Debieran los grandes medios de prensa apostados en la frontera entre Colombia y Venezuela, abstraerse de instigar a los provocadores y mercenarios a que hagan entrar por la fuerza la llamada ayuda humanitaria de Estados Unidos, nada más parecido a una patente de corso, para que detrás de los alimentos chatarra entren los soldados norteamericanos.
¡Urge abstenerse al uso de pobladores –sean opositores o simplemente comprados por el dinero imperial– para que sirvan de conejillos de India en una aventura de consecuencias incalculables!
Es difícil imaginarse, con buen razonamiento, cómo es posible que haya seres humanos –los de la extrema oposición venezolana y los manipuladores mediáticos– que estén apostando a que corra la sangre como desenlace de la más asquerosa campaña contra la nación bolivariana y su presidente democráticamente electo, Nicolás Maduro.
Las agresiones, como la que se prepara, generalmente provocan respuestas con las mismas armas que utilizan quienes agreden. Y en esa disyuntiva nadie puede estar seguro de quiénes serán las primeras víctimas y cuál puede ser el desenlace final del pretendido golpe de Estado auspiciado por Washington.
No puede ninguna prensa, por muy poderosa y venenosa que sea y por el mensaje que quiera enviar como matriz de opinión, imaginar y asegurar cuál será la respuesta del pueblo venezolano, sus fuerzas armadas y su gobierno, de consumarse una invasión de fuerzas militares foráneas.
Por estos días, cuando se evidencia nítidamente la unión entre ejército, pueblo y gobierno venezolanos, me parecería bastante descabellado y simplista pensar que tropas imperiales no serán repelidas debidamente por quienes se han mostrado dispuestos a defender cada palmo de un territorio soberano y un proyecto de inclusión social único.
Pienso que hay tiempo todavía para evitar lo peor y la prensa, la que tiene alguna pizca de dignidad, no debe seguir apostando al derramamiento de sangre, más bien sería oportuno contribuir a que un muro de contención se levante y la patraña injerencista sea sepultada.
Pasa otro tanto con algunos parlamentarios europeos que se han prestado para formar parte del show mediático contra la Revolución Bolivariana y sin que hayan sido invitados por las autoridades locales, viajaran a Caracas en una provocadora actitud injerencista que ningún país soberano que se respete permitiría.
Experiencias sobre esta manera de actuar de los gobiernos de Estados Unidos y sus seguidores, así como de la gran prensa en su poder, no son nuevas en la región. Pero –cuidado instigadores y agresores–, tampoco es nuevo que los pueblos son capaces de defenderse al precio que sea necesario.
Fuente: Granma