La Organización Socialista Internacional asume esta urgente lucha y se suma al llamado de tantas organizaciones e individuos tras Charlottesville: luchar unidos para enfrentar y derrotar al fascismo.
Fuente: Rebelión
El presuntamente nuevo movimiento «alt-right» perdió su máscara, revelando la añeja y repulsiva cara del fascismo, el que muchos creían era ya una reliquia de la historia.
El rally «Unir la Derecha», del fin de semana pasado en Charlottesville, Virginia, no tuvo nada que ver con la supuesta defensa de «libertad de expresión», sino con una estatua confederada; dio acogida a los nazis, quienes merodearon las calles buscando a gente que asaltar; y culmino con un ataque terrorista, cuando uno de arrolló a una multitud de manifestantes pacíficos con su carro, matando a la activista local Heather Heyer, 32, e hiriendo a docenas, muchos de gravedad.
La indignada respuesta contra terror nazi en Charlottesville fue inmediata y poderosa, con protestas y vigilias en cientos de ciudades. De todos lados vinieron las denuncias contra la violencia racista; de todos lados, excepto de la Casa Blanca, ni de la boca de Donald Trump.
Este es un momento decisivo. «¿Tras el abierto despliegue racista, será la extrema derecha regresada a los márgenes de la política, o será el movimiento normalizado, permitiéndole entretejerse aún más profundamente en el discurso nacional?», preguntó el New York Times.
La respuesta a esta pregunta depende de lo que los millones de personas que desprecian a Donald Trump y a la derecha hagan en las próximas semanas y meses.
Debemos superar el temor que los fascistas nos quieren hacer sentir y organizar protestas masivas para detener este cáncer ahora, antes de que pueda convertirse en una amenaza mayor. Eso significa organizar protestas abiertas a todos los afectados por esta amenaza–la gran mayoría–con el fin de rendir la extrema derecha irrelevante.
Después de la nauseabunda violencia fascista en Charlottesville, sabemos que la extrema derecha no busca ganar votos para avanzar; tampoco no le importa el favor de las encuestas. Por eso, no podemos derrotarlos con «simplemente ignorarlos», como sugieren los liberales.
Si no detenemos a la extrema derecha hoy, nos impedirán organizar mañana; es así de simple. Esta no es una batalla que elegimos, pero es una que debemos ganar.
También debemos tener claro que no podemos confiar en la policía para protegernos de los fascistas, o en el gobierno para negarles permisos. Depende de nosotros mismos defender nuestras comunidades y nuestros movimientos de los ataques de la derecha.
Si tenemos éxito, Charlottesville podría ser recordado como un hito, no sólo en nuestra lucha contra la derecha, sino en nuestra capacidad de organizar por nuestras propias demandas.
La Organización Socialista Internacional asume esta urgente lucha y se suma al llamado de tantas organizaciones e individuos tras Charlottesville: luchar unidos para enfrentar y derrotar al fascismo.
Habrá fogueos en las próximas semanas, desde Boston a Berkeley, pero esta lucha debe llegar a cada ciudad y pueblo, a cada comunidad, a cada campus y a cada lugar de trabajo. Hacemos un llamado a todos nuestros simpatizantes y a toda la izquierda a unirnos y luchar.
El incidente más pavoroso en Charlottesville el pasado fin de semana fue, por supuesto, el ataque terrorista del neonazi James Fields, cuando el integrante de Vanguardia América arrolló con su automóvil un contingente de manifestantes que incluían a miembros de la Organización Socialista Internacional y de Trabajadores Industriales del Mundo, entre otros.
Pero el proyecto fascista es mucho mayor que el terrorismo individual. Ellos quieren construir una organización de matones disciplinados para brutalizar e intimidar sistemáticamente a los oprimidos, un programa que, como demuestra la historia, inevitablemente implica asesinatos.
En este caso, James Fields fue el asesino. Pero los nazis y los «guardianes de la paz» de la extrema derecha llegaron fuertemente armados a Charlottesville y estaban preparados para infligir violencia contra las personas de color, los judíos y la izquierda. Los asesinatos de individuos encajan en su torcida lógica política porque así allanan el camino para su objetivo real: asesinatos en masa y el genocidio.
El verdadero rostro del fascismo fue evidente durante todo el fin de semana en Charlottesville: Cientos de hombres empuñando antorchas, gritando «¡Sangre y tierra!», y agrediendo a los contra-manifestantes; grupos merodeando las calles con armas y escudos, buscando a gente de color, como Deandre Harris, 20, para brutalizar.
Como el reportero de ProPublica A.C. Thompson escribió, la extrema derecha en Charlottesville:
“Exhibió una organización sin precedentes e ingenio táctico. Cientos de activistas racistas convergieron en un parque el viernes por la noche, caminando a través de la oscuridad en grupos de cinco a 20 personas. Un puñado de líderes con auriculares y radios de mano dieron órdenes, y una camioneta llena de antorchas se aproximó. En cuestión de minutos, su número había aumentado hasta llegar a los cientos. Rápida y eficientemente formaron una larga procesión y comenzaron a marchar, con antorchas encendidas, por la Universidad de Virginia”.
Los fascistas de Charlottesville estaban confiados. Un pedante golfillo nazi, llamado Sean Patrick Nielsen, se jactó al Washington Post, «Estoy aquí porque nuestros valores republicanos son, primero, defender la identidad blanca local, nuestra identidad está bajo amenaza; dos, el mercado libre; y tres, matar judíos».
Todo esto hizo que la declaración inicial de Donald Trump, condenando la violencia «de muchos lados», asqueara aún más a millones de personas, y dio algo que celebrar al sitio web neonazista Daily Stormer.
