«Cese la filosofía del despojo, y cesará la filosofía de la guerra”
Fidel Castro Ruz
Hace casi un cuarto de siglo, Fidel pronunció un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, que hoy, en un mundo convulsionado ante el dominio hegemónico del capitalismo, mantiene una vigencia colosal. Allí, el Comandante, el gran soldado de las ideas, dejó claro que los Pueblos “queremos un mundo sin hegemonismos, sin armas nucleares, sin intervencionismos, sin racismo, sin odios nacionales ni religiosos, sin ultrajes a la soberanía de ningún país, con respeto a la independencia y a la libre determinación de los Pueblos, sin modelos universales que no consideran para nada las tradiciones y la cultura de todos los componentes de la humanidad, sin crueles bloqueos que matan a hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos, como bombas atómicas silenciosas. Queremos un mundo de paz, justicia y dignidad, en el que todos, sin excepción alguna, tengan derecho al bienestar y a la vida”.
Parece que Fidel, al igual que Bolívar, nos mira “sentado aún, en la roca de crear”, parafraseando a Martí, vigilante y desvelado, atento a los acontecimientos y preocupado por el destino del planeta y de la especie humana.
Y es que el líder de la Revolución Cubana, además de ser un revolucionario excepcional, siempre en la vanguardia de las luchas revolucionarias de su pueblo y de los pueblos latinocaribeños, se convirtió en una antorcha ideológica, en una escuela, en guía y ejemplo a seguir por varias generaciones de hombres y mujeres que en el mundo entero se entregaron, y se entregan, a la más noble tarea que existe, la construcción de la paz y el socialismo como única vía para garantizar el bienestar y el progreso de la humanidad.
En estos días, el 2 de diciembre, conmemoramos 63 años del desembarco del Granma en tierras cubanas. Aquella mañana histórica, los tripulantes comandados por un joven Fidel, con una voluntad férrea y la irreductible convicción de liberar a su Patria, iban dispuestos a vencer o morir, guiados por la firmeza moral y combativa de quien se convertiría después, en el líder eterno de la primera revolución socialista en América Latina y el Caribe. Era el inicio de la gesta revolucionaria para darle a Cuba una vida digna. Una lucha cuyas razones expuso ejemplarmente en La Historia me Absolverá, el discurso en el que trazó valientemente, ante un tribunal batistiano, el programa político y los cambios profundos, en lo social y en lo económico, que llevarían a cabo una vez lograda la victoria popular. Fue algo que siempre caracterizó a Fidel: hablar con la verdad.
En esta tierra, en la Patria de Bolívar, un soldado del Pueblo se nutrió del pensamiento y obra del líder cubano, y terminó consagrando su vida a la causa de la liberación nacional nuestroamericana. Para Hugo Chávez, Fidel significó una enseñanza permanente:
“Fidel para mí es un padre, un compañero, un maestro de estrategia perfecta”, dijo nuestro Comandante Eterno.
Todavía en la memoria colectiva se agitan lo terribles sucesos del 11 de abril de 2002. Y recordamos al Presidente cubano cuando, rompiendo el bloqueo mediático impuesto por el gobierno golpista, en una acción audaz que permanecerá imborrable en nuestros corazones, estableció contacto telefónico con Chávez, comenzando la madrugada del día 12, para orientarlo en aquel momento crítico. Y su juicio resultó ser, una vez más y para bien de la Revolución Bolivariana, el más acertado. Nuestro Pueblo jamás lo olvidará.
Porque Fidel fue también profundamente bolivariano, admirador del Padre de la Patria y sus ideas integracionistas. Así lo dijo en Caracas, en enero de 1959:
“Venezuela es la Patria de El Libertador, donde se concibió la idea de la unión de los Pueblos de América. Luego, Venezuela debe ser el país líder de la unión de los Pueblos de América; los cubanos los respaldamos, respaldamos a nuestros hermanos de Venezuela”.
Cuarenta (40) años después, el Comandante Chávez dignificó aquellas palabras, iniciando con la Revolución Bolivariana, el proceso de liberación nacional y la verdadera integración latinocaribeña.
El 25 de noviembre de 2016, el mismo día en que se cumplían 60 años de su partida, por aguas mexicanas, hacia el sueño de liberación de su Patria, Fidel emprendía un nuevo viaje, el periplo final que lo elevaría a las cumbres más altas del pensamiento. Allí permanece, alumbrando sin descanso los caminos de la liberación, como lo ha hecho durante más de seis décadas, devenido en referencia obligada para todos los que han emprendido la lucha antiimperialista.
Los Pueblos del mundo nunca olvidaremos su legado, un legado histórico forjado en grandes batallas, en las condiciones más adversas, en lucha constante contra la permanente agresión del imperio norteamericano, que con todo su poderío militar no ha podido doblegar la voluntad de los cubanas y los cubanos, su determinación de seguir edificando la sociedad libre y socialista por la que murieron tantas y tantos combatientes.
No es tarea fácil, en tan pocas líneas, hablar del Comandante en Jefe de la revolución continental. He querido aquí rendirle un pequeño homenaje, en estos días de masiva movilización popular en tierras latinoamericanas, de nuevas insurgencias ante las arremetidas oligárquicas y fascistas, de marchas y protestas por las mejoras sociales, por la soberanía, por la paz, por el derecho a la autodeterminación.
En estos días, cuando los oprimidos de Nuestra América levantan sus voces con mucha fuerza, debemos decir, al unísono: “¡Fidel vive, la lucha sigue!”