Este 5 de noviembre cumplí un año de estancia en Gambia, que me recuerda a Cuba por su clima, y su pueblo alegre y gentil, pese a las carencias que enfrentamos unas más que otras las naciones pobres de este mundo, pero especialmente por la paz y solidaridad que reinan en nuestros respectivos países, únicamente separados por el Océano Atlántico.

Mi llegada a Banjul, su capital, será muy difícil de olvidar por la hospitalidad y el cariño que recibí desde un primer momento. Me llamó mucho la atención como los habitantes de este Estado de África occidental sonríen continuamente, en medio de los serios problemas que tienen ante sí.

Entendí muy pronto que a Gambia la denominan el país de la sonrisa, no solo porque su geografía se asemeja a un gesto de alegría, sino especialmente porque niños, jóvenes y adultos mantienen casi todo el tiempo esa expresión en su rostro.

Como los cubanos, los gambianos luchan a diario por vencer diversas dificultades económicas. Los primeros porque se enfrentan a un cruel bloqueo de Estados Unidos desde hace 60 años, y los segundos a las consecuencias nefastas de décadas de colonialismo y neocolonialismo expoliador.

Pero ambos pueblos mantienen su optimismo en que el futuro será mejor para todos, con esa jocosidad que los caracteriza, su solidaridad permanente, y la defensa a ultranza de que la paz prevalezca en nuestros países y en el mundo.

Hoy una Brigada Médica de la Isla caribeña presta servicios de salud en diferentes regiones de Gambia, mientras reciben de los pobladores de esta nación africana algo que tiene un precio muy alto, el agradecimiento y el cariño de los seres humanos.

Pese a que hablamos diferentes idiomas, incluso los anfitriones varias lenguas autóctonas, se establece muy rápida la comunicación entre gambianos y cubanos, otro hecho que resulta muy curioso, aunque su explicación es bien sencilla: Nos unen con África raíces históricas, sanguíneas, culturales y de luchas, todas muy profundas.

Este 2019, ya pronto por despedirse, se cumplieron 40 años de la instauración de las relaciones entre nuestros países, y de seguro viviremos muchos más de vínculos bilaterales cada vez más estrechos.

Ese el propósito de ambos pueblos, que apuestan por continuar sonriendo, superando los retos económicos, pero sobre todas las cosas vivir en paz, en momentos en que en este mundo unos pocos muy ricos alientan las discordias, los conflictos violentos, e incluso las guerras.

Gracias Gambia por la hospitalidad, y también las enseñanzas que he recibido durante mi primer año de permanencia aquí.

(*) Embajador de Cuba en Gambia

Por REDH-Cuba

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