Hace 62 años, un 1º de enero de 1959, triunfó la Revolución Cubana. Los barbudos encabezados por Fidel Castro entraban a La Habana y coronaban la victoria del pueblo cubano sobre una de las dictaduras más terribles conocidas hasta entonces en nuestro continente.
Comenzaba la edificación de un proceso que las y los cubanos llaman Revolución, así con mayúsculas, y nosotros con ellos.
A esa Revolución le han escrito poesías y le han cantado canciones en todos los géneros musicales imaginables, una canción de rock and roll dice: “Puede que algún machete se enrede en la maleza, puede que algunas noches las estrellas no quieran salir, puede que con tus brazos haya que abrir la selva, pero a pesar de los pesares, como sea, Cuba va”.
Y hace 62 años que es así. Esa Revolución a la que nuestro Rodney Arismendi definió como “un escándalo teórico” y un cambio en calidad en la lucha emancipatoria de nuestros pueblos latinoamericanos porque marcó el comienzo de la segunda y definitiva independencia. Es muy importante calibrar la importancia de Cuba y su Revolución para todas y todos los latinoamericanos que luchamos por un horizonte superador del capitalismo. Pero antes, hay que señalar lo que implica para las y los cubanos la Revolución, su Revolución.
Las y los cubanos saben, hasta los más críticos, que no habría Cuba sin Revolución. En Cuba, Revolución, no es sólo libertad e igualdad, es decir democracia, por primera vez en la historia, por sobre todas las cosas es independencia, es soberanía. Sin Revolución, Cuba sería lo que era, una colonia yanqui, con la tragedia social y humana de Haití. Eso era lo que le reservaba a Cuba el capitalismo. Eso evitó y evita la Revolución. En Cuba, Revolución es dignidad, por eso resisten, hace ya 62 años.
Fidel el 1° de mayo de 2000 en una situación muy difícil definió el concepto de la Revolución para los cubanos:
“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.
La Revolución no ha tenido un segundo de tregua en estos 62 años. El amor de la mayoría de su pueblo, arropado por el cariño y la solidaridad de los pueblos de Nuestra América y del mundo, ha enfrentado el odio del imperialismo yanqui y de la oligarquía sanguinaria que fue desplazada del poder y que sueña con restablecer sus privilegios mimada y financiada generosamente en Miami.
La Revolución tuvo que enfrentar el hostigamiento permanente y la agresión constante. Los cientos de actos terroristas organizados y financiados por la CIA. La invasión de Playa Girón, derrotada en 72 horas. Como respuesta a esa escalada el pueblo cubano radicalizó la Revolución y la proclamó socialista.
Y vino el bloqueo, terrible. Ningún pueblo ha sido bloqueado así, durante tanto tiempo, y la respuesta, una vez más fue la unidad, social y política del pueblo, y como si fuera poco, la creación del Partido Comunista de Cuba y su definición marxista-leninista. El Partido Comunista de Cuba nació como síntesis política de la unidad del pueblo cubano en Revolución y recoge la tradición histórica de José Martí. Es marxista leninista, por supuesto, pero es martiano y con orgullo.
Eso es lo que no le perdonan a la Revolución Cubana el imperialismo y la reacción internacional: la decisión de no rendirse nuca, de no claudicar.
En estos 62 años la Revolución cubana ha cumplido lo que asumió como compromiso ante su pueblo. El programa del Moncada, por el que se levantó el pueblo cubano entero, fue cumplido a cabalidad, punto por punto. Reforma agraria, salud y educación para todos, reconocimiento e impulso, por primera vez en la historia de la igualdad de la mujer, «la revolución en la revolución», la llamaba Fidel.
Y aquí habría que agregar un largo etcétera, el impulso a la cultura, la educación superior más extendida del continente, el desarrollo de la ciencia, que por ejemplo hace que hoy Cuba sea el único país del tercer mundo que está desarrollando su vacuna contra el COVID 19 y que vaya a inmunizar a todo su pueblo con vacuna propia.
Y, además, Cuba fue y es solidaridad, humanismo llevado a la acción concreta. Los médicos cubanos llevaron salud a cientos de países, con la Operación Milagro, con los hospitales en Haití, contra el Ébola. La alfabetización cubana ayudó a millones a aprender a leer y escribir. Cuba fue refugio y salvó la vida de decenas de miles de latinoamericanos en la noche oscura de las dictaduras fascistas.
