La figura de Simón Bolívar es una de las más importantes para el continente y, en particular, para Venezuela. Con el chavismo, el libertador bajó de las estatuas y se hizo parte del idioma popular, el de cada día. Su legado invita hoy a pensar el panorama de una América Latina desunida.
Cualquiera que haya estado en Venezuela en los últimos 20 años habrá notado la presencia de Simón Bolívar en murales, canchas de barrio, portadas de libros, plazas, mapas, avenidas, películas, franelas, movilizaciones, conversaciones, en el Panteón, en el mismo nombre del país: República Bolivariana de Venezuela.
No sucede lo mismo en la mayoría de los demás países del continente. Los héroes de la independencia —a excepción de Cuba— no tienen la misma constancia visual, ni integran de la misma forma la lengua popular, la de todos los días. En Venezuela, «Bolívar es una presencia permanente», remarca a Sputnik Giordana García, investigadora social y promotora cultural venezolana.
Bolívar siempre estuvo presente en Venezuela, pero su figura cambió, fue cambiada: «el chavismo trató de reescribirlo y sacarlo de esa sombra que más bien apabullaba, que era una cosa lejana, etérea, y lo volvió una praxis cotidiana».
Así, Simón Bolívar, el libertador, padre de la Gran Colombia, fue bajado «de un pedestal mítico, legendario, estatuario, estudiado exegéticamente en las academias», y se transformó en una parte central, diaria, cercana, del proceso político que viene gobernando el país desde el año 1999.
«Pendiente que Bolívar sigue vigente», dice una de las consignas que acompañan a Bolívar en un mural al llegar a la avenida Baralt desde el barrio La Pastora. Vigente en muchas cosas.
El libertador
«Bolívar es un timonel en la historia de América Latina desde el siglo XIX hasta hoy, sobre todo relacionado a lo que tiene que ver con la independencia de Venezuela y estos pedazos de tierra que eran parte del reino de España», explica García.
El libertador Simón Bolívar, nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, encabezó los procesos de independencia en gran parte de América del Sur, conformando la Gran Colombia, integrada por las actuales Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, que duró jurídicamente entre 1821 y 1831. Su vida es la de las batallas que parecían imposibles, las derrotas seguidas de victorias y muchas veces también de traiciones.
«La mayor idea-fuerza relacionada a Bolívar es la lucha por la independencia, la soberanía, la fundación de la República de manera antiimperialista», señala García, quien resalta también cómo Bolívar fue «un hombre que se adelantó muchísimo viviendo en su tiempo».
«Bolívar supo muy bien vivir sus circunstancias, comprenderlas, estar a la altura, comprender a sus semejantes en el momento histórico que le tocó vivir, por eso tuvo esa facilidad para unir a los dispersos, a los separados».
Giordana García resalta de las enseñanzas de Bolívar su capacidad para, luego de perder la Segunda República, aprender «la lección de que el pueblo que iba a seguir las campañas para liberarse de la corona era el pueblo pobre, negro, indígena, campesino, que solo con los criollos, los mantuanos, no podía contar».
La lista del legado de Bolívar señalada por García es grande: la concepción de unidad dentro de la diversidad, los derechos sociales, la abolición de la esclavitud, la separación del Estado y de la Iglesia, la importancia de la comunicación, de formar al pueblo.
El paso de Bolívar por el continente latinoamericano es grande. Su nombre está asociado a documentos como la Carta de Jamaica de 1815, hechos fundacionales como el Congreso de Angostura de 1819, batallas como la de Carabobo de 1821, piezas literarias como Mi Delirio sobre el Chimborazo de 1822, y acontecimientos como el Encuentro de Guayaquil de ese mismo año.
El regreso a las calles
Bolívar pasó de encabezar ejércitos de oprimidos para lograr la independencia de varias de las actuales Repúblicas de América Latina, a ver dividida la Gran Colombia, morir en Santa Marta en 1830, y ser convertido luego en plazas y estatuas.
