Siempre que nos acercamos al catorce de marzo, aniversario de la fundación de Patria, nos hacemos preguntas de diverso orden en torno a ese órgano de prensa, a los objetivos de Martí al fundarlo, y sobre todo, si somos dignos continuadores de ese legado.

Hoy, justamente, cuando hilvanaba estas líneas, pensaba que el sustantivo patria y sus esencias más profundas, siempre estuvieron ligadas al destino de ese hombre universal del que somos coterráneos, desde la más temprana adolescencia hasta el final de su vida. Fue tema de versos, discursos, artículos, proclamas políticas, cartas personales, apuntes, nombre de dos de sus periódicos; pero también fue concepto, motivo de rupturas afectivas, razón de ser.

Una de las primeras creaciones  suyas fue la puesta en circulación de El Diablo Cojuelo. Tenía entonces apenas dieciséis años, y aprovechaba la efímera libertad de prensa que decretara el Capitán general de la Isla, Domingo Dulce, con el ánimo de revertir el movimiento independentista iniciado el 10 de octubre de 1868.

Pocos días después, el 23 de enero de 1869, apareció su otro periódico de esta etapa, La Patria Libre. En él publica su poema dramático Abdala, contentivo del eterno conflicto de su vida, el desgarramiento entre el deber patriótico y el deber familiar.  A ello le seguiría su soneto “El 10 de octubre”, probablemente en el mes de febrero, el cual fue publicado en un periódico manuscrito llamado El Siboney, del cual no se conservan originales. Contrastar estos tres textos, tan diferentes entre sí por los modos de expresión, pero con el denominador común del patriotismo y el rechazo frontal a las formas de dominación colonial en Cuba, da la medida de su temprana comprensión del papel de la prensa y los periodistas en la construcción de un país libre y soberano.

Durante su primera deportación a España, en un texto temprano, “La República española ante la Revolución cubana”, publicado en  Madrid el 15 de  febrero de 1873, da una estremecedora definición, que tiene, a la vez, valor teórico y emotivo: Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.

Por eso, cuando al fin, después de muchos intentos en la fundación de órganos de prensa, logra concretar su anhelado periódico, no encuentra otro nombre mejor que Patria. Desde el principio estuvo destinado a  crear consensos; restañar las viejas heridas, desconfianzas y rencores; cimentar la unidad en pos de la independencia, y preparar las conciencias para enfrentar con entereza, optimismo y ecuanimidad la guerra amorosa y breve que se avecinaba. Esa labor queda sintetizada de manera magistral en esta breve línea: “Para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad, nace este periódico.”

La pluralidad de aristas y posibilidades de lecturas que tiene esta publicación son infinitas. En aras de cumplir sus objetivos supremos, Martí incorpora todos los recursos posibles y da muestras de una madurez sin precedentes en el quehacer publicístico, asentada en experiencias anteriores, y de la capacidad para sortear, a fuerza de habilidad, obstáculos de todo tipo:   carencias económicas, incomprensiones, persecuciones, y hasta censura de la dirección de los diarios para los cuales escribía, como le sucedió más de una vez. Si entonces adecuó su modo de decir, sobre todo en las Escenas norteamericanas, para alertar y comunicar la verdad sin espantar a unos lectores admiradores del Norte en demasía, ahora es mucho más directo, pues no tiene otras presiones que eludir: está escribiendo en su propio rotativo, y tiene el respaldo de sus conciudadanos y el liderazgo indiscutible que ha ido ganando con su entrega a la causa independentista.

Lo anterior le permite escribir de los hechos y héroes de la Guerra de los Diez Años con devoción y gratitud, pues se siente continuador y heredero de esa tradición libertaria. Esa admiración y ese amor a los que protagonizaron la gesta se expresan de las maneras más diversas: desde las hazañas del soldado anónimohasta figuras reconocidas, entre ellas Céspedes, Agramonte y Maceo, perfiles magníficos que revelan su faceta de narrador y de biógrafo. Es frecuente hablar de la resistencia cotidiana de los que en el entorno hostil de la emigración esperaban el momento oportuno para volver a la manigua y levantar con su trabajo y generosidad los fondos necesarios para sostener la logística de la nueva contienda. Esto era algo que venía haciendo desde muchos años atrás. Piénsese en textos como “Lectura en Steck Hall”, del 24 de enero de 1880, o “Vindicación de Cuba”, del 25 de marzo de 1889, entre otros.

No descuida Martí la labor de prevención sobre aquellos rasgos del vecino norteño que no deben ser imitados, y por eso crea, a partir de la publicación de su artículo “La verdad sobre los Estados Unidos”, una sección que se llamó “Apuntes sobre los Estados Unidos”, a partir del no. 105, del 31 de marzo de 1894.

Otra arista de Patria que apenas ha sido advertida es la del campeo en sus páginas del humor y la ironía. La profesora e investigadora cubana Marlen A. Domínguez Hernández, en un artículo titulado “‘Amar y reír’: la poesía de la guerra”, ha examinado el asunto. En él revela el lado risible, simpático, de hechos y anécdotas referidos por Martí en su prólogo a Los poetas de la guerra, que en la realidad de la contienda tuvieron un carácter peligroso, como corresponde al campo de batalla. La estudiosa ha referido que “allí se ve una característica con que ha sido descrito el ser cubano: la capacidad de reír en cualquier momento, e incluso de sí mismo, y de usar el humor como arma”.

A la hora de incorporar ese acontecer de la historia nacional a las páginas de Patria, la oralidad, como soporte informativo, jugó un papel esencial. Las hazañas llevadas a cabo en el campo de batalla se transmitían de ese modo, pero también la poesía que en ellas se inspiraba, en plena tregua fecunda, cumplía de manera insuperable la función reconfortante de apuntalar almas, y congregar pueblos y conservar su espíritu y sus mejores valores.

Pero todo no era, en esas veladas entre cubanos, dolor y heroísmo. Otras veces,  como cuenta Martí en su prólogo a Los poetas de la guerra, se evocaba “una anécdota gloriosa y picante del tiempo fuerte y bueno, o a un bravo chistoso, o un cuadro conmovedor, o el zancudo soneto y suelta décima en que aquellos poetas naturales los conmemoraban”.

De ese espíritu festivo, jocoso, que distingue al cubano, se impregnó también Patria, pero siempre en el tono divertido que no llega a la burla hiriente, pues hay límites éticos en Martí que no aceptan esa variante de la comicidad. No podía ser de otra manera, pues es un rasgo propio de nuestra identidad; aflora de manera natural y constante, y sin duda alguna nos ha ayudado a resistir en todas las épocas.

Ese humilde órgano de prensa continúa siendo hoy una escuela de civismo, sentido ético, compromiso y amor irrestricto a Cuba y a los cubanos que la honran, y el mejor homenaje en el presente es aprovechar ese caudal de enseñanzas.

Por REDH-Cuba

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