SANTIAGO, CHILE - NOVEMBER 12: Aerial view as demonstrators march through La Alameda, main avenue of Santiago, during a national strike and general demonstration called by different workers unions on November 12, 2019 in Santiago, Chile. Call was made by the National Strike Committee which gathers workers of different industries including port, mining, construction, industry, trade, education, health care, agriculture and public services sectors. On Sunday, Government announced it has agreed to start the process to write a new Constitution for the country, which is one of the most repeated demands by the demonstrators since October 18. Social unrest continues since a raise in subway fare triggered more demands related to health care, pension system, public education, social mobility, privatization of water services and corruption. (Photo by Marcelo Hernandez/Getty Images)

El día después de unas históricas megaelecciones, Chile amaneció hoy con un nuevo escenario político por el triunfo de las fuerzas del cambio y el retroceso de la derecha y la política tradicional.

En los primeros análisis sobre el desenlace, los expertos en temas electorales coinciden en que la consulta en las urnas estuvo en correspondencia con lo expresado por millones de chilenos en la revuelta popular de octubre de 2019 y en el plebiscito del año pasado.

No pocos acuñan el termino de «derrota feroz» para la derecha, a tono también con el bajo respaldo que acumula el Gobierno de Sebastián Piñera y la coalición de partidos Chile Vamos que lo respalda.

Para muchos en las calles la población le «pasó la cuenta» al mundo político que dirigió al país tras la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), sin cambiar en lo absoluto el modelo neoliberal acuñado por la Constitución de 1980 y que desde entonces acumuló inequidades cada vez más profundas.

En consecuencia, en las elecciones de gobernadores, alcaldes y concejales, las urnas trazaron un panorama distinto, en el cual la derecha perdió comunas (municipios) emblemáticos en las regiones Metropolitana y de Valparaíso, las dos más importantes del país.

Así, al esperado triunfo del comunista Daniel Jadue en la comuna capitalina de Recoleta, y en Santiago Centro Irasí Hassler, del mismo partido, venció a Felipe Alessandri, de Renovación Nacional.

Mientras, en las comunas de Ñuñoa y Maipú, los candidatos de la derecha fueron derrotados en ambos por representantes de Revolución Democrática, uno de los partidos integrantes del Frente Amplio.

De esta manera, la coalición oficialista Chile vamos se quedó con las comunas  adineradas del oriente de la capital, más la reelección de los alcaldes de La Florida y Puente Alto.

En Valparaíso ocurrió algo parecido con la victoria de la frenteamplista Macarena Ripamonti, quien alcanzó la alcaldía de Viña del Mar, tradicional feudo de la derecha.
En el caso de los gobernadores regionales, por ser una figura nueva que sustituye a los intendentes y que por primera vez resultaron elegidos por voto popular, no hay punto de comparación con consultas anteriores.

Pero de los 16 gobiernos regionales solo tres fueron decididos en primera vuelta: Valparaíso (Frente Amplio), Aysén (Partido Socialista) y Magallanes (Independiente), mientas los 13 restantes deberán ir a segunda vuelta el 13 de junio y entre estos solo un candidato de derecha lleva la delantera.

Punto aparte es el resultado de la elección de la Convención Constituyente que redactará la nueva carta magna del país.

Aquí la derecha, con su lista unitaria Vamos por Chile, pretendía obtener al menos 52 estaños, pero debió conformarse con 37. Igual suerte corrió la lista de los partidos de la llamada exConcertación, que obtuvo solo 25.

En cambio, los independientes, por quienes ningún experto en temas electorales apostaba, alcanzaron una contundente mayoría de 48 curules, e igualmente superó todas las expectativas, con 28, la lista Apruebo Dignidad, del Partido Comunista, Federación Regionalista Verde Social y el Frente Amplio.

Los pueblos originarios tenían reservados 17 escaños, según lo previsto.

Como aspecto negativo, pero también esperado de las megaelecciones, la baja participación, con solo seis millones 458 mil 760 votantes, para el 43,35 por ciento de asistencia, según el cómputo final del Servicio Electoral.

Ese resultado estaba pronosticado, en un país con un abstencionismo muy pronunciado históricamente, y que nunca había sobrepasado el 40 por ciento en las elecciones para cargos regionales.

En esta ocasión las autoridades electorales esperaban que la asistencia alcanzara al menos el 50 por ciento, para equipararse con los resultados del plebiscito de octubre de 2020.
Y aunque la elección de constituyente despertaba un gran interés, para muchos resultaron determinantes la situación de pandemia  de la Covid-19 que sufre el país, y lo engorroso de la votación para muchas personas, al tener que marcar cuatro boletas y escoger entre más de 16 mil candidatos.

Para los expertos y políticos estas elecciones fueron un «avance» de lo que puede ocurrir en las elecciones presidenciales de noviembre próximo, por lo cual -aseguran-, los próximos meses implicarán dentro del mundo político un profundo proceso de reflexión y reacomodo de fuerzas para enfrentar ese momento.

Fuente: Crónica Digital/PL

Por REDH-Cuba

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