Discurso inaugural del XXIV Encuentro del Foro de Sao Paulo. La Habana, 15 de julio del 2018
Hace prácticamente 25 años, entre el 21 y el 24 de julio de 1993, La Habana fue sede del IV Encuentro del FSP. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución Cubana, pronunció las palabras de clausura, luego de haber seguido con especial atención cada uno de los debates del evento.
Sus reflexiones en favor de la más amplia unidad antimperialista y en pro de la integración soberana de América Latina y el Caribe; sus críticas al neoliberalismo, al que calificó como ¨doctrina del saqueo total de nuestros pueblos¨; y sus llamados de firmeza y optimismo frente a los que se habían quedado desconcertados tras la desaparición de la URSS y del campo socialista, aún resuenan en este recinto, el mismo desde el cual habló a los delegados de entonces.
A Fidel y a Lula, artífices de la creación del Foro de Sao Paulo y protagonistas de aquel IV Encuentro, dedicamos esta nueva edición, la cual efectuamos en un contexto internacional tan complejo y desafiante como el que marcó los debates de 1993.
Compañeras y compañeros:
Es decisión de la máxima dirección de nuestro Partido, contribuir a que este nuevo intercambio de las fuerzas de izquierda del continente concluyan con acuerdos prácticos, y con una mayor conciencia colectiva sobre la necesidad de avanzar en la construcción de la más amplia unidad continental, desde los valores integracionistas simbolizados por Simón Bolívar y José Martí en el siglo XIX, y por Fidel Castro y Hugo Chávez más recientemente.
Para los revolucionarios cubanos, esa unidad continental no solo es esencial para enfrentar la actual ofensiva del capital transnacional, orientada a controlar los recursos naturales y el destino político de nuestros pueblos, sino para preservar los espacios de poder alcanzados, y asegurar la solidaridad que necesitan las experiencias políticas y de gobierno que persisten en avanzar por caminos diferentes a los pautados por los defensores del capitalismo.
Construir esta unidad fue y es, según la experiencia histórica cubana, una condición −reitero− esencial, para contrarrestar cualquier ofensiva adversaria.
Esta convicción se nos tornó más clara y firme al fragor de las continuas tentativas de las élites de poder norteñas por dominar a Cuba, incluso desde mucho antes del surgimiento de los Estados Unidos como Estado. La vocación expansionista de sus líderes prevalece y se torna cada vez más peligrosa y agresiva. La actual administración así lo confirma todos los días.
La historia por preservar nuestra independencia, soberanía e identidad como nación es larga, y en parte conocida por ustedes. Ella explica por qué abordamos con tanta prioridad el tema de la unidad como principio político y como factor político decisivo para sobrevivir como nación independiente y soberana.
Haremos todo lo posible para garantizar que este XXIV Encuentro del Foro de Sao paulo posibilite a las fuerzas que lo integran, reflexionar de forma serena y constructiva sobre cómo alcanzar el objetivo estratégico común de retomar la iniciativa política.
Para alcanzar tal fin, invitamos a todos los partidos y movimientos sociales presentes a trabajar mancomunadamente en favor del objetivo unitario mayor, con más firmeza y seguridad en el triunfo, con más confianza en la capacidad política de nuestros pueblos y con una percepción más objetiva sobre las fortalezas y debilidades de nuestros adversarios y enemigos comunes.
Sumemos para ello todas las experiencias y la sabiduría política colectiva presentes en este XXIV Encuentro.
Constituye un hecho real que el campo revolucionario y progresista del continente está ante una correlación de fuerzas adversa. No es algo nuevo, ni definitivo, ni fatal.
La ocasión es propicia para recordar estas dos afirmaciones de José Martí contenidas en el Documento Base que orientará los debates: ¨en política, resistir vale tanto como arremeter¨, y ¨perder una batalla no es más que la obligación de ganar otra¨.
A partir de ambas aseveraciones, salta a la vista esta conclusión: incluso en la defensa y cuando de resistir se trata es vital tener un espíritu de ofensiva y de victoria a toda prueba.
El asunto, en síntesis, no es resistir para preservar una posición, es hacerlo para conquistar todas las posiciones que sea preciso dominar para finalmente vencer. Ello explica por qué Fidel Castro incorporó al pensamiento revolucionario cubano del siglo XX la idea de convertir cada revés en victoria.
El Partido Comunista de Cuba ha actuado, actúa y actuará siempre desde estas premisas, tanto en el ámbito interno como internacional, y en cualquier escenario, por adverso que sea.
