Apoyada en la pared de la sala de estar de un amigo hay una reproducción de una pintura del revolucionario cubano Fidel Castro. Mis ojos se dirigen repetidamente hacia ella durante una videoconferencia más. Escrito en la pintura negra de la esquina inferior derecha se lee:
A Fidel en sus 70 años
con la admiracion de
siempre.
Guayasamín
Este sería el cuarto y último retrato que el pintor indígena ecuatoriano, Oswaldo Guayasamín (1919-1999) pintaría de Fidel a lo largo de su amistad de cuatro décadas. Más que la barba y cejas emblemáticas de Fidel atraen la atención sus dos manos ahuecadas, buscando el cielo. Es una ofrenda amplia y ligeramente frágil, como diciendo, “yo vengo a ofrecer mi corazón”.
Estas manos son sorprendentemente parecidas a las manos que sostienen la luna y el sol en el mural central del edificio de la Asamblea Nacional del Ecuador, El Mural de la Patria se inauguró en 1988, resaltando la larga lucha del país para su liberación nacional: líderes indígenas, mujeres, campesinos y proletarios contra los males del colonialismo, la dictadura militar y la intervención imperialista. Si se mira con cuidado, en un panel de la izquierda está escrito CIA en el casco de un soldado nazi, en claras letras de molde. Encima dice “Patria”. A la izquierda están tres mujeres incluyendo la lideresa indígena Dolores Cacuango y la revolucionaria Manuela Sáenz, que se ganó el sobrenombre de “la libertadora del Libertador” después de salvar la vida de Simón Bolívar. Pintado sobre paneles de fibra de vidrio con una mezcla de pintura acrílica y polvo de mármol, “es una pintura hecha para durar mil años”, dijo Guayasamín.
Trabajando junto a Guayasamín en ese mural estaba Pavel Égüez, entonces todavía un estudiante adolescente. Égüez había golpeado a la puerta del gran muralista latinoamericano y muy pronto comenzaron a colaborar juntos en proyectos. El año pasado, en el centenario del nacimiento de Guayasamín, Égüez escribió, “Lo conocí, trabajé con él en varias ocasiones, nos dejó el mayor legado, la pasión por la pintura, una vida entregada al arte y su compromiso por las causas justas de la humanidad”. Este compromiso con las causas justas de la humanidad es el mismo que Égüez ha defendido en las tres décadas desde que el Mural de la Patria fue terminado.
Égüez es un pintor, muralista y humanista ecuatoriano cuyo trabajo carga el llanto y las aspiraciones de los pueblos de las Américas. El Instituto Tricontinental de Investigación Social se sentó a conversar con el sobre la situación del Ecuador y su nueva serie de pinturas, Cuarentena. El llama a los artistas a participar en las luchas del pueblo, y habla acerca de lo que significa no solo mantenerse vivo, sino mantenerse humano.
Almuerzo sobre la hierba
Égüez comenzó hablando de la doble crisis económica y de salud del Ecuador, un pequeño país que ha sido uno de los más duramente golpeados por la covid-19 en América Latina. A comienzos de junio, hay más de 44.000 casos confirmados y 3.700 muertes (sin añadir los miles de “muertes probables” sin análisis forense). A mediados de mayo se confirmó un primer caso en una de las comunidades indígenas remotas de la Amazonía, el pueblo waorani, sumándose a los 20.000 indígenas infectados en la región amazónica, que abarca ocho países. Cerca del 60% de los casos en el país están centrados en la importante ciudad portuaria de Guayaquil, alguna vez propagandeada por su municipio como “ciudad modelo”. Pero Égüez sabe bien que los males que la pandemia revela no son la causa sino el síntoma de lo que llama una “crisis civilizatoria”, una “tragedia en el orden político de la globalización y el capitalismo”.
“Esta crisis también muestra que el modelo de 30 años de un gobierno de derecha en Guayaquil es un fracaso total, ha creado una sociedad muy desigual”. La ciudad densamente poblada es una de las más desiguales en un país que tiene una tasa de pobreza del 25%. Muchos de sus residentes tienen trabajos precarios o están desempleados y viven al día, de modo que no pueden obedecer las órdenes gubernamentales de quedarse en casa. El gobierno está enterrado en escándalos de corrupción por precios escandalosos de alimentos y suministros médicos (compró máscaras en 12 dólares y bolsas para cadáveres en 148 dólares) “Quizá el gobierno se aprovechará de la situación e implementará una serie de políticas neoliberales”, dice, refiriéndose a la Ley de Ayuda Humanitaria y la Ley de Ordenamiento de las Finanzas Públicas, que están siendo tramitadas por el gobierno del presidente Lenín Moreno. Claramente aprobadas en respuesta a la pandemia, estas leyes han impulsado nuevas medidas de austeridad, reduciendo aún más la seguridad social y los derechos laborales en medio de la crisis.
De cara a esta calamidad, Égüez mira, atestigua. Cuando conversamos con el a comienzos de mayo, en su sexta semana en cuarentena, había creado 40 pinturas al óleo en la serie Cuarentena. Son retratos inquietantes en blanco, negro y grises sobre cartón, un fuerte contraste con las vívidas paletas de sus obras más conocidas. “Todos ellos están en sombras, para retratar la sensación de que, aunque estemos protegidos en nuestras casas, no podemos dejar de mirar el sufrimiento de la gente. No tienen que comer y no tienen condiciones para hacer cuarentena. Tienes que mirar con los ojos con los que Martí (el revolucionario cubano) miraba el mundo, a los que más necesitan, a los pobres”. En un tono más consolador añade “con esta serie, de alguna manera sufro un poco menos”.