Esta es otra señal de advertencia de los peligros del momento actual, con una Casa Blanca infestada de racistas de extrema derecha, del promotor de «alt-right», Steve Bannon, al aliado euro-fascista, Sebastian Gorka, al entusiasta de la Confederación, Jeff Sessions.
No debemos hacernos ilusiones: La tóxica combinación de una extrema derecha que abarca a grupos nazis y a personeros con acceso clave a la Casa Blanca produjo, en Charlottesville, la mayor muestra de fuerza del fascismo estadounidense en generaciones.
Nuestro lado tiene latente una potente arma que usar contra esta creciente amenaza: grandes números. Los acontecimientos de Charlottesville, no sólo el ataque terrorista, sino las banderas nazis, la marcha con antorchas y la violencia matonesca, horrorizaron a la gran mayoría de la sociedad estadounidense.
Desde el sábado por la noche hasta el lunes, hubo manifestaciones de solidaridad en más de 400 ciudades en todo el país, una ola de manifestaciones que nos recordó los días posteriores a las elecciones de Trump en noviembre pasado.
Jason Kessler, el residente de Charlottesville que inicialmente convocó el rally fascista, fue expulsado de su propia conferencia de prensa por furiosos residentes locales. Declaraciones condenando la supremacía blanca, el terrorismo interno y la débil respuesta de Trump, salieron de todo el país. Los medios corporativos, de repente, dejaron de referirse a Richard Spencer y sus amigos como «alt-right» y más precisamente los llamaron «supremacistas blancos».
Decenas de republicanos en el Congreso, que hicieron sus carreras agraciando al racismo y la reacción, se apresuraron a condenar a los nazis y distanciarse de Trump.
La respuesta de Trump a Charlottesville es pedir más «ley y orden», una frase con tintes racistas que da a las autoridades policiales y de inmigración más poder para detener y brutalizar a las personas de color.
Las fuerzas de la «ley y el orden» estaban por todas partes en las calles de Charlottesville, y se mantuvieron al margen mientras la orgía de la violencia de la derecha tenía lugar.
En lugar de apelar al gobierno para que nos defienda, tenemos que construir protestas masivas para defendernos los unos a los otros. La estrategia de pequeños grupos de antifascistas para luchar en nombre de los oprimidos demostró ser insuficiente en Charlottesville por los números movilizados por los trogloditas.
Este es el momento de construir frentes unidos con tantas organizaciones como sea posible para enfrentar a la derecha, no sólo grupos de izquierda, sino sindicatos y organizaciones de derechos civiles, y todo grupo posible universitario.
En Portland, Oregón, este tipo de coalición sacó a más de 1.000 personas en junio para enfrentarse a grupos que celebraron los asesinatos racistas de Ricky John Best y Taliesin Myrddin Namkai-Meche.
Necesitamos más como esto en las próximas semanas, cuando la extrema derecha descienda en Boston el 19 de agosto, y durante todo el año escolar, así como fascistas como Richard Spencer intentan su gira en los campus. El Movimiento por las Vidas Negras ha convocado un día nacional de acción para ese día.
El 27 de agosto, la extrema derecha planea una mayor movilización en Berkeley, California, para su rally «No a una América marxista», en la que intentarán repetir su algazara racista de la primavera pasada. Pero los antifascistas se han estado preparando por semanas para decirles que no retrocederemos ante su violencia y odio.
En medio de las muchas condenas de muchos líderes políticos a la extrema derecha en Charlottesville, sobresalta una nota claramente falsa: que estos fascistas son de algún modo foráneos a la política e historia de los Estados Unidos.
La violencia racista tiene profundas raíces en este país, y el terrorismo en defensa de los retorcidos ideales de la derecha es tan estadounidense como las túnicas blancas y una soga colgando.
Pero la lucha contra el terrorismo racista también es parte de la historia de este país. Aquellos que nos dicen que debemos ignorar a los racistas para que se vayan solos son ignorantes de eso, o no quieren que construyamos un movimiento contra la extrema derecha porque instintivamente intuyen que nuestro movimiento no se detendrá ahí.
Este es el momento de aprender la historia de las previas generaciones que lucharon contra el KKK y la valiente lucha contra el fascismo en Europa. Y es hora de unirnos en acción para darnos el valor de enfrentar a aquellos que quieren que nos quedemos en casa.
Así como hemos tomado fuerza de la valentía demostrada por los residentes de Ferguson, Missouri, podemos sacar fuerzas de las palabras de la madre de Heather Heyer sobre su hija: «Ella nunca arriaría sus creencias. Y así fue que ella murió; luchando por sus creencias. »
La amenaza de la derecha está creciendo, pero debe ser enfrentada y superada si queremos luchar por cualquiera de nuestras demandas. Un organizador en Columbus, Ohio, dio voz al instinto de solidaridad y lucha que se ha sentido en todo el país desde Charlottesville:
“Cuando comenzamos a planear la protesta en el aeropuerto de Columbus [contra la prohibición de entrada a los musulmanes promulgada por Trump en enero], varios derechistas y escoria islamofóbica empezaron a publicar fotos gráficas de animales y personas atropelladas por coches.
Su objetivo era claro: intimidar y amenazar, y hacer que la gente tuviera miedo de salir. Por varias horas tarde por la noche, sólo seguimos destruyendo esas fotos. Cientos y cientos de personas se presentaron de todos modos para luchar contra la prohibición. Mantuvimos vigilancia por los coches errantes, pero no aparecieron. Y así llegamos a ser parte de las históricas acciones en el aeropuerto que vencieron a la primera versión de la prohibición musulmana.
Estos fascistas tratarán de silenciarnos, intentarán intimidarnos, tratarán de hacernos sentir miedo. Pero nosotros somos muchos; ellos son pocos”.
Traducción de Orlando Sepúlveda – Obrero Socialista
Fuente: https://socialistworker.org/