Entrevista y testimonio de José Bell Lara
Tú fuiste uno de los principales promotores y organizadores de la revista Referencias, de la cual se publicaron en Cuba más de una docena de números entre 1969 y 1973. ¿Cómo llegaste a ella?
Durante mi infancia, en Guantánamo, era vendedor de revistas, me leía casi todas las que vendía y tenía la ilusión de publicar una revista a la que llamaría Síntesis —estaba influido por el modelo de Selecciones del Readers Digest. Siendo estudiante de la Escuela Técnica Industrial de Rancho Boyeros fui uno de los redactores de la revista de la escuela que se llamaba El Técnico; al triunfo de la Revolución colaboré en la revista Rebelde 6 de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), posteriormente fundé y dirigí la revista Juventud que salió en diciembre de 1959.
Tenía inclinación por la reflexión teórica, aunque era mecánico —y no bueno— en Cubana de Aviación, por cierto durante un tiempo fui corredactor de la revista Aerovoz, órgano de la Federación Aérea Nacional, y en el Colegio Nacional de Técnicos Industriales en 1959 fundé y dirigí la Escuela de Adoctrinamiento Revolucionario “Pedro M. Rodríguez”, que funcionaba una noche a la semana.
Una vez en el Departamento de Filosofía comencé espontáneamente a colaborar en la aparición de Pensamiento crítico, y en el segundo número me incorporaron a su Consejo de Dirección, de hecho, fungí como su editor, quizá pudiera llamarle operativo. Paralelamente, a fines del año 1968, comencé a publicar Referencias. Así llegué.
¿En qué contexto político, cultural e intelectual surgió la iniciativa?
En la década del 60 la educación superior estaba en efervescencia y transformación, y el estudiantado de la Universidad de La Habana (UH) estaba constituido, en cierta proporción, por compañeros y compañeras que habían participado en la lucha clandestina y guerrillera, en Girón, en la lucha contra bandidos y otros que tenían responsabilidades en organismos estatales y políticos. De ahí que en general, el alumnado estaba mejor informado que los profesores sobre el acontecer internacional y especialmente el latinoamericano.
Con la apreciación de esa situación, el decano de la Facultad de Humanidades, Dr. Carlos Amat, convocó a una reunión en la que participé con la compañera María Ruiz Bravo, secretaria del Comité del Partido Comunista de Cuba (PCC) a cargo de la Orientación Revolucionaria. Allí expresó esta preocupación y solicitó nuestra colaboración porque en una de las escuelas universitarias se había producido una discusión entre algunos profesores y estudiantes al desconocer aquellos el carácter nacionalista del movimiento militar de Velasco Alvarado en Perú y calificarlo como un tradicional golpe de Estado.
Al valorar la necesidad de cubrir el vacío informativo del profesorado universitario acerca de temas de interés de la época, me puse en contacto con los compañeros Miguel de la Paz, entonces funcionario del PCC en la UH, y Leonardo Cuesta, periodista del equipo de Orientación Revolucionaria del PCC-UH.
En nuestros análisis fuimos más allá: nos planteamos elaborar un boletín con una selección de cables que brindaran información sobre la actualidad. Ese boletín se mimeografiaba y se distribuía periódicamente; a ello se unió la cuestión del estudio del pensamiento revolucionario cubano en sus textos originales y de la historia de Cuba. Así, concebimos tres publicaciones: un boletín semanal “Selección de cables internacionales”, que tenía como logotipo el símbolo de la información, la serie “Hombres de la Revolución”, y una publicación monográfica sobre temas de América Latina para el debate académico a la que llamé Referencias.
Esta propuesta fue discutida con María Ruiz Bravo, quien la aprobó. Debo señalar que la compañera María era una persona extraordinaria que nos apoyó mucho, sobre todo en la etapa posterior al cierre de la revista Pensamiento crítico. El caso de la revista Referencias lo conversamos directamente con el Dr. Carlos Amat.
