El mayor comprador de petróleo venezolano en la actualidad es China, el cual recibió en el propio mes de febrero, como promedio, unos 503 mil barriles diarios. El tercer y cuarto lugar lo ocupan Europa, con unos 69 mil 200 barriles diarios e India con unos 68 mil.
Fuente: AlmaYadeen
El petroleo es la clave para entender todas y cada una de las acciones de Estados Unidos contra Venezuela. Más específicamente, quién controlará las inmensas reservas de petróleo del país, si estarán al servicio de los intereses nacionales o, por el contrario, se retomará la lógica de saqueo y robo de la riqueza, que era habitual antes de la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998.
Recientemente la administración norteamericana implementó la licencia 41A, que reemplaza a la licencia 41 y que permite a Chevron, única petrolera gringa que continúa en Venezuela, mantener sus operaciones hasta el 3 de abril de 2025, fecha en la que debe cesar totalmente cualquier acción en el país sudamericano. Asociado a esta prohibición, la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros, por sus siglas en inglés) también prohibió la operación en Venezuela de varias empresas norteamericanas de servicios petroleros, tales como Halliburton, Schlumberger Limited, Baker Hughes Holdings y Weatherford International, que deberán abandonar el país a partir del 9 de mayo.
Chevron venía operando en Venezuela desde 2022, cuando una licencia de la administración Joe Biden le permitió retomar los negocios en este país. La principal motivación de esta medida fue el alza del precio de los combustibles en el mercado doméstico. Desde entonces, las tensiones políticas entre Washington y Caracas, agravadas nuevamente luego de las elecciones presidenciales de julio de 2024, han llevado a que numerosas voces dentro de los sectores más conservadores de la política norteamericana se cuestionen la continuación de dicha licencia. Sin embargo, a pesar de la charada en torno a Edmundo González y el aumento de las tensiones, la licencia permaneció intocada hasta el anuncio de este 4 de marzo.
Según la propia web de Chevron, actualmente la empresa tiene en Venezuela más de cinco proyectos de producción en tierra y en alta mar, cuatro operaciones de empresas conjuntas no operadas en asociación con PDVSA y tres proyectos de exploración y extracción de crudo pesado y extrapesado. Entre las empresas en las que tiene algún grado de participación, destacan Pretoboscán, Petropiar y Petroindependencia.
El cierre de estas operaciones y, con ellas, del acceso directo al mercado norteamericano, será sin dudas un golpe para la economía venezolana. Actualmente las actividades de Chevron representan un cuarto de la producción petrolera del país, así como una importante exportación de crudo a Estados Unidos, que en febrero de 2025, según datos de Reuters, ascendió a 239 mil barriles por día.
Al hacer pública la noticia, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, declaró: “Tratando de hacerle un daño a la economía venezolana, se están haciendo un daño ellos, porque nosotros vamos a seguir produciendo, recuperándonos, creciendo, y nada ni nadie nos va a detener”. Esto, que pudiera parecer simple retórica nacionalista a un espectador no avisado, expresa una realidad profunda, que también genera preocupación en los pasillos de la Casa Blanca.
La recuperación económica de Venezuela fue posible a pesar de las crueles sanciones norteamericanas contra el país. En el momento en que Chevron retoma sus actividades, ya la producción de crudo nacional venía estabilizándose y creciendo de modo sostenido, gracias al apoyo brindado por aliados estratégicos como Irán, Rusia y China para la recuperación de la industria petrolera del país. Actualmente la exportación petrolera venezolana asciende a unos 934 465 barriles diarios, de los cuales, como ya se apuntó, solo una cuarta parte pertenece a la producción del gigante petrolero norteamericano.
