(Digo, como Cristian: Si antes un poema era hermoso, ahora debe hacerse útil; eso es lo hermoso).

Le pido permiso al amigo ecuatoriano Cristian Avecillas, poeta y cantautor, presencia desde Guayaquil con crónicas que cuentan y nombran, para compartir una ínfima parte de sus testimonios. Y me dice que sí, para que ojalá consigamos que alguien más se quede en casa. Hasta la poesía siempre, termina; su frase habitual.
Cuenta el horror, el abandono y la desesperación. También, los gestos que nunca pensó para expresar solidaridad. Son sus amigos y vecinos, los vivos y los muertos: son números y son nombres. En las publicaciones sucesivas leo la historia de Juan, el poeta, ciego, líder, tres días con el cuerpo de su madre en el cuarto de atrás, con hielo y ventiladores, porque no hay ataúdes; y cómo el vecino venezolano de Juan, ebanista, rompió el sofá de su propia casa y construyó una caja para regalársela. Ahí está la foto. Y Juan enterró a su madre. Pero otro amigo, Marcelo, ya no encuentra espacio en ningún cementerio para enterrar la suya, y Cristian hace llamadas y en algún lugar a 80 kilómetros preparan uno, pero demorará una semana, y Marcelo tendrá que mantener los restos de su madre y esperar Luigi hizo cola por diez horas para rellenar el balón de oxígeno de su suegro; los que tienen sus cadáveres en casa, en los patios o en aceras, esperan los ataúdes de cartón Guayaquil, números y nombres, como otros números y nombres del mundo en que vivimos y del que nos dolemos y somos parte.

Un millón cuatrocientos mil contagiados; cifra que crece cada minuto.

La vida ha demandado a muchos hijos de esta tierra cubana decisiones y entregas que otros no están dispuestos a asumir. A esos otros solo se les pide que se aíslen en sus casas, pero irrespetan las medidas sanitarias, a las autoridades, y a la sociedad toda, que somos números y somos nombres. Tendrán que comprenderlo de otro modo. Por los millones a los que sí nos importa que nadie tenga que hacer una cola por oxígeno, por ataúdes, por tumbas

Tienes razón, amigo. Para que sea hermoso tiene que ser útil; pero no sólo el poema. El ser humano también. Hasta la poesía siempre.

Fuente: Granma

Por REDH-Cuba

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