La revista–libro Referencias salía paralelamente con Pensamiento crítico, donde tú también participabas. ¿Cuántos ejemplares se tiraban en cada una de esas publicaciones y dónde las imprimían?
En aquella época la UH tenía una imprenta propia, la “André Voisin”, en ella se imprimieron el boletín informativo y los dos primeros números de Referencias del año 1969. Ya para el tercero, Miguel de la Paz había discutido con el Instituto del Libro y este se imprimió en su Unidad 04.
Había que idear la portada de la revista, y como su nombre era Referencias, pensé en un archivo del que sobresalían varios files (archivos), pero solo se exhibió en ese número. Después Chamaco, que así firmaba el diseñador, prefirió temas más abstractos para la portada.
¿Qué temáticas eligieron y por qué razones privilegiaron esos temas?
Me parece que es necesario hablar del contexto en el que estas revistas se publicaron hace cincuenta años. Los años sesenta conforman una época en la que estaba presente la posibilidad de la revolución, y pensábamos que con esas publicaciones contribuíamos modestamente a esa posibilidad. El análisis de esas publicaciones tiene sentido solo si se vincula al quehacer de hoy, a la reflexión crítica de estos tiempos que son, por cierto, muy distintos a los de los años de Pensamiento crítico y Referencias.
Vuelvo entonces a Referencias, dado que tú publicaste un ensayo sobre Pensamiento crítico.
El primer número de Referencias fue dedicado a Perú, e incluía un artículo de Aníbal Quijano que firmaba con un seudónimo, si mal no recuerdo, Salvador Condoruna; como señalé, respondía a una necesidad del momento.
El segundo número se lo encargué a Enrique López Oliva, investigador de asuntos religiosos, especialmente del catolicismo. En América Latina se desarrollaban diversos procesos de identificación de sectores religiosos con las luchas revolucionarias, menciono de paso al grupo de Cristianismo y Revolución y el de Sacerdotes por el Tercer Mundo en Argentina, Cristianos por el socialismo en Chile, la participación de religiosos contra la dictadura militar brasileña, el ejemplo de Camilo Torres y su pensamiento y proclama de que él se consideraba revolucionario porque era cristiano.
En 1969, vieron la luz cuatro números, de los cuales yo estuve a cargo de los tres primeros. El número uno dedicado al uso que hace el imperialismo de las Ciencias Sociales para sus objetivos, que tú reseñaste y has difundido recientemente. A ello añado: el imperialismo también aprende; ante la derrota en Vietnam desarrolló la doctrina de los conflictos de baja intensidad y llevó a cabo la mercenarización de las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Los números dos y tres estuvieron dedicados a América Latina, el primero con trabajos generales con autores como James Petras, André Gunder Frank, Antonio García y Theotonio Dos Santos; el segundo dedicado a Brasil y Uruguay.
El cuarto, dedicado al tema de Educación y cambio social, fue una sugerencia de María Ruíz Bravo, y buscamos la colaboración del Instituto Superior Pedagógico que radicaba en el Edificio Varona de la colina universitaria, y posiblemente algún compañero del Departamento de Filosofía nos hizo sugerencias.
He entrado en detalles sobre estos primeros números para mostrarte la idea que presidía la actividad de la revista.
En 1971 preparé los dos primeros. Al marchar a Chile en julio de 1971 y haberse cerrado Pensamiento crítico en junio, Fernando Martínez preparó el tercero con los materiales del Congreso de Educación y Cultura en que él había participado y que iban a constituir el número de Pensamiento crítico de julio de 1971.
También fue preparado por compañeros del Departamento de Filosofía el número 4, dedicado al tema Investigación y desarrollo.
En medio de toda esa tarea, viajaste al Chile de Salvador Allende. En una entrevista filmada nos contaste tus vínculos con el equipo de investigación que desarrollaba la teoría marxista de la dependencia y también sobre el grupo de estudio de El capital de Karl Marx, en el que participaste junto a Franz Hinkelammert. ¿Se interrumpió la publicación de Referencias durante aquel viaje a Chile?
