Al parecer la intensa emergencia climática no impacta a Biden ocupado en bombardear y operar en estado de excepción. En camino a una delicada negociación planetaria, Estados Unidos prosigue con el manejo colonial-imperial. El bombardeo a Siria se operó en un contexto de ilegal unilateralismo rusofóbico y chinofóbico generando tensión e incertidumbre en un planeta en que persiste un torrente de gases de efecto invernadero (GEI) que retiene energía solar a un ritmo diario estimado por James Hansen en el equivalente a la explosión de 400 mil bombas atómicas tipo Hiroshima.

Sus devastadores impactos por los torrentes e inundaciones del deshielo de glaciares del Himalaya ya causaron 12 mil muertes ( The Guardian 2/4/21). Por la ausencia de freno a los GEI, los científicos de EE.UU. y del mundo advierten riesgos de cambio climático abrupto e irreversible despuntando con enormes incendios forestales en California y, desde los años 90, en la acelerada aridificación del suroeste de América del Norte.

En medio del deterioro bioecológio, Leonado Boff advirtió que en la base de la generalizada violencia contra opositores al régimen ultraderechista que azota Brasil está, el proyecto de recolonizar América Latina y obligarla a ser solamente exportadora de commodities (carne, alimentos, minerales)… en esa estrategia perversa, Brasil es central por su enorme reserva de bienes naturales que faltan en el mundo.

Es una profunda crisis existencial y de civilización. Ante el deterioro de EE.UU. en lo productivo, comercial y tecnológico, incluyendo la máquina herramienta (en costo, calidad de desempeño) se hace sentir el pesado fardo del complejo bélico-industrial acostumbrado a los sobrecostos e inadmisibles subsidios, retrocediendo ante productos de mejor precio, diseño y calidad chinos, rusos, alemanes, japoneses etcétera, parte de una diversificada competencia civil y militar.

El hegemón opta por el puño militar y una ilegal unilateralidad de atroces sanciones contra Venezuela en tiempos de epidemia, todo un crimen de lesa humanidad por el petróleo y los minerales, saqueando, además, los bienes y depósitos bancarios del gobierno venezolano, entregando miles de millones a un autodeclarado presidente. Eso es despojo vil.

EE.UU. actúa en la unilateralidad desde el inicio del siglo XXI. Su retiro del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM), junto a ventas armamentistas al por mayor del tipo antibalístico en países a las orillas de las fronteras de Rusia, acentúa el riesgo de guerra entre potencias centrales de grave implicación para la estabilidad estratégica.

Urge una cumbre entre Putin y Biden cuyos países manejan 92 por ciento del arsenal nuclear del mundo que incluya la aprobación de la iniciativa demócrata liderada por Elizabeth Warren y John Adams para prohibir la estrategia nuclear de primer ataque por el alto riesgo terminal que conlleva .

Dicha estrategia fue revelada en 2017 por Daniel Ellsberg exdiseñador de escenarios de guerra nuclear durante el gobierno de Kennedy (The Doomsday Machine, Bloomsbury, 2017) En medio de este muy riesgoso desbarajuste estratégico y de estado de excepción desde 2003, EE.UU. se declara en esa condición bajo cubierta de los ataques del 11/S. Sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, Bush Jr. atacó a Irak en marzo 2003. Fue una ruptura del contrato social internacional derivado de la Segunda Guerra Mundial que conllevó el ataque y ocupación de Afganistán e Irak prácticamente hasta estos días.

Téngase presente que para Jean Jacques Rousseau el derecho de una guerra de conquista no tiene otra fundamentación que el derecho del más fuerte planteado desde mediados del siglo XVIII al reflexionar sobre el tema en El contrato social, aseveración que calza al milímetro con la guerra y ocupación de corte mercantil e imperialista, de abierto saqueo de recursos minerales y combustibles fósiles de alto valor.

Hasta hace poco tiempo, Donald Trump planteó mantener las tropas de ocupación en Afganistán. En Democracy Now! se develó la razón: la existencia de un remanente mineral estimado en una cifra cercana al billón ( trillion) de dólares. El tipo de ofensiva desplegada por Bush configuró crímenes de guerra. Nadie olvide que Bush amenazó con bombardear a la Corte Penal Internacional si se le sometía a juicio.

Hoy más que nunca es obligado recordar que durante los juicios de Nuremberg, y en la normatividad derivada de ellos, se considera de manera explícita que la guerra de autodefensa preventiva –doctrina tras la cual la Casa Blanca escuda su unilateralismo agresivo– es un crimen de guerra. No existe justificación para estas guerras que sin evidencia ni autorización del Consejo de Seguridad de la ONU persisten. Nadie olvide que el presidente Biden, recién llegado a la Oficina Oval, ordenó un bombardeo contra una indefensa población al margen de toda normatividad internacional.

Por REDH-Cuba

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