Para Allende, quien un 11 puso semilla de revolución en mi asomo de vida.
Para Miguel, quien un 5 la hizo florecer en combate.
Para Adriana, quien me enseñó cómo vive y muere un revolucionario.
Para Chávez, quien pasó por mí.
Para Fidel, quien todo eso lo hizo posible.
Pedro Santander Molina
Prólogo de Fernando Buen Abad Domínguez al libro La-batalla-comunicacional: Defensa, ataque y contrataque en América Latina
Aquí se exponen algunas de las más importantes problemáticas comunicacionales de nuestro tiempo. Este libro asumió una de las tareas más arduas, y al mismo tiempo necesarias, para comprender el paisaje desigual y combinado de un mundo en el que los más sorprendentes logros tecnológicos y demográficos, conviven con las ideas más alienantes desarrolladas por el capitalismo. En este texto, el trabajo que define los escenarios de la “batalla comunicacional” en sus niveles más diversos, se convierte en instrumento de lucha. Corta los caminos y va directo al núcleo conflictivo de cada tema sin atomizar los factores de un escenario mundial en el que es vital identificar la trama tecnológico-instrumental imbricada con las vertientes ideológicas dominantes. Hace reconocible un escenario de disputa, y en disputa, donde es imperdonable perder de vista los intereses que dan forma a la base económica de la “batalla comunicacional”, por cierto, también guerra inter-burguesa.
Desde el índice de esta obra, que opera a veces punto de observación elevado y a veces como perspectiva de trinchera “a ras de tierra”, se hace visible el panorama conflictivo que emana del debate capital-trabajo en los territorios de la comunicación. Sus capítulos funcionan como acercamientos y como expediciones a los entresijos de las contradicciones que van de lo obvio a lo “subliminal”, siempre montados en esa dinámica apabullante con que la ideología de la clase dominante se arroga el don de la ubicuidad y de la velocidad para sus ofensivas mediáticas. Multiplicidad de escenarios invadidos en simultáneo y a nivel planetario.
No se olvida el autor de este texto, de hacer un recorrido que examina a las fuerzas y las capacidades con que se organizan las resistencias o los contraataques al poder mediático hegemónico. Eso permite esclarecer que, “desde que las guerras son guerras”, se desarrollaron aparatos de dominación ideológica para imponer a los dominados el conjunto de los valores y creencias de quien “gana” (incluso desde antes). Que las invasiones jamás han quedado exentas de invasiones éticas, morales o estéticas… tecnológicas, científicas o psicológicas. Que la dominación sobre uno, o muchos pueblos, sería imposible sin la “transculturación” diversificada y estratificada, en la que suele verse la paradoja de la víctima adorando a su verdugo, convencida de que el yugo es lo mejor que pudo ocurrirle y que debe agradecerlo, entre otras formas, heredándolo a su prole como la mejor riqueza imaginable. No importa si se disfraza de mansiones, cuentas bancarias, heráldicas o refraneros… incluso, carreras universitarias.
En el repertorio de las “fuerzas armadas” hegemónicas están las “municiones simbólicas” que operan, guardadas las proporciones, como bayonetas o tanques. Sus arsenales suelen concentrarse (no exclusivamente) en los “medios de comunicación”, en las iglesias, la educación, los hábitos de consumo, los cancioneros y los “informativos” hegemónicos infiltrados, incluso, hasta los lugares más íntimos de la vida doméstica, y desde donde se imponen estereotipos políticos, económicos, sociales, sexuales y amorosos. La guerra desplegada en los territorios simbólicos, la batalla ideológica, la guerra de suplantación cultural y las armas para derrotar, también, psicológicamente a los pueblos. La lucha de clases desplegada, simultáneamente, en los “mass media”.
Aunque Pedro Santander advierte que es “un lugar común señalar que los medios de comunicación juegan un rol central en la política, en las relaciones de poder, en desestabilizar gobiernos, o incluso en lo que la gente hace, dice y piensa.”… bien vale la pena insistir, una y otra vez, en que ese “rol central” debe ser sometido a escrutinio social permanentemente, porque implica un poder no consensuado, implica un poder que se ha deslizado en los intersticios de la vida para instalarse como “parte de un paisaje” mayoritariamente al margen de la vida democrática que tanto ha costado, a nuestros pueblos, construir a precio de sangre y fuego. El “Informe MacBride”, Un Solo Mundo Voces Múltiples, (1980) ya advertía que los procesos acelerados de concentración monopólica de medios de comunicación, representaba una amenaza contra las democracias. A pesar de sus imperfecciones aun vigentes.
