El torrente imperialista de la unilateralidad bélica post 11/S y la alta militarización doméstica e internacional que acarrea con muy alto costo fiscal, sigue desplomando la hegemonía de Estados Unidos. Con Donald Trump el colapso del liderato moral e intelectual es más notorio. Junto a la proyección de fuerza, ese liderato es esencial a todo hegemón, pero el nacionaltrumpismo y sus interesados berrinches contra los intereses geoeconómicos de la Unión Europea (UE) –La Jornada 26/10/17– ya afectan, y de manera profunda, la ecuación mundial de poder, en especial, los vínculos transatlánticos y de manera directa a la OTAN. De esto no se infiera desatención a lo multidimensional de un fenómeno que incluye cambios tectónicos en las relaciones entre Estados Unidos, Rusia, China y la UE. Me propongo atender, por medio de la comparación histórica, el orden de magnitud de lo que ocurre a la ecuación mundial de poder, centrando la atención en la pugna geoeconómica y geopolítica en las relaciones transatlánticas.

Hace 43 años, en un estudio sobre la política internacional de seguridad de Estados Unidos, que transitaba de la contrarrevolución mundial expresada en la genocida guerra contra Vietman, a una contrarreforma hemisférica, en el brutal y sangriento golpe orquestado por Nixinger/CIA contra el régimen electoral, constitucional y legítimo de Salvador Allende (11/9/73), me pareció acertada la síntesis de James Schlesinger, secretario de Defensa de Richard Nixon y luego de Gerald Ford, en torno a la OTAN y a la relación de Estados Unidos con la Europa de entonces.

“La OTAN y la seguridad de Europa Occidental –sintetizó Schlesinger– constituyen parte esencial de los intereses y de las alianzas permanentes de Estados Unidos…Una dominación hostil de Europa Occidental y el control hostil de sus vastos recursos representaría un grave peligro a la seguridad estadunidense. La pérdida de considerables inversiones y la posibilidad de su pérdida conllevaría un grave daño económico y el alejamiento de Europa Occidental acarrearía una contracción intolerable del ‘mundo libre’ (sic). Mientras Estados Unidos podría sobrevivir (aislado) en el hemisferio occidental, lo haría en modalidades que resultarían muy perturbadoras a sus ciudadanos” (citado en JSF, les temps modernes, número 352, París, noviembre, 1975. Cursivas mías.)

En cualquier recorrido de la relación EU-Europa después de la Segunda Guerra Mundial, queda claro que el vigor de la recuperación industrial del viejo mundo y la creación de una estructura monetaria-financiera, si bien apoyada de dientes para afuera por Estados Unidos, en su elite afloraron, en volumen e intensidad, crecientes rivalidades intercapitalistas. Eisenhower, Nixon y sucesores vieron con recelo esa robusta recuperación económica. La percibieron como fuente del desempleo doméstico y luego del estancamiento y mal desempeño de Estados Unidos en la competencia comercial.

Como la UE rechazó en bloque el ataque de Trump al histórico acuerdo nu-clear con Irán de las seis potencias (5P+1) esas rivalidades se acentuaron: la UE, por razones geopolíticas y económicas no quiere otra guerra en Medio Oriente ni riesgos de guerra nuclear. Tampoco los altos costos a empresas europeas de la extraterritorialidad de las sanciones estadunidenses contra Irán y firmas de terceros países. La semana pasada Trump rechazó la postura europea regañando a Bruselas y Berlín: una inusitada fricción con la UE y Alemania tanto en lo comercial como en materia de seguridad. Dijo: “Alemania debe mostrar liderazgo en la alianza (OTAN) haciendo algo por su déficit en inversión militar que viene de hace años. No aporta lo que le corresponde y… se beneficia mucho más que EU… además, como se sabe –los europeos– compran una gran cantidad de gas natural a Rusia, pagando decenas de miles de millones de dólares”.

A raíz del ataque de Estados Unidos al pacto nuclear con Irán y de la agresividad de Trump, Berlín inició un enlazamiento, hasta ahora vetado por Washington, con Rusia y China, en apoyo al pacto con Irán mientras, según informa True Publica (ICH, 18/5/2018) desde hace dos meses Irán por su parte giró instrucción para que todo su comercio no se realice con dólares, sino en moneda nacional, el euro o el yuan-oro. También se supo que la UE prevé la restauración del Estatuto de 1996, que prohibe a las compañías europeas someterse a las leyes extraterritoriales de Estados Unidos” (id). Excepto que ya el neoliberal Macron parece flaquear.

La UE plantea usar euros en sus compras de crudo a Irán, unos 450 mil barriles diarios (bd) mientras Asia le importa a Irán 1.8 millones de bd. China es el mayor importador de petróleo iraní. Es la segunda economía mundial y realiza su comercio petrolero en yuan, en especial desde que lanzó su mercado de futuros (id).

Ni la hostilidad de Trump al control europeo de Europa, ni su veto a los lazos económicos euro-asiáticos, ni su no-uso de las sanciones a cambio de vender gas natural a la UE, tienen futuro financiero o geológico.

Fuente: La Jornada

Por REDH-Cuba

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