Fuente: La Jornada
La oposición planea el boicot a las elecciones presidenciales de 2018. De este riesgo advirtió el presidente Nicolás Maduro al referirse a las pláticas que llevan a cabo en República Dominicana su gobierno y parte de la denominada Mesa de Unidad Democrática. Ya se habían acordado los siete puntos de la agenda pero en eso los opositores recibieron una llamada de Washington y cambiaron de postura. Lo sé de buena fuente, añadió el mandatario. No obstante, puntualizó que en 2018 habrá elecciones con toda la oposición o con una parte de ella.
Y es que el chavismo, pese a los rigores impuestos a la población por la guerra económica y a otras adversidades, reiteró en 2017 su capacidad de aglutinar a la mayoría y ganar contundentemente tres elecciones consecutivas: las de integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), las de gobernadores y las de alcaldes. Si a ello añadimos las amargas divisiones y la desmoralización que sufre la oposición, el imperialismo seguramente prevé su derrota en las presidenciales de 2018.
Cabe recordar que Maduro retomó la iniciativa estratégica en 2017 al derrotar el más pugnaz de todos los intentos de empujar la Venezuela bolivariana a la guerra civil, como en Libia, Siria y Ucrania, según el guion de la llamada guerra de cuarta generación. Lo hizo de la manera más democrática ante la violenta arremetida. Con buen gobierno, mucho pueblo en la calle y las mencionadas victorias electorales, en particular los comicios para la ANC, desarrollados casi al borde de la guerra civil. Iniciada durante el gobierno de Barack Obama, autor del decreto presidencial que declara a Venezuela un grave peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos, la estrategia de guerra en todos los frentes ha sido recrudecida por Trump agudamente desde agosto de 2017 con un paquete de graves e ilegales medidas contra las finanzas internacionales de Venezuela, con terrible perjuicio al funcionamiento de su economía. El plan contempla, como lo vimos entre marzo y junio de 2017, la insurrección contrarrevolucionaria de calle –mezcla de movilización de opositores y cada vez más feroces acciones terroristas– exactamente como lo puntualiza el documento golpista Venezuela Freedom II, del Comando Sur de Estados Unidos.
Al parecer, pese a la firme política democrática y de paz de Maduro y a la evidencia de que el chavismo es inderrotable en las urnas y también mediante las cada vez más destructivas acciones violentas, Washington persistirá en esta última ruta. Dinero hay de sobra. Ahí están la CIA y Exxon Mobil, el imperio petrolero que dirigió Rex Tillerson hasta antes de asumir como secretario de Estado de Trump. También mercenarios dispuestos a lanzarse al cuello de la Venezuela chavista al llamado de Álvaro Uribe o de Marco Rubio y sus colegas legisladores cubanoestadunidenses. Por eso no debe asombrarnos la mitificación y glorificación mediática como luchadores por la libertad de Óscar López y su banda terrorista, ya desarticulada por los servicios de seguridad de Venezuela. Quien ataca con granadas y disparos de fusil automático objetivos civiles como el Tribunal Supremo, donde todavía los niños permanecían en la guardería; o el Ministerio del Interior, Justicia y Paz, en cuya azotea eran celebrados los periodistas en su día, es terrorista de acuerdo con el derecho internacional. Igual quien secuestra un helicóptero en una base aérea o se apodera de armas de guerra en una instalación militar con el propósito de derrocar al gobierno legítimamente constituido. En los planes del grupo también estaba estallar camiones bomba en lugares públicos. Entre ellos la embajada de Cuba, ha trascendido en el sitio web alternativo La Tabla.
La conclusión es clara. Washington y el gran capital internacional necesitan reforzar en las audiencias el estereotipo del terrorismo bueno contra Venezuela, como lo han heho en Afganistán, Cuba, Siria, Libia, etcétera.
La razón es muy clara. Parecen haber decidido continuar con la violencia más salvaje contra Venezuela. Es una prioridad hacerlo. Acabar con la dictadura de Maduro, con ese maldito chavismo al que tanto le gustan el debate y el camino electoral. Ya sabemos que Washington nada más acepta su modelo de democracia. Pero incluso esa, hasta que le conviene. Un dato a tener en cuenta por Morena. Lo dijo el general Kelly, jefe de gabinete de Trump: ni a México ni a Estados Unidos les conviene un gobierno de izquierda en México.