Nadie detiene el genocidio bíblico
y las operaciones de castigo colectivo y limpieza étnica de Benjamin Netanyahu y su gabinete de guerra en Gaza y Cisjordania transmitido en vivo y en directo urbi et orbi. Sin embargo, la propaganda negra de los servicios de inteligencia y la niebla de guerra
ocultan o difuminan las acciones de la resistencia palestina sobre el terreno. A manera de ejemplo, cabe consignar que, pese a la intensificación y brutalidad de la agresión, el 25 de mayo combatientes de las Brigadas Al-Qassam, brazo armado del movimiento Hamas, atrajeron, emboscaron y enfrentaron a quemarropa a una fuerza militar israelí en uno de los túneles del campo de refugiados de Jabaliya, el mayor campamento en Gaza ubicado en el norte de la franja, y detonaron explosivos contra el grupo de soldados enemigos que fue a socorrerla.
Meses atrás, el alto mando del ejército de ocupación había anunciado el desmantelamiento de 20 de los 24 batallones originales de Hamas en Jabaliya, pero todo indica que la estructura combativa de la insurgencia estaba intacta. Desde una perspectiva militar, la acción tiene una importancia cualitativa al provocar bajas en las filas israelíes entre soldados muertos, heridos y prisioneros, y apoderarse del equipamiento militar, ya que eso fortalece la posición de la resistencia y desestabiliza la imagen del ejército sionista.
A escala política, la acción constituye una carta adicional de la resistencia para consolidar su fuerte posición en las negociaciones para un alto al fuego en caso de reanudarse. Asimismo, la traumática emboscada acentuará la división interna del régimen israelí y tal vez profundice la disputa entre Netanyahu y el nivel militar y de seguridad sobre la conducción de la guerra y el arreglo de intercambio de prisioneros, cuyo primer indicio es la renuncia del ministro de Defensa, Benny Gantz. En el plano sicológico, la operación eleva la moral del pueblo de Gaza a la luz de la trágica realidad impuesta por la guerra de exterminio. En sentido contrario, y dado el estado de confusión dentro del ejército de ocupación, la operación envió a los soldados israelíes el mensaje de que sus esfuerzos fueron en vano, mientras la resistencia permaneció fuerte y fue capaz de devolver a las fuerzas ocupantes a la primera casilla en el norte de la franja.
La situación sobre el terreno en Jabaliya revela algo más que un mero enfrentamiento militar entre una fuerza invasora y los combatientes de la resistencia que libran una guerra de guerrillas. La implicación más profunda es que Israel está mucho más enredado de lo que quiere reconocer, reflejando la experiencia de Estados Unidos en su desastroso atolladero de Vietnam. Pero como indica un reporte de Khalil Harb para The Cradle, a diferencia de la Ruta Ho Chi Minh en Vietnam, Gaza es una franja de tierra llana que carece de cruces, pasos de montaña o bosques para que la resistencia pueda desplazar personal y armas con facilidad a través de extensiones de terreno.
El resurgimiento de la resistencia en Jabaliya cogió desprevenido al ejército israelí y exhibe que su estrategia de primero segar la hierba
para controlar el norte y el centro de la franja, antes de centrarse en arrasar el sur (Rafah), siempre fue falsa y que la resistencia aún conserva fuerza y liderazgo y está preparada para una larga guerra de desgaste. Las tropas de ocupación siguen chocando contra el muro del Viet Cong palestino y su incesante despliegue de nuevas tácticas: engaño, emboscadas, sabotaje, espionaje, sacrificio y, lo que es más importante, paciencia estratégica. Según fuentes de la resistencia citadas por Al Mayadeen, los combatientes palestinos salen de los escombros y del subsuelo para librar una auténtica guerra de pulga contra miles de soldados israelíes estacionados allí.
A su vez, el jefe de Hamas en la franja de Gaza, Yahya Sinwar, cuya captura o muerte sería el mayor trofeo de guerra de la ofensiva militar israelí, no cambió sus posiciones ni fue afectado por las operaciones punitivas en Rafah, y siguió comprometido con el objetivo central: la supervivencia; el régimen de Netanyahu se vio obligado a negociar con él, así sea de manera indirecta, y ha sido incapaz de destruir el laberinto de túneles de la resistencia, con sus fábricas y depósitos de rifles, misiles portátiles antitanque y municiones, centros de mando, enfermerías, dormitorios y líneas de comunicación.
A la realidad de un ejército con soldados de reserva agotados y signos de indisciplina en sus filas, se suman los grandes daños sufridos en el norte de los territorios palestinos ocupados, como resultado de las operaciones militares ejecutadas por la Resistencia de Líbano (Hezbola) los últimos días. La recopilación de información precisa por la unidad de inteligencia de Hezbola −tan buena como la 8200, su equivalente en el ejército de ocupación−, le ha permitido destruir cuatro instalaciones del sistema cúpula de hierro
israelí (entre ellas el cuartel general del Batallón de Agrupación Militar israelí de Yarden, en el Golán sirio ocupado), y al menos otras dos resultaron dañadas, según ratificaron medios de Tel Aviv que desafían la censura. De igual modo confirmaron la destrucción del globo Tel Shamayim, en la base Ramot Naftali, fuera de funcionamiento a partir del ataque de Hezbola, que además destruyó casi todos los sistemas de cámaras de seguridad fronteriza.
El ex jefe de la división de inteligencia del Mosad, Haim Tomer, reveló que la fuerza aérea israelí ya no puede operar libremente sobre Líbano debido a los sistemas de detección de Hezbola, y que en caso de un escalamiento del conflicto la resistencia libanesa podría lanzar mil 500 misiles diarios en los primeros días de combate, paralizar completamente al Estado colonialista de Israel y afectar puertos y aeropuertos en el norte, poniendo en riesgo de destrucción ciudades como Kiryat Shmona, Acre, Tiberíades y posiblemente Haifa y Tel Aviv. Medios israelíes admiten que el regreso de los 100 mil colonos supremacistas armados que abandonaron la Palestina ocupada (otras estimaciones hablan de 80 mil) después del 7 de octubre de 2023, ya no volverán, lo que significaría un duro golpe al colonialismo de asentamientos, como estrategia de anclaje y palanca para asegurar el control de la tierra que ocupa Israel. Incluso, el diario Haaretz destacó que tras un posible alto el fuego, Hezbola está en camino de establecer una nueva zona de seguridad en la frontera libanesa-palestina ocupada por Israel.
Fuente: La Jornada