Pablo Sepúlveda Allende es un médico internacionalista, nieto del presidente mártir de la “Patria Grande” latinoamericana y coordinador internacional de la Red en Defensa de la Humanidad . Aprovechamos su paso por Bélgica para conversar con él y hacer un repaso sobre los principales temas de propaganda anti-Venezuela, separando la paja del trigo. La entrevista tuvo lugar momentos antes de celebrarse un emotivo homenaje ciudadano a Salvador Allende en la Universidad Libre de Bruselas.

Desde hace varios años, los medios internacionales señalan los problemas económicos de Venezuela. ¿Cómo resumirías la situación actual?

Yo vivo desde el 2009 en Venezuela. Para ese tiempo había una situación de bienestar general, en términos económicos y sociales. El primer impacto muy fuerte para la economía en Venezuela fue la caída dramática de los precios del petróleo en 2014, después de la muerte del comandante Chávez. Un año después de asumir la presidencia Nicolás Maduro, en muy poco tiempo, empieza la caída de los precios con un promedio de 120 dólares el barril hasta 25 dólares. Recordemos que históricamente Venezuela es un país dependiente del petróleo, es un capitalismo rentista: sus divisas en dólares, su producto interno bruto viene principalmente de los ingresos del petróleo, con lo cual financia la importación de casi todo. No es un país muy productor. Con la Revolución Bolivariana se hicieron varios intentos de transformar esa dependencia del modelo económico, pero no se cambió en muchos aspectos.

¿De qué manera han intervenido los grupos económicos importadores, tan decisivos en la economía venezolana?

Ha jugado un papel decisivo, ya que el segundo impacto fue la guerra económica. Son grupos nacionales dominantes que se benefician de la importación de todo tipo de productos: desde ropa, comida, medicina, electrodomésticos… Fue ese sector parasitario el que empezó a sabotear la economía. Sobre todo escondiendo y acaparando todas las cosas de necesidad básica, como alimentos o medicamentos, jugando con los precios y la hiperinflación.

¿Existen otro tipo de factores que hayan influenciado?

Algo que ha repercutido mucho en la economía también ha sido el control de cambios entre el bolívar y el dólar, ya que empezó a dispararse el dólar del mercado paralelo…

Luego vinieron las sanciones económicas de Trump, que hacen que cualquier empresa que comercie con Venezuela y que le venda productos, será sancionada y no podrá comerciar con Estados Unidos. O si tiene algún tipo de bienes o cuentas bancarias en ese país, serán expropiadas o confiscadas…

A Venezuela se le han confiscado miles de millones de dólares en los mercados de los bancos internacionales. Esa suma estaba sobre todo destinada a comprar alimentos, repuestos o medicinas, para paliar la situación económica.

La situación económica es realmente muy difícil, y los factores que la explican son múltiples. Obviamente también el gobierno ha hecho errores en el manejo de la economía. Pero la verdad está muy lejos del discurso internacional acerca de una “crisis humanitaria”. La situación no es más difícil para los sectores populares de lo que pueda serlo en otros países como Colombia, Brasil, México o países de Centroamérica…

Sin embargo, se nos habla a menudo del impacto que la crisis ha provocado en la migración. ¿No es eso cierto?

Históricamente Venezuela no ha sido un país de emigrantes. Sí es cierto que debido a esta situación ha habido migración, pero hay que dejar bien claro que contrariamente a lo que se afirma, no se trata de refugiados. Una cosa son los migrantes y otra cosa los refugiados, que son los que no quieren o no pueden volver a sus países porque su vida peligra, ya sea por su ideología política, por su raza, religión, o por un conflicto interno o una guerra.

En Venezuela no hay ninguna de esas situaciones por las cuales la gente salga de su país. Simplemente los migrantes lo han hecho por razones económicas, y en muchas ocasiones han sido incluso inducidos mediáticamente a irse del país. Además, las cifras indican que esa migración no es superior a la de otros países, como la de México o Centroamérica hacia Estados Unidos.

¿Qué hay del concepto de “estado fallido”, del que tanto hablan algunos “especialistas”? ¿Puede aplicársele a Venezuela?

