La brigada médica cubana en Turín, como he dicho en otras crónicas, vive en uno de los edificios de la Villa Olímpica de los Juegos de Invierno de 2006. La Villa, hoy, alberga a los estudiantes del Instituto Politécnico, donde se estudian las ingenierías. Nuestro edificio se encuentra en la intersección de dos calles: Andrea Vochieri, la menos transitada y corta, que nos recibe a la entrada y Paolo Borsellino, una calle más ancha –con rieles de tranvía en su centro, actualmente no transitados–, que pasa por la entrada de la OGR, es decir, del hospital. Varias veces hemos mencionado esos nombres entre los cubanos. ¿Quiénes fueron? Mi conocimiento es superficial, pero quiero señalar algunos datos de interés. Porque Vochieri (1796 – 1833) fue un liberal italiano, contemporáneo en el tiempo y en ideas de quienes en Cuba nos enseñaron “en pensar”. Si el italiano participó, como se señala, en el movimiento revolucionario, liberal y nacionalista, de los años 20 del siglo XIX –que abarcó a las naciones mediterráneas de Europa–, y en 1821 tuvo que abandonar momentáneamente “los estados de Saboya” y establecerse en Barcelona, nuestro Félix Varela (1788 – 1853), en 1822, como Diputado por Cuba a las Cortes de Cádiz, exigió la autonomía (y el reconocimiento de la independencia) para las colonias americanas, la reforma educacional y redactó un proyecto que pedía la abolición de la esclavitud. Condenado a muerte con el regreso del absolutismo en 1823, tuvo que exiliarse en los Estados Unidos, consagrándose desde entonces a fomentar el ideal independentista de los cubanos. Vochieri regresó a Italia ese año, y en 1833 fue arrestado, condenado a muerte y fusilado por los monárquicos piamonteses.
La otra figura que da nombre a la calle que bordea el flanco izquierdo del edificio, es más conocida. Se trata de Paolo Borsellino (1940 – 1992), uno de los héroes más populares, junto a Giovanni Falcone, de la lucha anti – mafia. “En Italia todo el mundo los conoce y los aprecia”, me dijo Marilena, una joven calabresa que apoya, como traductora voluntaria, la presencia de los médicos cubanos en Turín, y que vigila junto a los epidemiólogos la manera en que se ponen y se quitan sus trajes especiales los que ingresan a la zona roja. “Ellos abrieron el primer mega proceso contra la mafia en la historia de Italia” –retoma la conversación cuando me ve llegar. Un coche bomba explotó frente a la casa de su madre en Palermo en 1992, provocándole la muerte a él y a cinco de sus escoltas. Ella también viene de una región donde prolifera el crimen organizado y le molesta ser etiquetada por eso. “Nací en un pueblo muy pequeño –somos unos 5 mil habitantes– en las montañas de Calabria, que no obstante, está a quince minutos del mar. En el Sur la gente es más abierta, más hospitalaria. El concepto de familia es muy fuerte (y de la comida). Sobre la mafia no se habla, no se cuentan historias, pero como son pocas personas en el pueblo, todos se conocen, puedes saber más o menos quién es afiliado y quién no. Pero no vas a decirle nada, ni él a ti. Y cuando ocurría alguna muerte violenta, se sabía que era por eso. No pasaba mucho, pero sí, tengo padres de amigas que murieron de esa forma. Ese tipo de persona se comporta bien en el pueblo, la gente se siente segura; tienen que cuidar a los habitantes del pueblo para cuidarse a sí mismos. Ahora tenemos en Calabria a un procurador que está luchando como Borsellino y como Falcone: el magistrado Nicola Gratteri”. Son hilos de poder que se enlazan con otros hilos, y que se comportan como trasnacionales, o viceversa, porque los brazos subterráneo y aéreo del Capital, se buscan, y se abrazan.
Las entrecalles de nuestra residencia llevan nombres significativos: el que representa al liberalismo primigenio, el de la libertad y la igualdad; y el que representa la lucha contra su degeneración histórica. La brigada médica cubana transita todos los días por ambas calles.