Mira, antes de ir a Chile, ya desde Cuba, yo estaba afiliado a la Teoría de la Dependencia. En julio de 1967 Delia Luisa López y yo tuvimos largas discusiones con André Gunder Frank. En el número 7 de Pensamiento crítico apareció su artículo “El desarrollo del subdesarrollo”. Pienso que esta teoría es la más cierta sobre la problemática del subdesarrollo, y si hoy casi no se habla (en el discurso) de la dependencia es porque ella es (en la vida social) mayor que nunca.
En aquel momento había que desmitificar la idea de una América Latina feudal prevaleciente incluso en la izquierda tradicional y argumentar el carácter capitalista del subdesarrollo. Posiblemente sea “el culpable” de que tanto en Pensamiento crítico como en Referencias aparecieran varios artículos de esta tendencia.
Sin embargo, es bueno señalar que en ese entonces remitíamos al socialismo como solución del subdesarrollo sin entrar en las complejidades de ese proceso. Independientemente de que hoy juzgamos el desarrollo como un mito que se renueva con apellidos y metas, consideramos que hay que pensar en las complejidades del proceso de emancipación del capital.
Como pienso que esta entrevista es para reflexionar sobre los problemas de hoy, me permito entonces añadir un breve comentario que muestra por dónde transitan los trabajos que realizamos Delia Luisa y yo en estos momentos y que resumo:
La emancipación del mundo del capital no es cuestión de corto plazo, repetimos, es un largo camino preñado de dificultades y esperanzas que exige una visión de conjunto de los objetivos a lograr, de los recursos con que se cuenta, de los obstáculos reales y posibles, teniendo como horizonte la nueva sociedad; es en propiedad el establecimiento de una macropolítica dentro de los límites que el nivel de acumulación y los resultados de la actividad económica permiten, que incluye un conjunto de políticas específicas y que simplificamos llamándola una política emancipatoria.
El proyecto revolucionario emancipatorio tiene que contar con un instrumento político que en interacción con las masas mantenga el rumbo y no confunda el acceso al gobierno con la toma del poder. Al contrario, es desde este que tiene que incidir en todas las esferas de la sociedad; específicamente en la esfera económica tiene que crear o ampliar el sector estatal de la economía, lo cual es vital, y llevar a cabo un programa de esclarecimiento ideológico en las distintas coyunturas que se presenten.
¿Qué papel juega la lucha ideológica?
Yo creo que no se puede olvidar que hay mentiras convencionales del orden burgués que permean la ideología y las representaciones que tienen enorme peso en la conciencia popular, por ejemplo, la alternancia en el gobierno, los ritos de la democracia representativa, etc. Es necesaria una labor educativa social que desmitifique esos elementos. También está una herencia cultural de la política en el capitalismo: la corrupción, la cual puede —y hay ejemplos de ello— penetrar en el cuerpo político de los que dirigen el proceso de cambios.
El papel del Estado es decisivo, esto implica un Estado fuerte y democrático, participativo, en el cual las masas con su actividad se sientan integrantes del mismo. Lo anterior tiene que estar apoyado en realizaciones concretas que beneficien a la mayoría, no como dádivas, sino como conquistas.
Junto a lo anterior está su papel en el manejo del sector estatal de la economía. Ahí tiene que operar en forma parecida al comando de una gran corporación, tipo conglomerado, la búsqueda de la eficiencia del aparato estatal es un gran desafío y no siempre se entiende que es un problema vital. No es una tarea fácil, porque la economía tiende a ser una asignatura débil de los revolucionarios.
En lo económico hay un problema básico y de largo plazo: el cambio de la matriz productiva del país. No basta con lograr un determinado grado de industrialización que es necesaria; en las condiciones tecnocientíficas del siglo XXI hay que avanzar hacia las producciones intensivas en conocimiento, y ello exige crear una infraestructura compleja, personal calificado capaz de crear productos de alto valor agregado en las ramas de punta de la economía mundial: biotecnología, nuevos materiales, informática.