En el contexto expuesto estamos obligados a preguntarnos cada una de las razones que explican la actual correlación de fuerzas, con objetividad, sentido crítico y autocrítico, pero sobre todo con la clara comprensión de que el enemigo principal a derrotar no está entre nosotros: es el Imperialismo y lo son sus aliados en nuestros países.
Así lo creemos firmemente y deseamos compartirlo con ustedes.
La delegación cubana a este XXIV Encuentro, como la que encabezó el Comandante en Jefe Fidel Castro en 1993 tiene la convicción de que entre nosotros son mayores las coincidencias y las preocupaciones comunes, que las diferencias por consideraciones de táctica política u otro tipo. Trabajaremos para que prevalezcan las coincidencias.
Llegamos a este evento, en resumen, con la decisión de escuchar y aprender, y con el espíritu de contribuir a la construcción de todos los consensos posibles.
Compañeras y compañeros:
En 1993, los centros hegemónicos del gran capital, y su principal centro de poder, los Estados Unidos, desarrollaban una campaña política e ideológico−mediática intensiva, orientada a mostrar las supuestas bondades del neoliberalismo.
Para este, ustedes lo saben mejor que nosotros, el ¨progreso¨ se mide en función de los factores que aseguran las ganancias del capital. No con los verdaderos indicadores de progreso humano y justicia social.
La lucha por reducir el Estado a expresiones mínimas, a fin de quitarle a este sus principales resortes de poder en el terreno económico y social, a favor, claro está, del sector privado, formaba parte, como hoy, del credo neoliberal. Según este, las leyes ciegas del mercado abrirían una nueva era de progreso humano. 25 años después, vuelven las mismas promesas y se aplican las mismas pseudo− soluciones. Los brasileños y argentinos las están sufriendo de nuevo.
Fidel demostró en el IV Encuentro, con datos y hechos irrefutables que la realidad transitaba por otros senderos.
Puso al desnudo que la América Latina y el Caribe que Wall Street felicitaba en la época por haber disminuido la inflación y por haber aumentado el flamante superávit primario para tranquilidad del sector financiero, entre otros indicadores ajustados a las exigencias del capital, era el mismo espacio físico donde nunca había habido más pobres, más desigualdad y violencia, más niños sin amparo, y más desempleo que nunca.
La realidad se impuso y dio la razón a Fidel: el neoliberalismo y sus expresiones salvajes aplicadas en nuestra región hicieron crisis y produjeron explosiones espontáneas de protestas sociales, como el célebre Caracazo en Venezuela; fragmentaron nuestras sociedades; quebraron los sistemas políticos y de partido; entregaron al capital foráneo la mayor parte de nuestras riquezas naturales y, finalmente, generaron condiciones objetivas que posibilitaron la apertura de una etapa que estamos política y moralmente obligados a defender: la que inicia Venezuela en 1998, con Chávez al frente.
Los posteriores triunfos de Lula en el 2002, Ernesto Kirchner en 2003, Tabaré Vázquez en 2004, Evo Morales en 2005, Rafael Correa en 2006, Daniel Ortega en 2007, Fernando Lugo en 2008 y en este mismo año el de José Manuel Zelaya, junto a la creación de la ALBA−TCP y la derrota del ALCA en Mar del Plata en 2005 fueron, entre otros hechos, expresiones de que las ansias libertarias de nuestros pueblos estaban vivas y actuantes.
A 20 años de la primera victoria electoral de Chávez y cuando la derecha imperial se ufana de sus recientes triunfos electorales y del éxito de sus trampas golpistas contra gobiernos como el de Dilma Rouseff, aparece como recordatorio a todos la ¨histórica victoria¨ electoral de López Obrador en México, como la calificó nuestro presidente Díaz Canel.
Ella confirma que los pueblos, al final, orientarán su apoyo a las fuerzas que levanten banderas diferentes a las que esgrime el gran capital.
Es útil recordar que muchos de los triunfos de la izquierda se lograron también porque hubo conjunción de fuerzas y esfuerzos en su seno, así como por la estrecha cooperación entre los gobiernos encabezados por ella.
La creación de la CELAC, considerada por el General de Ejército Raúl Castro como ¨el más grande acontecimiento de los últimos 200 años¨, mostró lo que puede lograrse en materia de concertación entre los gobiernos y pueblos de América Latina y el Caribe, sin interferencias imperiales.
