U.S. President Donald Trump leaves Downing Street after attending a reception hosted by Britian's Prime Minister Boris Johnson, ahead of the NATO summit in Watford, in London, Britain, December 3, 2019. Alastair Grant/Pool via REUTERS

En el pasado solía decirse: “Mambrú se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá…”. Mutatis Mutandi, bien podría asegurarse hoy que Donald Trump se fue a la guerra, y que nadie sabe cuándo habrá de volver.

Por ahora, anda entretenido, procurando deshacer un entuerto de la política yanqui: el Impeachment planteado contra él ante las Cámaras Legislativas de los Estados Unidos y que podría elevarlo a la categoría de primer presidente del país de las barras y estrellas, derribado en el siglo XXI. Antes, un fenómeno en cierto modo similar, ocurrió con Richard Nixon, en pleno siglo XX por haber mentido flagrantemente en el ejercicio de su función, y ordenado actividades incompatibles con la dignidad de su cargo

Como se recuerda, la canción de Mambrú fue una creación francesa tomada como rítmica melodía por los niños. Pero aludió a un episodio real: tras la batalla de Malplaquet -en 1709-  los galos juraron que su adversario, el inglés John Churchill, Duque de Marlborough, había muerto, pero eso no ocurrió. “afrancesaron” entonces el título nobiliario de su rival y con sorna y sentido de humor, dijeron que se había perdido en la guerra.

Algo similar podría ocurrirle al actual Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, empeñado como nadie en declarar la guerra a todos los países que no se sometan a la férula de Washington y contraríen los afanes imperiales de la Casa Blanca. Poseído con un irrefrenable espíritu bélico aparece hoy como el enviado del Dios Marte sobre nuestro planeta. Bien podría perderse en el tempestuoso mar de sus guerras.

Después de Afganistán, Irak, Libia, Siria y el Medio Orienta para aplastar al pueblo Palestino, la administración norteamericana -bajo el influjo del Mambrú de nuestro tiempo- busca voltear los ojos hacia nuestro continente porque se siente inseguro.

Ya no tiene confianza en su sistema de gestión, Es consciente que el capitalismo atraviesa una crisis irreversible; pero no está dispuesto a dar su brazo a torcer. Quisiera ser un gladiador, pero el ánimo no le alcanza para eso. Tan solo la intención, que la usa para proclamar a los cuatro vientos su voluntad guerrera. Ella, lo induce a pretender trasladar el escenario de conflicto, del Medio Oriente, hacia América Latina, como un modo de proteger lo que Mike Pompeo ha denominado “el Patio Trasero” de los Estados Unidos, reeditando las gastadas expresiones de la “guerra fría”.

Como lo señalara recientemente la Cancillería Cubana, el  presidente Donald Trump  “proclama la vigencia de la Doctrina Monroe y apela al Macartismo para preservar la dominación imperialista sobre los recursos naturales de la región, impedir el ejercicio de la soberanía nacional y las aspiraciones de integración y cooperación regional; tratar de restablecer su hegemonía  unipolar a escala mundial y hemisférica; eliminar los modelos progresistas, revolucionarios y alternativos al capitalismo salvaje; revertir las conquistas políticas y sociales e imponer modelos neoliberales, sin importarle el Derecho Internacional, las reglas de juego de la democracia representativa, el medio ambiente ni el bienestar de los pueblos”.

 En otras palabras, acude a la insustancial verborrea del pasado para sustentar afanes belicistas, y se yergue como el árbitro supremo del planeta.

Asume, entonces la tarea de evaluar y calificar uno a uno a los gobiernos de nuestro continente para decidir cuáles merecen el  apoyo yanqui y cuáles no. Por lo pronto, asegura que Bolsonaro, Piñera, Añez, Moreno y Duque, son “gobiernos democráticos” aunque disparen a mansalva contra niños y mujeres, violen y torturen sin piedad. Quienes los cuestionan -asegura-, son “rebeldes” pasibles del repudio categórico de Washington,

Por el contrario, señala que países como Cuba, Nicaragua, Venezuela y Argentina, no merecen la confianza de los Estados Unidos y deben ser combatidos. Quienes lo hagan -por el método que quieran- tendrán arnas y dinero procedentes de las altas esferas imperiales. Serán considerados “destacamentos democráticos en lucha contra una dictadura totalitaria”. El oro y el Moro para ellos.

No está descartada la posibilidad que la acusación Constitucional planteada por el Partido Demócrata sea finalmente admitida por un Senado decisorio que cuenta con mayoría Republicana. Eso ya ocurrió antes y podría volver a suceder. Y es que los cargos levantados contra el precario inquilino de la Casa Blanca van más allá de lo que se le suele permitir a un Jefe de Estado yanqui. Por esta vez, el burro podría vencer al elefante y hasta ser más inteligente.

Que un Presidente USA envíe tropas a otro confín del mundo para matar a miles de personas, es tolerado en las altas esferas de Washington. Pero que convenga con un mandatario extranjero para perjudicar a otro político norteamericano, eso ya no es permisible.

Cuando este Mambrú aparezca, bien podría haber perdido la cabeza.

 

Por REDH-Cuba

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