Las bolsas de valores del mundo han colapsado y Wall Street se encuentra en la peor crisis desde el ‘Lunes negro’ de 1987. El mundo financiero estaba anunciando desde hace un par de años su fragilidad y probable caída. Quienes asocian los problemas de las bolsas con la epidemia del coronavirus están confundiendo dos fenómenos distintos. Para colmo, al mismo tiempo, también se produjo la debacle del mercado mundial del petróleo como consecuencia de conflictos entre los exportadores del oro negro.
El colapso de las bolsas, el coronavirus y el conflicto petrolero se dan todos en medio de una campaña política en EEUU que determinará a fines de año quien será el próximo ocupante de la Casa Blanca. La salud de las bolsas de valores depende de la confianza que tengan en ellas los inversionistas. A pesar de que son millones de inversionistas, no son más de un medio centenar – más o menos – que mueven los millones de millones de dólares que se juegan en las bolsas todos los días.
Los analistas describen cómo se desplomaron las acciones de las grandes empresas asociadas a las industrias bancarias, de seguros y de bienes raíces. Obviamente, la crisis de Wall Street y las bolsas en el mundo no es culpa del coronavirus. Tanto en los centros financieros del capitalismo, como en los foros sobre el cambio climático o en los espacios donde se compite por ventajas geopolíticas, los debates no conducen a soluciones. En el fondo, para entender la crisis, hay que orientar la discusión hacia el funcionamiento del sistema capitalista a escala mundial.
Hay quienes plantean que hay tres actores fundamentales en el debate: El gran capital corporativo, las poderosas organizaciones no-gubernamentales y las fuerzas populares. El capital corporativo plantea mejorar la administración del sistema (la globalización propuesta por el establishment) o regresar al pasado idílico (en la agenda de Trump). Las ONG globales insisten en reducir la amenaza catastrófica que representa el calentamiento de la Tierra. Las fuerzas populares se dividen entre quienes plantean transformar el sistema (socialismo u otra opción) y quienes sostienen que se puede reformar (capitalismo light).
El capital corporativo que domina todas las transacciones especulativas e inversiones productivas a escala mundial se asustó con la publicación en 2015 del libro de Tomás Picketty sobre El capital en el siglo XXI. La obra del francés señala – con datos empíricos – que la acumulación de capital tiene un límite y que el fin se está acercando. ¿Cuál sería el susto más grande, el libro de Picketty o El capital de Carlos Marx, publicado hace siglo y medio?
La guerra por obtener cada vez mayores ganancias, entre los capitalistas, ha llegado a tal punto que los márgenes se están secando. La producción capitalista (basada en la jornada asalariada) en EEUU dejó de ser rentable hace varias décadas. China con su mano de obra inagotable se convirtió en el centro manufacturero global, desplazando a EEUU. Nueva York cree que puede convertirse en la capital financiera mundial y controlar la producción industrial desde el sistema bancario. Hace un siglo, Gran Bretaña pensó que lo podía hacer desde el city de Londres. Los ingleses tuvieron que entregar cuerpo y alma al poderío norteamericano cuando descubrieron que estaban quebrados. ¿Pasará lo mismo con el acoplamiento entre Washington y Pekín?
La epidemia del coronavirus está golpeando fuerte. Hay más de 120 mil casos detectados y cerca de 5 mil muertes a escala mundial. Gran parte del daño se contuvo en una provincia de China. Pekín anunció que está disminuyendo el número de enfermos y se están cerrando los hospitales construidos para atender la emergencia. Es una buena noticia hasta cierto punto, para China. La tendencia, sin embargo, sigue en aumento en Europa y EEUU.
La crisis del capitalismo – con o sin coronavirus – seguirá golpeando la economía global y a los países de la comunidad internacional. ¿Podrán recuperarse las bolsas de valores? ¿Podrán las economías ‘reales’ seguir produciendo para un mercado quebrado? Desde la década de 1970 la economía norteamericana se convirtió en un casino donde todo se jugaba sobre una gran mesa de ruleta. La clase trabajadoras quedó atrapada dando vueltas. El coronavirus nos ha mostrado cuan frágil es la economía capitalista. Todo indica que hay que prepararse para iniciar transformaciones radicales a escala mundial para sostener los niveles de producción y crear un nuevo sistema de distribución de las riquezas.
10 de marzo de 2020
– Marco A. Gandásegui, hijo, es profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA)
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