1 de julio de 2020

Siento la respiración sincopada y profunda de los maratonistas. Este es el tramo más difícil, cuando la meta está lo suficientemente cercana para ser avistada y lo suficientemente lejana, para exigirnos un último esfuerzo. No podemos perder el ritmo, ni relajarnos, ni siquiera podemos pensar en la victoria. Somos maratonistas. Los espectadores empiezan a aplaudir, se anticipan, pero nada ha cambiado, nada, hasta que se pisa la meta. Hoy es primero de julio y se inicia el conteo regresivo. Hoy es miércoles y la semana que viene el hospital, nuestro hospital en Turín, cierra, al menos por unos meses. Se prepara la despedida, pero nosotros todavía corremos. Hemos venido por una emergencia y nos retiramos cuando cesa. Que la emergencia se suprima es una victoria. Pero aún hay alrededor de veinte pacientes en el hospital, algunos muy antiguos y queridos, como Martina y María, las dos amigas. Un tampón acaba de darle negativo a María, pero Martina aún es positiva. Martina y yo nos escribimos por Facebook. Ella lee mis crónicas, las traduce el señor Google. Me ha enviado fotos de los pacientes “amotinados”, diciéndonos adiós y un pequeño video en donde todos claman al unísono ¡OGR!… Si ella no se cura, la victoria no es completa. ¿No sabremos más del destino de esos hombres y mujeres? Siempre habrá maratonistas, la carrera nunca termina, somos nosotros los que terminamos, ahora, aquí, para seguir mañana allá, o en cualquier otro lugar. La meta es provisoria, personal, entregamos el batón a otros corredores. Pero dejamos atrás afectos, bellas experiencias, satisfacciones incomparables. Este edificio, alguna vez, volverá a ser un Centro cultural recreativo. En la enorme zona roja, despojada de cubículos y camas, se reunirá una muchachada dispuesta a bailar hasta la madrugada. En el escenario, una banda de rock estremecerá las paredes de la OGR y las luces rojas, azules, blancas, recorrerán los rincones donde antes lucharon por la vida enfermos y médicos. Serán mejores tiempos. Pero en algún otro lugar del planeta, los médicos y enfermeros de la Brigada Henry Reeve, iniciarán o terminarán otra carrera. Los que salvan vidas son maratonistas. No hay descanso para ellos. Empiezan a escucharse los aplausos, pero aún corremos. Nunca dejaremos de correr.

Por REDH-Cuba

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