Creo que abriremos un trillo en la calle, de tanto ir y venir, en esas tres cuadras que separan el hospital de la residencia. En estos días, al mediodía, el sol calienta, y los cubanos aprovechan para despojarse de sus abrigos y de sus camisas de mangas largas. Para vestir como cubanos. Pero hoy, después de la comida, al regresar, alguien hizo un comentario fatal: hace buen tiempo. No se puede provocar la ira de los santos del hielo. Unos pasos antes de entrar al edificio que nos alberga, empezó a llover, es decir, a caer ese fino goteo frío e indefinido que presagia una vuelta atrás. Encuentro refugio en el cuarto, en la computadora, en ese hilo invisible que une cada tecla suya con mi gente, con mi tierra, con mi clima. Otros han escrito hoy la crónica por mí: médicos y enfermeros de un lado, pacientes del otro, los protagonistas de esta epopeya humanista. Soy el intermediario.
En horas de la mañana recibí unas fotos alentadoras desde Crema, y un comentario del doctor Leodan Morejón Ramos, uno de los jóvenes a los que aludí en mi crónica del sábado 2 de mayo. Las fotos y el comentario eran sobre el paciente Francesco Corbani de 70 años, quien estuvo 34 días en terapia intensiva, 21 de ellos reportado de crítico, con disfunción orgánica, respiratoria y renal. Durante mi estancia, la buena noticia fue que había logrado respirar por sí mismo por casi una hora. La de ahora es su trasladado al parecer definitivo a la sala de neumología, donde se recupera. Los intensivistas cubanos que lo atendieron, Leodan, Pedro, Fernando, Juan, Yosbani y el legendario Leonardo Fernández, lo visitan todos los días. Francesco asegura que cuando reciba el alta, jugarán un partido de fútbol. También hoy, en Crema, la Alcaldesa entregó unas hermosas camisetas a nuestros colaboradores, con una leyenda que expresa la gratitud de ese pueblo de Lombardía: “Amigos para toda la vida”.
Una paciente de alta fue la noticia en Turín. Ramona Pop, auxiliar de enfermería, había ingresado ya en estado de recuperación. Al partir, dejó una carta de despedida. En la reunión que todas las tardes realizan médicos italianos y cubanos para discutir los casos más complejos y evaluar lo sucedido en el día, el capo italiano la leyó. Me permito reproducirla completa:
“Con esta carta quiero agradecerle a todo el equipo, tanto cubano como italiano, por el trabajo que realizan, con cortesía, profesionalidad y más que todo, con empatía. Quiero agradecer en particular a los médicos y paramédicos cubanos por el coraje que tuvieron al dejar a sus familias y marchar por el mundo durante meses o años, en medio de una pandemia. Además de ser paciente, yo soy también una trabajadora sanitaria y he observado la fuerte interacción que existe entre las diferentes figuras profesionales. Ustedes son un equipo formidable, muy gentil, sociable, y empático. Puedo confirmarlo: el más sólido que he encontrado hasta ahora. Otra cosa es la rapidez con que el equipo cubano aprende a comunicarse con los pacientes (mejorando rápidamente el idioma italiano). Discúlpenme si no soy muy capaz con las palabras, pero creo que lo más importante es decir: Grazie, Grazie, Grazie y tres veces congratulaciones. Ustedes son nuestro orgullo y nuestro ejemplo, no solo para Italia, sino para el mundo entero. Gracias de todo mi corazón. (9 / 05 / 2020) Ramona Pop”.
Su médico de cabecera, el doctor Miguel Acebo, me contó que hablaba frecuentemente con su familia por WhatsApp, a través del móvil, y que al pasar en cierta ocasión por su cubículo, le presentó a su madre. Historias todas que disipan el frío o la lluvia, y retribuyen el calor que, sin saberlo acaso, traen en su corazón estos cubanos.