Esa idea tampoco encaja con la realidad. La noción de un estado fallido supone que las instituciones no funcionan, no son capaces de responder ante una situación. Eso es totalmente falso, ya que el estado venezolano, mas allá de todas las dificultades, ha respondido bastante bien a la situación, tiene programas importantes que distribuyen alimentación con regularidad a la población más necesitada, por ejemplo con cajas mensuales que contienen los productos más básicos y que menos se encuentran en el mercado, a unos precios prácticamente gratuitos. Esos programas han ido paliando en gran medida la situación en el ámbito alimentario. Todas las instituciones funcionan, la salud, la educación…

Además de eso, el mismo estado venezolano está ofreciendo ayudas de repatriación. A la gente que migro, a quienes le está yendo mal en otros países como Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, y que quieren regresar, el estado ¡está dándoles todas las facilidades! Ha mandado un avión a Perú, con el objetivo de repatriar a la gente que había respondido a la iniciativa, dándose cita en la embajada. Después de ese primer paso, en el que hubo un centenar de venezolanos llegados de Perú, hubo cientos más que pidieron volver a Venezuela, igualmente en Brasil y en Colombia; la situación es similar en muchos países latinoamericanos, donde los migrantes venezolanos quieren regresar, ya que allí les ha ido peor de lo que estaban en su país. Puede que estuvieran en una situación complicada, o simplemente eran personas de clase media o profesionales que querían mejores condiciones, y creían que debido a su profesión en otros países podrían ganar mejor…

En suma, un estado fallido no está en capacidad de llevar a cabo esas repatriaciones en su país, ni de abastecer con alimentación mediante redes de distribución propias a millones de familias. Sin hablar de otros programas sociales, como la misión vivienda, que ya ha entregado más de 2 millones de viviendas. Y se siguen entregando cientos de viviendas mensualmente…

Hemos oído a menudo las declaraciones de apoyo del parlamento europeo a la oposición venezolana. Los valores que reclaman para esa oposición, al presentarla como una oposición democrática, con presos políticos perseguidos”, etc. ¿corresponden con la realidad de sus acciones y su propuesta en Venezuela?

La dirigencia de la oposición en Venezuela durante el proceso bolivariano, ha sido todo menos democrática. Apoyaron el golpe de estado de 2002 contra Chávez, todos los partidos políticos de la oposición y sus dirigentes estuvieron presentes físicamente, como lo muestran los videos. Hay muchas muestras que sus acciones han sido poco democráticas. Respecto a los que algunos llaman “presos políticos”, podemos nombrar por ejemplo a Leopoldo López, quien es bastante conocido. Él no es un preso político sino un político que está preso porque llamó a la sedición. Desde el punto de vista de la ley, prácticamente en todo el mundo, llamar a derrocar un gobierno mediante la violencia es considerado como un delito. En 2014, López llamó a sus seguidores a protestar violentamente en la calle, con la operación “La Salida”. Los medios internacionales presentaron aquellas manifestaciones como pacíficos, pero hubo evidencias en imágenes y videos que en su gran mayoría fueron altamente violentas. En aquel entonces aquellas acciones costaron la vida a 43 seres humanos. A López se le acusa de incitar a la violencia y al odio, y tratar de derrocar a un gobierno legítimamente electo.

Otro caso es el de Julio Borges, quien actualmente tiene un mandato de arresto y no ha regresado a Venezuela, está actualmente perseguido por la justicia por “traición a la patria”. Borges es un dirigente político que ha recorrido los principales centros de poder del mundo como Europa o Estados Unidos, pidiendo una intervención militar contra Venezuela, pidiendo el bloqueo económico, las sanciones. Eso es un castigo para el pueblo venezolano, ya que es el que las sufre en primer lugar, puesto que el gobierno tiene menos margen de maniobra para importar alimentos, medicina, repuestos para activar la producción…Borges ha llamado directamente a distintas formas de intervención, incluido la militar. En cualquier legislación del mundo, bajo una forma u otra existe esa noción de “traición a la patria”. Borges cumple con todos los requisitos para que se le acuse de eso.

Hubo otra detención de un diputado joven, que fue dirigente estudiantil, llamado Requesens. El hace tiempo que debería haber estado preso, tras su responsabilidad en las protestas altamente violentas del 2017, cuando murieron más de 120 o 130 personas, personas quemadas vivas, golpeadas y linchadas simplemente por ser sospechadas de simpatía con el chavismo…Fue una política de odio terrible que estoy seguro en Bélgica y cualquier otro país europeo sería condenada por “incitación al odio y la violencia”. El en aquel momento, en una universidad de Miami, llamó a “crear las condiciones de ingobernabilidad en Venezuela, para que se justificara una intervención militar”. Eso también puede ser calificado en cualquier parte del mundo como “traición a la patria”. Pero él no está preso por eso, aunque muchos creemos que ya era suficiente. Requesens está actualmente preso por su implicación en el atentado e intento de magnicidio hacia el presidente Nicolás Maduro, tras las confesiones de Jaime Baily, un periodista peruano de derechas establecido en Miami, quien dijo que él estaba al tanto de todo el plan y que Requesens estaba involucrado. Tras esa confesión se le tomó preso y hubo evidencias, hasta el punto de que al día siguiente Requesens hizo una declaración confesando su participación en el atentado. Así que tampoco es un preso político, ni ha habido ninguna evidencia de que haya sido torturado, etc. A una persona que ha sido torturada se le nota, y en su confesión filmada no se aprecia.