Lo anterior es una especie de mesa de tres patas, la del desarrollo, la del subdesarrollo y la de la emancipación.
La del desarrollo es la de avanzar hacia la creación de ciertas ventajas competitivas, que se materializan en producciones cerebrointensivas; la del subdesarrollo es la de las tradicionales ventajas comparativas, la producción de productos primarios que permitan la obtención de divisas para importar bienes de consumo que satisfacen necesidades de la población, bienes de capital para industrias nacionales y las de la creación de la base de las industrias del conocimiento; y la “pata” de la emancipación se da en el terreno de la labor ideológica y la creación de una acumulación social.
¿Cómo ubicas a la educación en ese proceso?
En ese objetivo la educación masiva del pueblo es clave. Una de las características del subdesarrollo es el bajo nivel educativo del pueblo. La estructura del subdesarrollo tiene una matriz educativa compuesta por diferentes niveles: de analfabetismo en la población, de baja calificación de la fuerza de trabajo, escasez de profesionales; para cambiar esta herencia hay que crear/desarrollar campañas de elevación del nivel educativo-cultural y de formación de fuerza de trabajo con alta calificación, y a la vez un tipo de profesional comprometido, no solamente calificado. En el lenguaje burgués, creación de capital humano, por el momento no disponemos de otro concepto para relacionar la educación con el desarrollo emancipatorio.
Todo lo anterior tiene que estar apoyado en un eje estratégico básico: la aplicación de una política de conexión-desconexión relativa. No se puede lograr el aislamiento total del mercado mundial, pero su conexión total lleva a reproducir el subdesarrollo, por lo tanto hay que tener una estrategia frente a esa realidad, que es la conexión-desconexión relativa.
Esto significa que una parte de la economía nacional tiene un mayor relacionamiento con mercado mundial y funciona bajo sus parámetros, con criterios de racionalidad capitalista: agroexportación, industrias extractivas, turismo, algunos productos exóticos del país, etc. Y otra parte funciona con criterios de racionalidad socialista, en función de los intereses nacionales: salud, educación, seguridad social, esferas de interés a la defensa y aquellas ramas que se seleccionan para lograr productos intensivos en conocimiento, hasta tanto alcancen determinado desarrollo.
Un problema básico es hacia cuáles ramas de punta orientar el esfuerzo económico. Esto depende de las condiciones del país, del nivel técnico acumulado, incluso de las tradiciones del país en algunas esferas del saber.
A partir de esa evaluación es que se puede poner el acento en priorizar la formación de fuerza de trabajo calificada en determinadas esferas, aunque hay que mantener determinadas proporciones con las otras, pues son complementarias.
Paralelo a esto hay que impulsar una cultura societaria de la innovación.
Una economía no puede ser de punta si la sociedad en su conjunto no alcanza determinadas calidades, lograr ese objetivo no solo es resultado de actos económicos, sino también de una socialización cultural que se expresa en un determinado nivel de eficiencia social.
Aquí se presentan dos problemas. El primero es el uso de instrumentos desarrollados por el capitalismo, como son métodos y técnicas gerenciales, administrativas, de contabilidad y de control, cuyo uso puede ser pertinente en determinadas esferas; lo cual conlleva el segundo problema: hasta dónde ser igual a ellos para lograr una economía competitiva real y hasta dónde ser diferentes para sentar las bases de otro modo de vida. En fin, crear y mantener acciones y mecanismos que contribuyan a un futuro diferente al del capitalismo. El Che planteaba que estas técnicas no eran neutrales.
En conclusión, cuando hablamos del desarrollo como un proceso emancipatorio, estamos hablando de un camino mediante el cual transformamos nuestra sociedad. Ese tránsito lleva en su interior elementos del capitalismo, la vieja sociedad se relaciona con el mundo del capital —el único que existe en este momento del siglo XXI— y componentes de la nueva sociedad que tenemos que proteger y desarrollar, no sin una tenaz lucha para que lo viejo no mate lo nuevo. Es en propiedad un proceso de lucha de clases, con manifestaciones en lo material y en lo ideológico.