La victorias mencionadas confirmaron, además, dos cosas a la vez. La primera, que nunca las pseudo− soluciones del gran capital posibilitarán paz y cohesión social donde sean aplicadas. Todo lo contario, serán generadoras de conflictos, violencia y destrucción. Y segundo, que sí es posible articular proyectos políticos de orientación emancipadoras con protagonismo popular.
En este punto, compartimos plenamente lo planteado por el Documento Base, cuando afirma que las opciones de triunfo se multiplican si hay unidad, dirección política decidida y capaz, objetivos claros de lucha, moral de combate y arraigo en las clases populares.
La derecha ultra− neoliberal de hoy dedica poderosos recursos financieros, inteligencia y sistemas de trabajo para descalificar, una a una, todas las experiencias mencionadas; denigra las políticas sociales que aplicaron; las estigmatiza desde diversos argumentos y denigra los avances integracionistas que promovieron para bien de nuestros pueblos.
En consecuencia, pensamos que es hora de fijar posiciones frente a estas percepciones y frente a los que ven más las fallas que los logros, a la hora de examinar las experiencias progresistas de la región, de gobierno o sociales, bajo conducción de partidos políticos integrantes del Foro de Sao Paulo.
Frente a las tentativas de la derecha por deslegitimar lo avanzado, es fundamental responder desde una visión constructiva y pro−activa: mostremos los logros humanitarios asociados a los proyectos ALBA, a los de PETROCARIBE, a los que resultaron de las políticas públicas que sacaron de la pobreza a millones de latinoamericanos, que alfabetizaron a millones y que le llevaron salud también a millones. Todo bajo conducción de fuerzas o frentes de izquierda o progresistas.
En espacios colectivos como este, identificar las mejores ideas para sumar fuerzas, para evitar errores ya cometidos y para potenciar buenas soluciones adoptadas, es factible, sin incursión alguna en el análisis de experiencias nacionales que solo sus protagonistas están en condiciones, en el deber y el derecho de evaluar.
Nuestros enemigos desearían que el Foro de Sao Paulo se auto− adjudique el derecho de operar como juez y parte en el examen del desempeño de sus partidos miembros en cada país. Este sería, desde nuestro punto de vista, el camino más corto para dividirlo.
La derecha insiste en hablar de ciertos errores que objetivamente se han cometido. Pero no dice absolutamente nada de los bloqueos y sabotajes que ha planificado y ejecutado para hacer fracasar nuestros programas económicos y sociales.
No existe obra humana sin errores, como no existe verdadera revolución sin conciencia autocrítica y sin espíritu de rectificación. La Revolución Cubana ha practicado y practica esta filosofía política. Por ello existe y se auto− renueva. Pero en este punto nuestra posición es inconmovible: el ejercicio crítico y autocritico es privativo de cada fuerza política. Rescatemos la idea de dar prioridad a los que nos une y no a lo que nos podría dividir.
En Cuba, la idea fidelista de que el revolucinario no puede sentirse satisfecho jamás, nos permitió, más de una vez, identificar todo aquello que debíamos cambiar para mejorar la obra revolucionaria, siempre con protagonismo total del pueblo. Nunca aceptamos interferencias indebidas en nuestros asuntos internos, sí todas las opiniones sinceras dadas por los amigos en los términos y espacios adecuados. Hemos aplicado de forma estricta y recíproca este criterio en las relaciones con todos ellos.
El Partido Comunista de Cuba, fiel a la ética de la política exterior cubana en las relaciones con el movimiento revolucionario y con todas las fuerzas políticas aliadas, solo propiciará los esfuerzos que sumen a favor de las luchas antiimperialistas, por la justicia, la paz, el respeto mutuo y al integración soberana de nuestros pueblos, partidos y movimientos sociales y populares.
Tenemos en nuestras manos el mejor espacio posible para unir o reunificar esfuerzos y voluntades. Vamos a aprovecharlo a fondo. Forjemos la mayor unidad posible entre las fuerzas del Foro de Sao Paulo, con las misma solidez de la plata en la raíces de los Andes.
Así piensa nuestro Partido.
¡Sigamos adelante!
Y en honor al Guerrillero Heroico, a 90 años de su natalicio, recordemos los sentimientos humanistas e internacionalistas que este tenía al despedirse de sus hijos:
¨Acuérdense que la revolución es lo más importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario¨
Los revolucionarios cubanos nunca olvidaremos esta carta.
¡Hasta la Victoria siempre!