Como es natural cuando se agudizan las disputas por el poder político –no otra cosa es el conflicto actual en Venezuela- suele dejarse de lado aquello que está en la razón última del asunto.
Es lo que hoy nos ocurre en Venezuela. No olvidemos entonces dos problemas cardinales: al mirar el mapa de Suramérica y el Caribe, se descubre la posición geoestratégica de Venezuela. De cara a El Caribe y sus territorios insulares que demarcan una amplia frontera marítima con salidas al Atlántico y al Pacífico, largas fronteras con Colombia, Brasil y Guyana y encabezando la geografía de toda Suramérica. Agréguese la más grande reserva de hidrocarburos (300.000 millones de barriles) con la mayor proximidad a un mercado –Estados Unidos de Norteamérica- que, con apenas el 5% de la población mundial, consume el 25% de toda la energía del planeta. Somos, pues, muy apetecibles para el capital
Como factor muy significativo, estúdiese el rol de Venezuela en la historia del siglo diecinueve, Bolívar, en Nuestra América. Y, finalmente, en los siglos 20 y 21, la influencia el liderazgo de Hugo Chávez que tantas angustias ha representado para Washington y para los grupos oligárquicos que durante largas décadas señorearon a su placer en estas tierras de Dios.
Pero no puede detenerse allí nuestra mirada. Hay que examinar cómo se ha distribuido en el pasado y como se distribuye hoy el ingreso generado por la explotación petrolera. Hasta finales de los años noventa del siglo pasado, la mayor tajada iba a las fauces de un sector que terminó conformando la llamada burguesía rentista y una espesa clase media muy estamentada, cuyo sector superior asume valores y conductas más presuntuosas que las de la misma burguesía. Otros sectores inferiores la siguen. Agréguese la altísima ganancia de los consorcios petroleros imperialistas durante noventa años de explotación de nuestros hidrocarburos.
Ha ocurrido en la historia de las sociedades que sectores de esa clase media, han logrado arrastrar sectores más o menos importantes de las clases populares. Eso conformó el fenómeno del nazi-fascismo europeo y fenómenos algo parecidos en el Sur Nuestra América. También ocurre en la Venezuela de estos días: no es raro ver elegantes señoras de clase media alta, liderando alguna gente confundida en la calle.
Hoy en Venezuela la confrontación se plantea entre democracia y fascismo, entre un gobierno popular frente a fuerzas que buscan establecer un poder alcanzado y sostenido en la violencia. En otras palabras, la única alternativa está entre la paz como condición para el ejercicio de la democracia o la guerra o la guerra.
Cuando se ha agotado el diálogo, cerradas las puertas por parte de una oposición casada con su guerra unilateral, la única salida democrática y pacífica es acudir a la voluntad popular: elegir con el voto universal, directo y secreto una Asamblea Nacional Constituyente, según los Artículos 5°, 347° y 348° de la Constitución Bolivariana de Venezuela. Tal cual la ha convocado el Presidente Nicolás Maduro quien ha soportado con verdadero estoicismo la agresión de una oposición obcecada con la guerra. No hay otra
Alí Rodríguez Araque /Embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Cuba