En la obra de Pedro Santander se destaca, especialmente, que en la “batalla comunicacional” impone la responsabilidad de saber cómo usar las armas, las tecnologías, los modelos narrativos de nuevo género, las sintaxis (todas) a la altura de las luchas sociales… producir masa crítica de conciencia insurreccional, guerrillas semióticas y metodología para diseñar y producir contenidos inteligentes capaces de disputar, sin imitar ni copiar, los formatos hegemónicos con las agendas, los discursos o las estéticas de la clase dominante. Nos va la vida en esta lucha. Y la autocrítica es escasa.
En horas en que la guerra mediática se mueve con nosotros y en nosotros, en nuestros bolsillos, en nuestros cerebros y corazones, en los teléfonos
portátiles, en las marcas que consumimos para alimentarnos, vestirnos o divertirnos… en horas de espionaje “big data” minuto a minuto, de informaciones falsas instando todo tipo de desiciones personales o colectivas… no imaginamos con mediana exactitud cuántas personas están siendo victimadas por algún misil mediático disparado para impactar en su voluntad o su consciencia. Pero para cuando comenzamos a explicarlo, el dispositivo creado para desfigurar la realidad, en todas sus escalas, ha cumplido su cometido. Nuestra lentitud es muy peligrosa. Nuestra incomprensión de tales batallas es, también, un peligro.
Incluso las vacunas contra la ideología de la clase dominante, que los pueblos han producido al calor de sus luchas, han sido blanco de de ridiculizaciones, distorsiones y linchamientos para que pierdan efectividad. Eso, también nos ha enseñado a no responder linealmente, ingenuamente, porque no es suficiente esgrimir información válida, desmentida o consensual… es insuficiente producir respuestas sólo reactivas, incluso si cuentan con la inmediatez de lo digital. Es necesario propagar un método de crítica que surja desde abajo, que se haga carne de las luchas, que se asimile metabólicamente al combate que emancipa sólo cuando es parte del arsenal vivo de la resistencia y de la vanguardia. Método para la lectura del escenario, para la anticipación ante las agresiones y para la construcción del corpus lógico y simbólico que los pueblos parirían en su liberación de la dictadura del capitalismo.
Se ha infiltrado las ofensivas mediáticas, financiadas por el imperialismo, en la manipulación de la información así como en la manipulación de las emociones. La lógica anestesiada por la emoción, los contenidos mutaron en “pasiones” e irracionalidad. Todo eso facilitado por una “semiósfera” de facilísimo, de pereza mental prefabricada y desinterés funcional. Formas del individualismo, del solipsismo y de la apatía en formatos depresivos inducidos. Nada mejor que la desesperanza inoculada con sentimentalismo chatarra… pero elevada a pensamiento con autoridad moral. Todo eso significa debilitamiento de la fe en lo colectivo, de la esperanza en la humanidad y en la capacidad de los pueblos para emanciparse. La guerra psicológica en pleno.
En las páginas de este trabajo se profundiza cada una de las problemáticas de la “batalla comunicacional”, asimétrica, perversa y camuflada… donde corregir errores, rápidamente, es una obligación de supervivencia. Y es que, incluso, aciertos y victorias sociales, adquieren el riesgo de lo efímero y relativo. Por eso es imperativo acompañarlas con dispositivos de re-
aseguro y duración dialécticos. Todo está en movimiento permanente y el quietísimo es un peligro siempre. Por impericia, por ignorancia, por lecturas erróneas del escenario de guerra o por burocratismo, se descuida la lucha y se la banaliza con rutinas desacertadas, mientras el enemigo ataca con sus mejores tecnologías, su mayor creatividad y sus mejores laboratorios.
Es urgente un método emancipador de contenidos y enriquecedor de experiencias formales, en una dialéctica poderosa que no pueda ser degollada por burocracia alguna, ni por el aventurerismo de arribistas u oportunistas. Es urgente una metodología consensuada, desde la semántica y hasta la distribución táctica de las tareas. Hace falta dar ese paso científico, por fin, que tanto han pedido los líderes más avanzados y los pueblos en combate que los han parido. Hace falta tomar la decisión por un Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación, por la Paz, por los Derechos Humanos… por la emancipación de la comunicación que anhelamos emancipada y emancipadora. En esta obra, de perspectiva amplia y profunda, se abonan datos diversos y nuevos que habrán de ocupar, pronto, su lugar en la construcción de ese método invocado para el analisis, para la transformación y para la construcción de la praxis humanística objetiva que reclama nuestro tiempo. Método transformador que florezca en manos de los pueblos críticos.
Fernando Buen Abad Domínguez.