La juramentación este 10 enero de Nicolás Maduro como presidente para el período 2025-2031  puso fin a un nuevo show contra Venezuela protagonizado por la ultraderecha interna, y financiado y alentado por EE.UU. y gobiernos europeos y latinoamericanos plegados a la Casa Blanca.

Maduro, como lo hizo el gigante Hugo Chávez, derrocó una vez más otra feroz guerra que incluyó continuos ataques mediáticos, intentos de acciones violentas y amenazas de agresión militar a la tierra de Simón de Bolívar.

Complotados de estados del viejo continente y de América Latina a las órdenes de Washington fracasaron en su empeño de sabotear la toma de posesión del mandatario venezolano, luego de imponerse claramente en las elecciones del pasado fin de año.

Los representantes de la derecha fascista interna tampoco consiguieron boicotear la juramentación de Maduro, pese a los llamados de todo tipo que hicieron para reeditar con la denominadas guarimbas el terror en el país.

Varios de esos opositores pidieron incluso, una y otra vez, una intervención castrense en Venezuela, luego de su revés en las urnas.

Frente a esa guerra, el pueblo se lanzó a la calles para demostrar que la Revolución Bolivariana fundada por Chávez  tiene el respaldo de una gran mayoría que aboga por la paz y la prosperidad de la nación sudamericana.

Al unísono fueron movilizadas las fuerzas armadas y del orden, y el presidente electo dejó bien claro que los venezolanos responderían a cualquier intento de agresión militar y no permitirían la violencia de los fascistas internos.

En los diversos actos de investidura, Maduro aseguró que nunca más su nación será gobernada desde EEUU, ni de ningún otro lugar, y reiteró su defensa de la paz, el dialogo y la verdadera democracia.

Tras las actividades de toma de posesión, las urbes de todo el territorio nacional fueron escenarios de numerosas celebraciones y fiestas por el nuevo y contundente triunfo de la Venezuela Chavista.

Maduro y sus compatriotas volvieron a demostrarle al mundo que con valentía e inteligencia a los adversarios, por muy poderosos que sean, se pueden poner de rodillas.

 

Rubén G. Abelenda. Periodista y diplomático

Por REDH-Cuba

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