó en la reunión de presidentes que asistían a su toma de posesión a plantear que establecieran una condena a Cuba.
Bosch relata que se levantó y le dijo a Prío: «Tu presencia aquí es desagradable; has venido a hacer declaraciones políticas sin autorización de nadie. Aquí no se va a resolver el problema de Cuba. Y en el comunicado de los presidentes no se mencionará a Cuba. Esa no es mi intención ni mi papel. Ni yo tengo que meter el pueblo dominicano en ese problema». Y así fue. Bosch contó también que lo mismo le dijo en su momento a Kennedy: no se debía tomar ninguna decisión con respecto a Cuba sin consultar a todos los presidentes y gobernantes de la región, y tampoco podía validarse, bajo ningún concepto, el uso unilateral de la fuerza por ningún Estado en nombre de la “democracia” (lo que aún hoy resulta ser una quimera).
Hubiese bastado una actitud simpática de Juan Bosch con Prío o con Kennedy, en sus planes contra Fidel Castro, para asegurar no ser derrocado menos de siete meses después, como efectivamente ocurrió, con el apoyo y colaboración del poder norteamericano. Tampoco Bosch aceptó las osadías del embajador Bartlow Martin ni la guerrilla ilegal que Estados Unidos había instalado en suelo dominicano para derrocar a Duvalier. Si hubiese actuado con la calculadora y, lo que es igual, con oportunismo y ausencia de principios, habría aceptado dicho plan; total, se congraciaba con los yanquis y se sacaba un enemigo de encima. Ni contra la revolución de Fidel ni contra el tirano de Haití, el presidente dominicano actuó bajo esos criterios y se volvió un desagradable intruso para los del Norte.
En el día de ayer 19 gobiernos, incluyendo República Dominicana, han votado en la OEA para declarar ilegítimas las recientes elecciones en Venezuela, lo que es igual a declarar ilegítimo los poderes constituidos en las mismas, además de llamar a su suspensión en el organismo y a que los Estados establezcan sin tapujo todo tipo de sanciones contra la patria de Bolívar que tanto respeto y solidaridad nos merece. Ya sabemos qué significa eso en la historia de América. Un esperpento político, diplomático, histórico y ético total.
Ahora es oportuno preguntarse: ¿De verdad que son los mismos responsables del Estado dominicano que alojaron los diálogos -que hasta Zapatero defiende- quienes condenan hoy el proceso político de Venezuela? ¿Y dónde estaban cuando se abstenían (sí, siempre al ni aquí ni allá) en todas las Asambleas anteriores de la OEA? ¿Por qué en los espinosos momentos más convulsos del año pasado se dio el voto hacia un lado y hoy el voto se hace en la dirección totalmente contraria, cuando se carece de todo fundamento riguroso, y con una descarada operación internacional en marcha que declaró ilegítimas las elecciones venezolanas antes de que ocurriesen, incluyendo personajes desde el español Albert Rivera al dominicano Luis Abinader? ¿De verdad que van a figurar entre los «paladines» de las elecciones «legítimas» y la democracia de Almagro?
Lo lamento por República Dominicana, patria noble que resistió con vidas dos invasiones yanquis (1916 y 1965) y siglos de coloniaje. Lo lamento por la gente decente que queda en Cancillería -tomada en estos momentos por improvisados, derechistas y aventureros- y miran desde atrás este espectáculo propio de la época de Buenaventura Báez, déspota que pretendió vender y anexar territorios dominicanos a Estados Unidos.
Qué duda cabe: Venezuela ha pagado el costo del enojo yanqui por las relaciones con China. Además, los niveles de legitimación ante el hegemón deben ser rescatados para fines internos. No queda de otra. Alguien había que sacrificar en nombre del rey. Qué denigrante.
Definitivamente, las Relaciones Internacionales nunca deben estar en manos de la politiquería y la calculadora del oportunismo. Las Relaciones de Estado deben obedecer a fundamentos históricos y convicciones profundas. Cuando un país pequeño como República Dominicana se pliega a un coloso, como hoy, cava su propia tumba y afila cuchillo para su propia garganta. ¿Es que acaso 1965 ni siquiera se asoma en la consciencia de quienes toman estas vergonzosas decisiones?
Hoy es día triste para República Dominicana. No por la opinión personal que pueda yo tener yo sobre la situación de Venezuela, sino por ver al Estado haciendo política exterior de espaldas a su historia, su región de pertenencia, sus necesidades geopolíticas, sus compromisos esenciales, basándose en cálculos pequeños y banales.
Podría desfallecer explicando cómo aquel señor, Juan Bosch, que fundó el PRD, el PLD, y esos propios partidos, en sus horas luminosas, se ocuparon siempre de sostener una política consistente y coherente de lealtad suprema a los pueblos latinoamericanos y hermanos, contra viento y marea. Pero no serviría de mucho. Basta ver que hasta Lenin Moreno se abstuvo, confrontado y todo como está con Rafael Correa. Uruguay también, con todo y que claramente no son «chavistas». Es cuestión de principios. La abstención no es mi preferencia, pero cualquier cosa es más decente que el voto de ayer.
Hoy se escupe en la historia sagrada y se hace comparsa con Trump, Piñera, Macri y los golpistas de Brasil. Judas se vendió por unas monedas para entregar a su líder, pero el propio fundador de quienes dirigen la política exterior demostró la falsedad de esa «calumnia». Y hoy ¿quién redimirá a los responsables de esta venta y esta traición, que no es ya a Venezuela (a esta altura Venezuela es lo de menos) sino a sí mismos, a este país en tanto pueblo «sencillamente agreste y despoblado» al que Pedro Mir cantó?
Y que conste: Como un baldón sobre las cabezas y la reputación de los responsables de este voto sin fundamento ni razón contra Venezuela, estará siempre su apoyo declarado al fraude y los crímenes cometidos en Honduras hace apenas meses, así como su silencio ante el golpe prolongado en Brasil. El oportunismo, la falta de coherencia y de pudor ¡llevados al extremo!
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Matías Bosch Carcuro
@boschlibertario en Twitter
«Ninguna cosa o institución puede transformar el mundo. Sólo la transformación de los seres humanos y sus relaciones puede lograrlo»