El mayor comprador de petróleo venezolano en la actualidad es China, el cual recibió en el propio mes de febrero, como promedio, unos 503 mil barriles diarios. El tercer y cuarto lugar lo ocupan Europa, con unos 69 mil 200 barriles diarios e India con unos 68 mil. Tanto China como India, y Europa en un segundo plano, tienen amplias capacidades para asumir exportaciones de petróleo venezolano mucho mayores que las actuales, lo cual abre la puerta a que, de cerrarse completamente el mercado estadounidense, Caracas pudiera redirigir su crudo a Asia, garantizando una estabilidad en los ingresos petroleros, vitales para la nación. Así mismo, la retirada de las empresas norteamericanas del negocio petrolero en el país pudiera abrir las puertas a que sus homólogas de Rusia o China ocuparan su lugar, esto a pesar de la amenaza de sanciones de Estados Unidos. A diferencia de etapas anteriores, Venezuela ha logrado estabilizar la producción y todas las operaciones asociadas a la producción petrolera.
Adicionalmente, estas medidas tendrán un impacto también en la economía norteamericana, dada la estratégica dependencia de este país a las importaciones petroleras. Según datos de 2023, recogidos por Xinhua, en ese año la producción petrolera de Estados Unidos se situó aproximadamente en unos 13 millones de barriles diarios de crudo, mientras su demanda se situó en 18,9 millones de barriles diarios. Aunque en 2024 hubo un ligero aumento de la producción petrolera norteamericana y es probable que en 2025, a tono con la política extractivista de Trump, continúe aumentando, aun así persistirá un desfase de varios millones de barriles diarios entre la producción interna y la demanda, sobre todo porque la demanda también ha mantenido una dinámica al alza.
Adicionalmente, el costo medio de la producción de hidrocarburos mediante fracking, ronda los 60 dólares por barril, lo cual hace que en caso de un descenso del precio internacional de los combustibles, como el que pudiera verificarse con el fin de la guerra en Ucrania, impacte fuertemente en una industria con altos costos productivos. Las reservas probadas de hidrocarburos en territorio norteamericano se estiman, al ritmo de consumo actual, en unos siete y ocho años. El país también ha reducido exponencialmente sus niveles de reserva petrolera, pasando de unos 700 millones de barriles a solo 380 millones de barriles en la actualidad.
Estados Unidos consume casi el 20 por ciento de la producción petrolera mundial y Venezuela tienen casi el 20 por ciento de la reserva petrolera probada. Esto hace que el país resulte estratégico en cualquier cálculo de Washington. Actualmente Estados Unidos importa el seis por ciento del petróleo que consume de Venezuela, muy lejos de los 30 millones de barriles diarios mensuales comprados a Caracas entre 1993 y 2010. Sin embargo, todavía buena parte de las capacidades de refinamiento existentes en la costa sur de los Estados Unidos, particularmente en el Golfo de México, están especialmente adaptadas para procesar el crudo venezolano.
En la medida en que se agudicen las tensiones del modelo extractivista y se agoten las reservas norteamericanas de crudo, las apetencias imperiales en torno al petróleo venezolano aumentarán, así como la agresividad para obtenerlo. Esto, sumado a la posición de la Venezuela Bolivariana, orientada hacia la creación de un mundo pluricéntrico y multipolar, lo cual implica diversificar mercados, ampliar la asociación estratégica con países del Sur Global y disminuir la dependencia a los antiguos centros hegemónicos del capital, particularmente Estados Unidos, darán la pauta para la interacción entre ambos países en el futuro.
Dentro de la administración Trump parece haber una pugna entre los que buscan una posición negociada que permita al petróleo seguir fluyendo y aquellos que sostienen que hay que tener mano dura con la “dictadura” venezolana, o sea, como ya se ha probado en el pasado, financiar a la corrupta oposición local y promover agendas violentas y golpistas, sin importar el costo humano. Obtener el petróleo de Venezuela a cualquier precio. Ya se ocuparán luego los medios cartelizados de presentar la rapiña bajo un ropaje moral, como preocupación por los derechos humanos y la democracia.