Hoy los pueblos del mundo celebran el 95 aniversario del nacimiento de Fidel Castro. Recordamos que el 11 de marzo de 1949 el marine yanqui Richard Choinsgy, con la anuencia de otros congéneres que paseaban etílica y procazmente por La Habana, trepó la estatua de José Martí en Parque Central hasta sentarse sobre la cabeza del Apóstol cubano y desde allí orinarla.
Una multitud de pueblo y estudiantes entre estos Fidel Castro se concentró en la Plaza de Armas frente a la embajada norteamericana para protestar por la afrenta y exigir que los culpables fueran juzgados por los tribunales cubanos. Los policías del presidente Prío Socarrás arremetieron contra los manifestantes y protegieron a los marines. Al final un consejo de guerra condenó a Choinsgy apenas a 15 días de prisión en las celdas de un barco estadounidense y las penas de los otros fueron condonadas.

El 18 de febrero de 2014 Leopoldo López deshonró la estatua de Martí en Chacaito al escogerla para vomitar su violencia cuando se sabe que su prédica es antimartiana. Ahora resulta que los yanakonas seguidores de López siguen profanando la estatua de Martí al manifestar montados en su cabeza, hecho que repudiamos enérgicamente porque, entre otras cosas, quienes lo hacen profesan intenciones radicalmente opuestas a los principios martianos.
Estos dos retoños del gigante de siete leguas, Choinsgy por nacimiento y López por filiación, erraron al escoger a Martí. Debieron hacerlo en estatuas afines a sus almas, como por ejemplo, Sarmiento o Santander, fieles sirvientes de la barbarie imperialista.

Un verdadero viajero bolivariano al llegar a La Habana y ver la estatua de Martí o un verdadero martiano al llegar a Caracas y ver la estatua de Bolívar «sin sacudirse el polvo del camino, sin preguntar dónde se come o duerme, debe llorar ante ese gigante que se mueve como un padre cuando se le acerca a un hijo».

Nunca más un marine o un yanakona profanará a Martí ni a ningún emancipador bolivariano. Si no pueden empinarse para ver sus innobles propósitos, y Sarmiento o Santander no les satisfacen, móntense sobre las sandalias de George Washington y una vez allí aprovechen de lamerlas hasta que queden bien lustradas.

 

Por REDH-Cuba

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