Intervención en Audiencia parlamentaria anual de la UIP [Unión Interparlamentaria] en Naciones Unidas, New York, 21-22 de febrero de 2019
Desde 1959 ha sido invariable el compromiso de Cuba con el multilateralismo y la igualdad soberana de los estados, así como el rechazo a los hegemonismos, las sanciones unilaterales, la violación del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas. Principios que están hoy refrendados en una nueva Constitución redactada con la opinión y participación de millones de cubanos -ejercicio democrático pocas veces visto en la historia- y que será sometida a referendo popular en la Isla el próximo 24 de febrero.
Lejos de haber constituido garantía de la paz y la seguridad internacional, el injusto orden mundial actual, no ha logrado frenar los conflictos bélicos, la exorbitante carrera armamentista –incluyendo armamento nuclear- los cada vez más nocivos efectos del cambio climático, las extremas desigualdades y otros muchos flagelos que ponen en riesgo la sobrevivencia misma de la especie humana.
Se hace evidente que el gobierno de los Estados Unidos solo se ha comprometido con el multilateralismo, cuando este ha sido funcional a su aferrada unipolaridad. La clase dominante de ese país se niega a aceptar el nacimiento de un nuevo orden internacional multipolar y multicéntrico, donde prevalezca un real multilateralismo. Un mundo en el que Washington deba compartir su liderazgo con otros estados y organismos internacionales sobre la base del diálogo, la negociación y la construcción de consensos, no a través del uso o la amenaza del uso de la fuerza.
Hemos venido precisamente a este evento de parlamentarios, en los mismos instantes en que más se vulnera y desprecia el multilateralismo por el actual gobierno estadounidense.
Washington de manera sistemática ha estado aplicando contra la República Bolivariana de Venezuela y su gobierno legítimo y constitucional, una política de sanciones económicas, bloqueos financieros y comerciales, en flagrante violación del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas, con el propósito de crear asfixia económica e inestabilidad política interna en esa nación y, finalmente, el cambio de régimen. No son los derechos humanos del pueblo venezolano lo que preocupa al gobierno de los Estados Unidos, sino el control de importantes reservas de petróleo y otros recursos estratégicos de esa nación, así como afianzar su dominio en un punto geográfico que constituye unos de los epicentros fundamentales de la lucha geopolítica en el escenario internacional. Andrew McCabe, ex director interino del FBI en su nuevo libro afirma que, en 2017, el presidente Trump dijo sobre Venezuela: “Ése es el país contra el cual debíamos ir a una guerra (…) Tienen todo ese petróleo y están justo en nuestra puerta trasera”.
Guerra psicológica y mediática, intentos de magnicidio, y otros planes maquiavélicos han formado parte también de la conspiración contra la Revolución Bolivariana. El fracaso de todas esas obsesivas políticas ha llevado recientemente a Washington a la amenaza de una intervención militar directa en Venezuela, bajo el pretexto de una “crisis humanitaria” junto al reconocimiento de un autoproclamado presidente.
El futuro del multilateralismo, la seguridad internacional y paz mundial está en juego hoy en Venezuela. Hacemos un llamado a defender la paz en Venezuela y a exigir la no injerencia en sus asuntos internos. Permitir tal bofetada al derecho internacional, crearía un precedente funesto para el futuro de la región latinoamericana y caribeña, declarada como zona de paz en La Habana, en 2014, en ocasión de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Aún estamos a tiempo de hacer sonar más alto los tambores de la paz frente a los tambores de la guerra. Creo que no hay asunto más urgente para los que defendemos el multilateralismo en las relaciones internacionales que salvar la paz en Venezuela.
La guerra económica que hoy se practica contra Venezuela es una historia muy bien conocida por las cubanas y los cubanos, quienes desde los años iniciales de la Revolución hemos sido víctimas de un genocida bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington, con el objetivo de crear hambre y desesperación en el pueblo cubano, y el derrocamiento del gobierno. Esto acompañado como es costumbre en la política exterior de los Estados Unidos, bajo la sombrilla de la defensa de los derechos humanos y la democracia. Si Estados Unidos dejara de politizar el tema de los derechos humanos en Cuba, encontraría a 90 millas de sus costas un aliado formidable para la cooperación multilateral en materia de derechos humanos en numerosos países del mundo, incluido los Estados Unidos.
Si vamos a hablar y debatir sobre los desafíos que enfrenta el multilateralismo, es casi obligado recordar que Estados Unidos ha ignorado olímpicamente el voto contra el bloqueo de casi la absoluta mayoría de los países miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas, durante ya 27 años consecutivos. De ahí que sea cada vez más necesaria una reforma profunda que democratice la ONU, que refleje mejor los intereses de los pueblos y que la Asamblea General ocupe el lugar que le corresponde. “Un país, un voto” debe dejar de ser un eslogan y convertirse en realidad conquistada.
Quisiera terminar mi intervención recordando las siguientes palabras de Fidel que reafirman su pensamiento y compromiso con un mundo regido por los principios del multilateralismo y que hoy continúa siendo uno de los fundamentos de la política exterior de Cuba:
“Queremos un mundo sin hegemonismos, sin armas nucleares, sin intervencionismos, sin racismo, sin odios nacionales ni religiosos, sin ultrajes a la soberanía de ningún país, con respeto a la independencia y a la libre determinación de los pueblos, sin modelos universales que no consideran para nada las tradiciones y la cultura de todos los componentes de la humanidad, sin crueles bloqueos que matan hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos, como bombas atómicas silenciosas.”