Su regreso como figura viva ocurrió con el chavismo. «Chávez fue un gran bolivariano, la República de Venezuela acuñó el nombre de bolivariana con el chavismo, todos los documentos fundacionales del chavismo son profundamente bolivarianos, es algo que está allí en la sangre del chavismo, en lo discursivo y en la praxis».
Y ese Bolívar reconstruido en los tiempos del chavismo, volvió al libertador «cotidianeidad, hábito, ejemplo de praxis cotidiana, de forma de hacer, de ser, de relacionarnos socialmente». Bolívar fue apropiado por millones.
El proyecto chavista tiene en su interior ideas-fuerza centrales de Bolívar: la independencia, la unidad latinoamericana, la base popular necesaria para todo proyecto de transformación revolucionaria, el antiimperialismo, la necesidad de la formación, la educación.
Eso explica, por ejemplo, cómo en Venezuela tomó tanta profundidad la dimensión latinoamericana, una «solidaridad regional, un sentimiento de patria grande que, todavía a pesar de la crisis, de la socavación en todos los sentidos que ha padecido Venezuela por la guerra múltiple contra el chavismo, sin embargo, se mantenga en la mayoría de los venezolanos como un sentido común».
Existe, además, cierta realidad «en el parangón que se puede hacer entre Chávez y Bolívar», afirma García. «Son hombres que han sabido leer sus circunstancias, a sus congéneres en un momento histórico, han sabido sumar, unir, aglomerar las fuerzas sociales para construir un bloque que pueda oponerse a los sistemas de dominación».
No solamente la vida de ambos tiene cierto parangón. También en la muerte existen puntos de contacto: «la muerte de Chávez tiene un antes y un después, al morir esa figura de manera trágica, también como Bolívar, tan joven, en un momento donde podía dar muchísimo más, en el clímax de la capacidad estratégica, política, intelectual, hay una orfandad allí».
Bolívar hoy
El inicio del siglo XXI fue el de mayor integración latinoamericana. Uno de los motores centrales fue Chávez, quien fue parte imprescindible para la construcción de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La llegada de las derechas a la mayoría de los gobiernos en los últimos años trajo consigo el retroceso en la integración. Cada uno de esos presidentes adoptó una política exterior de alineación con Estados Unidos, dando la espalda al continente.
«Hay que volver a traer a Bolívar y Chávez, si hay una enseñanza que está comprobadísima y que no deja de perder vigencia es la necesidad de sumar y unir en contra de este sistema de dominación que nos tiene apabullados, en contra de las élites que sí se unen para socavar a los movimientos populares, los gobiernos populares, progresistas, o cualquier tipo de alternativa».
Volver al libertador de carne y hueso, afirma García, apropiado por «las clases populares, la gente de a pie, los movimientos, las dinámicas de unión de fuerzas, para generar otra vez un bloque que pueda enfrentarse a las élites».
Ese Bolívar significa «reconstruir esa arquitectura multilateral», donde se conforme una integración entre gobiernos, movimientos sociales, organizaciones populares, en «la diplomacia de los pueblos, como la llamó Chávez».
Esa urgencia se torna particularmente visible en esta época convulsa atravesada de muchos acontecimientos, como las revueltas contra el neoliberalismo que comenzaron en varios países del continente en el 2019, el golpe de Estado en Bolivia, el asedio contra Venezuela, la proscripción política en Ecuador, la pandemia con su actual epicentro en América Latina, la recesión económica.
Hoy, cuando más se necesita una unidad continental para enfrentar esa cantidad de desafíos, es cuando, justamente, el proceso de integración atraviesa un retroceso marcado. Esa unión es también necesaria para relacionarse como región con los demás países y potencias del mundo, y para enfrentar los diferentes embates ininterrumpidos de Estados Unidos.
Ya lo anunciaba Bolívar: «Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad». Y Estados Unidos vio siempre una amenaza en el proyecto bolivariano.
Fuente: Sputnik