El pueblo colombiano tiene millones de ojos y millones de cámaras. El mundo «ve» por sus ojos la matanza. Si el mundo no es más solidario con la lucha colombiana es porque cree «que no le sucede a él». Quien permanece en la comodidad de su inacción y de su silencio, no estará jamás seguro guarecido en su insensible presente.

La juventud colombiana, los indígenas, las mujeres, las comunidades negras, los campesinos,  los desempleados y los trabajadores, los artistas, encarnan una nueva historia.
La resistencia de la población es la poética de una nueva historia humana.
Cuando un pueblo decide jugarse la vida por encontrar la libertad y la justicia, lo logrará.

Más de la mitad de la población colombiana ha padecido una vida miserable. Con la pandemia la situación empeoró. La protesta es ineludible, inevitable y necesaria. Menos teme nuestro pueblo a las balas de la policía, de los paramilitares y del ejército que a la dictadura eterna de la expoliación y del dolor.

Se dice que comenzarán las negociaciones. Todos sabemos que el gobierno no negocia, si negocia no está dispuesto a conceder nada, si otorga algunas concesiones solo serán de papel y no las cumplirá. Gran parte de su presupuesto está destinado a financiar los oficios de la muerte y no la restauración de la vida del pueblo.

Nos queda a todos una lucha larga hasta que el oprobio termine y se derrumben las estructuras del mal. Ocupar las calles en una extensión cada vez mayor. Están lanzando gases y balas a las casas en los barrios. El desprecio por la vida es evidente. Al poder lo sostiene el odio. Pero hasta la muerte se cansa.

Los uniformados terminarán por dividirse. Muchos se irán a sus casas a defender a sus familias. La hija de un policía fue violada por otros policías. El pueblo es la vida y la gloria de un país. No se lo puede matar. Nuestro pueblo vencerá ahora, por muchos muertos que deba llorar. Somos 48 millones.

Por REDH-Cuba

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