En resumen: desarrollo y subdesarrollo constituyen componentes intrínsecos del sistema capitalista, son las dos partes de un todo, y por tanto, para que desaparezca el subdesarrollo tiene que desaparecer el desarrollo, o sea, el sistema capitalista. La fuerza revolucionaria que llega, o tiene el poder en un país subdesarrollado, lo que puede hacer en las actuales circunstancias mundiales es luchar por mejorar la posición del país dentro del sistema y lograr una acumulación social objetiva y subjetiva, mejores condiciones de vida para el pueblo, mientras llegan otros procesos que contribuyan a dar al traste con el sistema. Hay que ser objetivos y comprender esto.
A este proceso complejo y contradictorio, en el que el poder revolucionario identificado y garante de las aspiraciones de las masas populares y con la decisiva participación de estas trabaja por crear las bases de una nueva sociedad, lo llamamos transición socialista. Es una lucha por la emancipación humana, aunque por comodidad llamamos socialismo a este momento histórico.
Llegado a este punto, volvemos a un problema a enfrentar ya señalado: las políticas punitivas del imperialismo. Quienes lo olvidan no sobreviven. El imperialismo no admite ningún intento de poner límites al reino de la ganancia, y tampoco gobiernos que no sean dóciles, por tanto, desarrolla una amplia gama de acciones directas e indirectas para hacer fracasar cualquier proyecto revolucionario y, aún reformista —progresista en un país subdesarrollado—, más en América Latina y si es una Revolución verdadera, el imperio no deja de lado ningún medio, ni siquiera los más detestables.
¿Cómo siguió el derrotero de Referencias posteriormente?
A mi regreso de Chile retomé la publicación de Referencias. En 1972 Marta Pérez-Rolo preparó el número uno dedicado a los medios masivos de comunicación. El número dos de ese año dedicado al tema de la organización y dirección de la producción fue preparado por Ricardo Jorge Machado. El número tres, dedicado a los movimientos de liberación nacional de África, lo preparamos con la colaboración de Armando Entralgo, y el número cuatro de 1972 y el uno de 1973, dedicados a los dos años de la Unidad Popular Chilena, lo preparamos entre Germán Sánchez y yo.
¿Qué vínculo existió entre Referencias y Pensamiento crítico, dado que ambas publicaciones compartían el mismo staff?
En primer lugar, ambas publicaciones eran resultado de un trabajo totalmente voluntario, nunca dejamos de dar clases de filosofía, en mi caso en la Escuela de Ciencias Políticas. Las publicaciones salían por trabajo voluntario de miembros del Departamento de Filosofía y otros amigos que leían textos en otros idiomas y nos señalaban materiales que pudiéramos valorar para su publicación; revisaban las galeras y las planas, y mantenían el archivo de la revista. Los más activos de esos colaboradores eran Delia Luisa López, Gladys Brizuela, Ilia Villar y Jacinto Valdés Dapena, seguro olvido a algunos, pero entiéndeme, han pasado más de 50 años.
Las tres publicaciones eran una extensión del Departamento de Filosofía. Estábamos en J no. 556, pero el alma estaba en K no. 507. Déjame decirte que las puertas del Departamento de Filosofía estaban abiertas las 24 horas. Una lástima que se demoliera la casa. También teníamos la colaboración de la Agencia Prensa Latina, a través de Aroldo Wall y Pedro Martínez Pírez, que nos suministraban materiales de consulta sobre América Latina o notas de algunos de sus periodistas. En el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos nos apoyaban con algunas de las traducciones, recuerdo a Mercedes Ibarra para el inglés y a Giannina Bertaleri para el italiano. En algún momento se incorporó Felipe Estrada, que nos apoyaba en las relaciones con la imprenta y tradujo algunos materiales del francés.
Algunos de mis estudiantes de la Escuela de Ciencias Políticas nos apoyaban voluntariamente también en la revisión de galeras y planas, entre ellos Antonio López y Leonel Urbino.