De todas esas personas que se autoproclaman “presos políticos”, todos están presos por sus acciones violentas, no por sus ideas políticas. Actualmente dentro de Venezuela hay muchos dirigentes de la oposición que todos los días recorren el país o hablan por los medios de comunicación privados de la oposición, y dicen todo lo que quieren contra el gobierno sin ser perseguidos ni detenidos por ello.

¿Cuál es tu visión sobre la historia reciente de la transición a la democracia en Chile?

La transición de la dictadura a la democracia fue muy pactada y negociada. Sí que hubo efectivamente un plebiscito, pero también tuvo lugar el acuerdo tácito entre quienes asumieron el poder, la “Concertación” o agrupación de partidos políticos de centroizquierda en un acuerdo con la cúpula militar y los grupos de la oligarquía chilena, que consistía en no tocar el modelo económico ni político que dejó la dictadura, empezando por la misma Constitución que dejó Pinochet. Nunca en todos estos años de transición se cuestionó el modelo económico. Todas las instituciones liberales y antidemocráticas que dejo la dictadura muy bien amarradas en la Constitución y en el modelo político y económico siguen intactas.  Las pequeñas reformas que ha habido de la Constitución han sido muy débiles.

¿Qué es lo que queda por hacer a nivel de la memoria histórica y la justicia para las víctimas de la dictadura?

En lo que toca a la justicia, no se puede comparar Chile con Argentina, donde ha habido muchos procesos a militares importantes de alto rango. En cambio en Chile no ha habido suficientes juicios, y además han tenido lugar en condiciones muy favorables: cárceles de lujo, literalmente. Una de las reivindicaciones de las organizaciones de derechos humanos ha sido que al menos se les traslade a cárceles menos lujosas, ni tan solo a cárceles comunes. Esos militares tienen pensiones millonarias en comparación a las pensiones del pueblo chileno, o las indemnizaciones que han recibido los torturados o familiares de desaparecidos.

De modo que la justicia también ha sido muy precaria, y ese modelo se mantiene a pesar de que ha habido gobiernos que se han definido de izquierdas o centroizquierdas: fue el caso con los dos gobiernos del partido socialista, el mismo partido de Salvador Allende, que lamentablemente ya no cumple con los principios fundacionales. Ya no luchan por cambiar el modelo económico, no creen en el socialismo de verdad…y ni siquiera cuestionan el modelo neoliberal en el cual gobiernan. Los dos gobiernos de Michelle Bachelet y Ricardo Lagos, que han profundizado el modelo neoliberal y han hecho algo de “maquillaje” con la cuestión de los derechos humanos, en lugar de meter presos a militares de la dictadura. Por ejemplo, se ha hecho el Museo de la Memoria, que es muy impactante al permitir recordar el horror que se vivió en la dictadura, pero no se ha avanzado en términos de justicia real. Todo eso queda muy pendiente.

Y del lado del pueblo chileno, ¿hay algún indicio de cambio en el horizonte?

Lo más interesante en Chile es que en los últimos años, sobre todo a raíz del movimiento estudiantil, ha habido un despertar de la ciudadanía y el pueblo chileno para cuestionar partes importantes del modelo económico neoliberal, que está enfocado a la mercantilización y el lucro de todo. Empezó con los estudiantes, que cuestionaron el hecho poco ético de lucrarse con la educación. Hubo la conciencia de que la educación no debe ser pagada.

Y luego en otras áreas, como la salud, el pueblo chileno está cuestionando las bases ideológicas del neoliberalismo. Hay un despertar, y una izquierda diversa que ha logrado 20 diputados en las últimas elecciones. Es una cosa bastante inédita, porque el Congreso estaba controlado hasta ahora por el bipartidismo entre la derecha y la Concertación.

Por último, resaltar que el pueblo mapuche todavía está resistiendo, mientras que se le ataca permanentemente con violaciones de derechos humanos flagrantes. Curiosamente es algo que no se cuestiona ni se visibiliza en absoluto en Ginebra ni en el Parlamento europeo…Otras luchas sociales también han sido reprimidas. Lamentablemente el gobierno de Piñera tiene un corte bastante fascista, pero esperemos que el pueblo chileno reaccione y aprenda a defenderse más.

Fuente : Journal de Notre Amérique

Por REDH-Cuba

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