Un bastión moral llamado Cuba.
En cualquier balance afectivo e intelectual (juntos o separados) que hagamos en América Latina y el Caribe, encontraremos a Cuba como ref-erente infaltable y como deuda impagable. No son pocos los protagonistas políticos, intelectuales o artísticos que no tengan, en su vida y obra, una fuente referencial orig-inaria de Cuba. Quienes crecimos con la Revolución, que supimos de ella con sus victorias y sus tropiezos, tenemos la ganancia especial de su ética y su resistencia expresadas en todas sus batallas. Cuba nosenseñó la importancia del ser y el hacer revolucionario a pesar de todos los pesares. A pesar, incluso, de las diferencias y las in-diferencias. Cuba estuvo y Cuba está ahí, siempre firme. Entiéndase aquí el concepto Moral como lo entendía Sánchez Vázquez: “Moral y política”. Es inimaginable la “izquierda latinoamericana” sin la influencia, desigual y combinada, que Cuba implica en la hora de entender el presente continental y las tareas del futuro inmediato. Es inimaginable la “Patria Grande” sin el fulgor revolucionario de Cuba en las horas decisivas para la unidad continental y en las horas cruciales de las luchas “particulares”.
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Fidel Filósofo. El eslabón más alto de la dignidad.
“Recuerden que el eslabón más alto que puede alcanzar la especie humana es ser revolucionario”.
Ernersto Che Guevara
Es preciso estudiar el carácter filosófico de la obra revolucionaria de Fidel, de la mano de su pueblo. No por ambiciones museísticas o enciclopédi-cas, sino porque la humanidad vive una crisis de dirección revolucionaria donde son indispensables los aportes y los debates posibles que el pensamiento de Fidel y su obra fecundan permanentemente. Siempre creyó que es posible cambiar al mundo, porque es insostenible e insoportable la aberración oligarca que hace de la vida un esperpento desolador donde se destruye a la especie humana y al planeta entero.
Entre todas las dimensiones revolucionarias de Fidel, la de “filósofo” tiene brillo y definiciones propias. En su pensamiento, y especialmente en su praxis, fijó coordenadas clarísimas para entender su inteligencia y su vigencia revolucionaria capaces de superponerse al paso del tiempo y a toda forma del olvido. Fidel, por ejemplo, prestó carne al pensamiento de José Martí, lo hizo suyo y lo profundizó. Fidel trabó litigio permanente contra la realidad miserable que carcomía al pueblo no sólo bajo la dictadura de Batista, sino mucho antes. De aquel Martí y de ese litigio contra la injusticia emerge la certeza definitiva de un filosofar en lucha que asciende hacia la praxis revolucionaria y que por cumplirse como ejemplo y con lealtad durante toda una vida, derrota a la muerte y derrota al olvido. Porque las ideas revolucionarias son ideas que deben perfeccionarse permanentemente.
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