Cuarentena se equilibra con una serie de pinturas más privada, a todo color, sus interpretaciones del Almuerzo sobre la hierba (1863) de Edouard Manet. La pintura original pre-impresionista muestra a dos hombres completamente vestidos en un picnic con una mujer desnuda, a la que su amiga pintora, Victorine Meurent, sirvió de modelo. Almuerzo sobre la hierba sacudió a los espectadores de su época por su contenido y estilo atrevidos, fue rechazada por la exhibición del Salón oficial y desde entonces ha sido objeto de incontables interpretaciones feministas. ¿Por qué estaba desnuda y qué significa su mirada franca? Como muchas mujeres artistas de clase trabajadora, Meurent apenas si llegó a las notas de pie de página de la historia del arte. Sin embargo, a través de esta pintura, ahora canónica, continúa existiendo. Con su radiante desnudez y su mirada desafiante, es observada, pero nos mira también. Para Égüez es una metáfora, un grito de esperanza. “Cuando estás encerrado, la única cosa que queda es pensar en ese almuerzo sobre la hierba”.
Lxs artistas conquistamos nuestra propia mirada a través de la creación
“Este tiempo es para un trabajo más íntimo. Es para pensar sobre este momento histórico”, comenta Égüez sobre las pinturas que ha hecho en la cuarentena, Son un contraste con su trabajo como muralista, que está normalmente ubicado en las calles y es de tamaño arquitectónico. Uno de sus mayores murales es el Grito de la Memoria, de 340 metros, en Quito. Un homenaje, en azulejos de cerámica, a la importancia de la esfera pública. Sus murales privilegian los espacios públicos por sobre los comerciales o privados. El defiende el acceso al arte público con la misma fuerza que defiende el sector público que cree que es vital para combatir esta crisis mundial de salud.
Grito de la Memoria lleva consigo la gran tradición muralista latinoamericana –Rivera, Siqueiros, Orozco, Guayasamín, Portinari– que comienza con la Revolución Mexicana de 1910. Nacido de la lucha por tierra y libertad, el muralismo mexicano fue un movimiento por la descolonización del arte y la cultura. En la historia colonial de América Latina, Égüez dice: “no solo los actores sociales y políticos fueron excluidos, incluso el paisaje fue excluido del arte. Todo fue secuestrado. Si no descolonizamos la cultura, no tendremos otra forma de ver. Tenemos que conquistar nuestra propia mirada, y los artistas conquistamos nuestra mirada a través de la creación”.
Los pueblos en lucha muestran el camino a lxs artistas
En la búsqueda de una nueva forma de mirar –una estética popular– Égüez resalta el protagonismo de los movimientos sociales: “No puedes hablar de lo popular sin levantar las banderas del pueblo, las ideas claves son la lucha por la tierra y por la identidad, la recuperación de la historia, de las culturas indígenas que fueron borradas”. En los murales de Égüez, esto es lo que se encuentra exactamente, lxs excluidxs como protagonistas, lxs que trabajan se convierten en dueños de sus capacidades. En palabras de Égüez, “Los pueblos en lucha muestran el camino a lxs artistas, el artista sigue el sendero cuando el pueblo abre las fronteras”.
“Cuba abrió un nuevo camino para nosotros, también el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, el movimiento a través del cual nos contactamos con el. Bajo la bandera de la lucha por la tierra, la reforma agraria y la transformación social, “el MST fue uno de los primeros movimientos preocupados por asuntos clave como la soberanía alimentaria, defender la tierra y luchar contra el gran capital, el agronegocio y la mala distribución de la tierra”.
Égüez tiene una lección para artistas de todo el mundo: únanse a los movimientos sociales. Después de todo, añade, “los movimientos sociales construyen las tesis del futuro” y las ideas y demandas que surgen de los movimientos son lo que puede “potencializar el arte”. Égüez pone su teoría en práctica y una búsqueda de sus obras online lo demuestra: Migrantes, Ditadura nunca mais, Ele não, Ayotizinapa, Xenofobia, Free Assange, 8 de marzo, Venezuela, Derecho al aborto. Estas son algunas de las luchas populares que constituyen el cuerpo de su obra, de mas de 10.000 piezas, que ha sido creada al servicio de los movimientos sociales.
No solo mantenerse vivo sino mantenerse humano
En la serie Cuarentena, Pavel Égüez incluye una cita de la novela distópica de George Orwell, 1984 (publicada en 1949): “El objetivo no es solo mantenerse vivo sino mantenerse humano”. Égüez elabora esta cita, “lo que el capitalismo nos ha mostrado en esta crisis es su forma inhumana de enfrentarla… Ser humanos es vivir juntxs, cuidarnos, que el Estado cuide a la gente y a nuestra cultura – lo que el neoliberalismo no ha podido hacer. Necesitamos un modelo diferente, uno en el que podamos ser humanxs” – una cultura popular que pueda guiarnos a través de este momento histórico mundial y abrir un nuevo camino para la vida.
En el Instituto Tricontinental de Investigación Social hemos estado construyendo una red de artistas alineados con los movimientos, juntamente con la plataforma política internacional de la Asamblea Internacional de los Pueblos. Lanzamos la primera convocatoria a la Exposición de Afiches Antiimperialistas. Esta serie de cuatro exposiciones en línea en los próximos meses servirá como instrumento cultural para animar y profundizar el proceso político de la Jornada Internacional de Lucha Antiimperialista, una plataforma política que ha surgido de cientos de movimientos populares, organizaciones políticas y redes de todo el mundo. La próxima exhibición es sobre el tema: neoliberalismo.
Los invitamos a contribuir con arte a este proceso.
Esperamos que puedan unirse.
Esperamos que podamos encontrarnos de nuevo en la lucha, y que podamos tener de nuevo almuerzos sobre la hierba, como seres humanos.
Fuente: Tricontinental