Aún no ha cumplido los 27 años Martí cuando arriba a los Estados Unidos el 3 de enero de 1880. De inmediato su amigo Miguel Fernández Ledesma lo hospeda en su casa hasta que el joven disponga de otro sitio donde alojarse. Pocos días después fija residencia en la casa de huéspedes de Manuel Mantilla y Carmen Miyares, en 51 East 29 th Street (calle 29 no. 51 Este); lugar donde encuentra un hogar marcado por el afecto entrañable, la comprensión, seguridad y amor. Desde allí continuaría Martí pensando y sintiendo a Cuba, desde allí mantendría su actividad al servicio de la independencia patria como vocal del Comité Revolucionario Cubano (centro coordinador del movimiento insurreccional).

Pero resulta muy interesante como el joven Martí, que no escatima esfuerzos para dar continuidad a su actividad revolucionaria, no pierde tiempo en descifrar la realidad nueva que vive. Desentrañar la sociedad estadounidense hace parte de la vida de Martí en esos primeros meses después de su arribo a Nueva York. Lo que había sido el preludio de su antimperialismo fundador se iba concretando tempranamente desde su propia estancia en ese país de Norteamérica. Recordemos aquellas palabras lapidarias de un Martí mucho más joven encontrándose en España en 1871 durante su primera deportación:

  “Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento. Nosotros posponemos al sentimiento la utilidad. Y si hay esta diferencia de organización, de vida, de ser, si ellos vendían mientras nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra cabeza imaginativa, y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan especial, tan sensible, tan nuevo que sólo puede llamarse corazón cubano, ¿cómo queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan?[1] Martí está poniendo en tela de juicio la forma de ser de los norteamericanos. Conoce de la cabeza fría y calculadora que ellos tienen, caracteriza la nuestra como imaginativa (mucho más inteligente desde el sentimiento, los valores, lo espiritual); califica el corazón de ellos como de algodón y de buques, o sea; un corazón metalizado, corporificado con elementos utilitarios, con mercancía, con capital; y el corazón nuestro dado a una sensibilidad muy superior.

El carácter de Martí no queda más claro que cuando critica, con tan solo 18 años, el modelo norteamericano. No podíamos legislarnos con las leyes con que ellos se legislaban. No podíamos ver en ellos el referente de sociedad libre, mucho menos próspera. “Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa![2] No podemos hablar aun del antimperialismo martiano mas si nos detenemos en estos apuntes que hizo en España, no caben dudas que son el preludio de ese antimperialismo fundador que lo definió y que hemos heredado como un valor esencial que sostiene nuestro carácter.

Luego, va formándose Martí ese ideal antimperialista en el conocimiento que adquiere de la realidad estadounidense y las vivencias que experimenta de una sociedad diferente y al mismo tiempo muy desafiante. De ahí que su estancia en los Estados Unidos desde su arribo en enero de 1880, sea clave para la comprensión martiana de ese país, y a su vez, para hacer la crítica a ese modelo. Siendo así, redacta unos meses después, sus textos conocidos como “Impresiones de América”[3]; no exentos de interpretaciones reduccionistas o manipuladas de quienes han intentado ver a un Martí deslumbrado desde la ceguedad e ingenuidad por una tierra cuyos aires parecían ser de “absoluta libertad”.

Es trascendental el método martiano de entender, escribir, comentar y criticar los fenómenos. Es por ello que en relación a estas impresiones sobre los Estados Unidos, no es tanto el deslumbramiento como el reconocimiento de lo que está sucediendo, la descripción de una realidad. Martí exhibe una imagen muy nítida de la realidad estadounidense que se diferencia y distingue de lo que él ya había conocido en Cuba, España y los países de nuestra América en los que había vivido. Cuando hurgamos en estas esencias martianas, nos damos cuenta que no es la visión de un simple recién llegado que escribe de inmediato lo que ve impresionado por lo nuevo, sino la visión de quien ha estudiado y arriba a conclusiones sobre la base de cierta experiencia y asimilación crítica del contexto y las particularidades del fenómeno.

A partir de ahí comienza a escribir sus impresiones –en Martí hay una coherencia, una lógica, un razonamiento–. Tiene un método de analizar el fenómeno desde todas las aristas posibles, no se reduce a un aspecto único, exclusivo, no es absoluto, no es mecánico, no parte de códigos ya preestablecidos. Martí creó incluso su propia crítica y eso nos lleva de la mano a su antimperialismo formado sobre la base de un pensamiento descolonizador. Este primer año de su estancia en los Estados Unidos es fundamental. La madurez de Martí se evidencia en sus escritos y acciones. Se está perfilando su ideal antimperialista. Vivirá unos 15 años en el monstruo como en su día llamó y se convertirá en el más agudo crítico de ese modelo. He ahí su legado.

El mismo que se evidencia con meridiana claridad en el presente al acudir a la memoria histórica de “aquel invierno de angustia…” en el que Martí expone en el prólogo a sus Versos Sencillos cuánto le aquejaba (más que dolencias o malestares físicos, preocupaciones de índole político). Recordemos que a finales de la década de los ochenta del siglo XIX, Martí se enfrenta a las pretensiones expansionistas y de dominación de los Estados Unidos. Corría el año 1889 y una convocatoria a un convite dudoso dejaba ver las verdaderas intenciones para con nuestra América, del gigante de las siete leguas. Se trata del Congreso Internacional de Washington (octubre 1889 – abril 1890); que al decir de Roberto Fernández Retamar era “…aquel cónclave del que saldrían en un futuro la política del panamericanismo, la Organización de Estados Americanos”[4]. Y Martí advierte el peligro:

“Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.”[5]

Esta advertencia martiana adquiere hoy una especial significación por cuanto sigue siendo el convite del imperio yanqui, asunto que requiere mucha sensatez, y al mismo tiempo obliga a mirarlo con ojos judiciales. La receta neoliberal, que no es algo aislado, forma parte del capitalismo como sistema, la imponen hoy el gobierno rapaz estadounidense y sus aliados fascistas en buena parte de nuestra América. Fracturar las identidades de los pueblos del Río Bravo hasta la Patagonia, destruir procesos de izquierda, alternativas sociales a las propuestas hegemónicas del orden impuesto al mundo (capitalismo); socavar las culturas nuestroamericanas y asfixiarnos económicamente con guerras y bloqueos genocidas; convidan a que estemos preparados para enfrentar al tigre solapado que se viste de terciopelo para engañar, desunir, penetrar ideológica y culturalmente; y después atacar con toda su fuerza y matar.


[1] José Martí: Cuadernos de Apuntes No.1, Volumen 21, Obras Completas, p.15 y 16. (edición digital)

[2] Ibídem, p.16.

[3] Crónicas publicadas en la revista neoyorkina The Hour con el título Impressions of America, fechadas 10 de julio, 21 de agosto y 23 de octubre de 1880; en Obras Completas, Tomo 19, pp. 101-126.

[4]Roberto Fernández Retamar: Introducción a José Martí, Tomo I, UNAM. Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, 2018, p.34.

[5]José Martí: Congreso Internacional de Washington, Nueva York, 2 de noviembre de 1889, Obras Completas, Tomo 6, p.46.

Por REDH-Cuba

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