Me he extendido un poco, pero sin ese trabajo anónimo de apoyo no hubieran salido las revistas, y esto generalmente no se reconoce. Con esto respondo también sobre si se interrumpió el proceso de Referencias, yo pienso que no.
¿Recuerdas alguna experiencia tuya en el trabajo de la revista que te haya marcado personal o profesionalmente?
Hay varias, pero escojo una, el número nueve de Pensamiento crítico, dedicado al Che. Comenzaron a aparecer en la prensa cables con referencias a la posible captura y muerte del Che. Esa noche Fernando Martínez y yo fuimos a Prensa Latina para el intercambio que regularmente teníamos sobre América Latina con Aroldo Wall, en ese entonces jefe de redacción de la Agencia. Este nos confirmó que efectivamente habían asesinado al Che. De allí salimos, y esa misma noche los dos comenzamos a preparar el número dedicado al Che, no dormimos hasta que no estuvo listo. Al día siguiente, cuando Fidel hizo su intervención por televisión, según mi recuerdo, el número prácticamente estaba hecho, aunque nos llevó un día más conseguir algunos materiales que nos interesaban. Conversamos con la imprenta, para detener el número en proceso de impresión e introducir este, y tuvimos la mejor acogida. En ese número hay materiales inéditos hasta ese momento, aunque no lo consignamos en la publicación.
Debo confesar que para algunas personas, Referencias era la forma en que se seguía publicando Pensamiento crítico, aunque yo personalmente no lo consideraba así. En 1973, llegó la orientación de que no se siguiera publicando Referencias.
En evento dedicado a conmemorar los cincuenta años del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, se hizo una exposición en la Biblioteca Nacional y nos percatamos de que en ella no se encontraba la colección de Referencias, por lo cual doné la mía a esa institución. Espero que se mantenga localizable allí.
¿En qué consistió la serie “Hombres de la Revolución”? ¿Cuál era su principal objetivo editorial?
El nombre “Hombres de la Revolución” lo tomamos del artículo homónimo de Pablo de la Torriente Brau, escrito en el primer aniversario de la muerte en combate de Antonio Guiteras en el Morrillo, provincia de Matanzas. La intención de la serie era publicar selecciones monográficas de revolucionarios destacados. Así, comenzamos con Camilo Torres, porque su personalidad me había impactado y porque había muerto, al igual que Martí, en su primer combate en las filas del Ejército de Liberación Nacional de Colombia. Además conocíamos la profundidad de sus análisis sociológicos al leer su ensayo sobre la violencia que apareció en el primer número de Pensamiento crítico. En esta serie también publicamos antologías del pensamiento de Mella, Guiteras y Ho Chi Minh.
Creo que esa presión e intervención se ha hecho más sofisticada, ahora convierten temas en modas de investigación para los cuales ofrecen financiamiento o se hacen concursos; mientras otros temas importantes para los procesos de cambio no lo tienen. Las políticas neoliberales afectan financiamientos de las universidades públicas y se extienden las universidades privadas, muchas de las cuales reciben subsidios estatales. En síntesis, pienso que la acción imperialista sigue presente en las Ciencias Sociales.
A continuación, presentamos la relación de los temas monográficos de Referencias:
1969
Número 1: Perú
Número 2: Los católicos y la Revolución
1970
Número 1: Imperialismo y Ciencias Sociales
Número 2: Perfiles de América Latina
Número 3: Perfiles de América Latina: Brasil y Uruguay
Número 4: Educación y Cambio Social
1971
Número 1: Breve historia de África
Número 2: Chile
Número 3: Primer Congreso de Educación y Cultura
Número 4: Investigación y Desarrollo
1972
Número 1: Medios Masivos de Comunicación
Número 2: Organización y Dirección de la producción
Número 3: Liberación Nacional en África. Documentos
Número 4 de 1972 y número 1 de 1973: Chile: dos años de gobierno de la Unidad Popular.
Fuente: La Jiribilla