Cuba fue a Angola, enfrentó al imperialismo y contribuyó a su independencia, a la de Namibia y Mozambique, y a la caída del Apartheid en la Sud Africa racista, hecho que Nelson Mandela reconoció al salir de décadas de cárcel viajando a Cuba para abrazar a Fidel. Cuba también es aporte decisivo para la construcción de la paz, en Guatemala y en El Salvador y más adelante en Colombia. Y Cuba es nuevamente solidaridad ejemplar con sus brigadas médicas desplegadas en el mundo para apoyar a la lucha contra el COVID 19.
La Revolución cubana es imperfecta, como toda obra humana. La crítica a su propia Revolución ha sido y es otra de las características de ese proceso profundamente popular. En diferentes períodos históricos y también en el presente.
Cuba enfrenta hoy una situación económica y social muy difícil, agravada por el bloqueo, que el gobierno de Donald Trump ha recrudecido a niveles miserables, llegando incluso a prohibir la compra de insumos médicos en medio de la pandemia, pero también por errores propios y retrasos en la construcción de las bases de una nueva sociedad, que han sido discutidos públicamente en el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, en el proceso de reforma de la Constitución y lo están siendo ahora hacia el VIII Congreso Partidario.
A los problemas comunes de otros países de nuestro continente la migración económica, el impacto de las remesas, el intercambio económico desigual, etc., Cuba le agrega los de la construcción de una sociedad nueva.
Como si esto fuera poco la Revolución tiene también el enorme desafío de procesar el relevo de la generación histórica que la encabezó. Miguel Díaz Canel, el presidente de Cuba, sucedió nada más y nada menos que a Raúl Castro, uno de los jefes de la Revolución.
La generación histórica que se sobrepuso al asesinato o caída en combate de varios de sus principales cuadros como Abel Santamaría en el Moncada, Frank Pais en la lucha clandestina, Camilo Cienfuegos luego del triunfo, el Che en Bolivia, y más acá en el tiempo Celia Sánchez y Melba Hernández, Haydee Santamaría, Vilma Espín, Almeida Bosque y nada menos que Fidel; ahora cumple uno de los pasos más difíciles en todos los procesos revolucionarios: asegurar su continuidad y su proyección futura.
No somos fiscales de otros pueblos, nos paramos ante la realidad del mundo desde una posición de principios: el respeto a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, la no injerencia y eso en América Latina implica una definición antimperialista. La soberanía y la autodeterminación incluyen el respeto a la decisión soberana de un pueblo de construir otro sistema social y político.
Ese aspecto a veces es soslayado, cuando no ocultado, deliberadamente.
Cuba tiene derecho a su independencia y también tiene derecho a su Revolución y al socialismo. Nuestra posición ante Cuba se resume, históricamente, en tres palabras: solidaridad, solidaridad y más solidaridad. Estamos con Cuba y su Revolución.
Cuba, su pueblo y su revolución se han ganado el derecho de decidir su destino. Y es en defensa de ese derecho, ganado con heroísmo y dignidad, que expresamos nuestra solidaridad.
Los agoreros de siempre, con un rol miserable del agente yanqui que preside la OEA, Luis Almagro, vociferan anuncios apocalípticos. No es nada nuevo. Otros predijeron que se caería no más al comenzar. Lo repitieron cuando cayó el socialismo en Europa y la URSS. Lo volvieron a decir cuando las crisis de los balseros y de Mariel. Lo proclamaron cuando murió Fidel. Y Cuba su Revolución, no sin problemas y dolores, han seguido su construcción de una sociedad nueva. Con una conquista estratégica, planteada por Martí y defendida por Fidel: la unidad social y política del pueblo.
En este nuevo aniversario el pueblo cubano debe saber que no está solo en su lucha por construir soberanamente su destino, estamos con él millones en todo el mundo, porque Cuba y su Revolución también han sido y son parte bonita de nuestros sueños, los más queridos.
Hoy como hace 62 años, contra viento y marea, Cuba va.
Fuente: Cubadebate