Actualidad del Che respecto de la revolución social en Nuestra América (I Parte)

A poco de triunfar la Revolución Cubana, Che escribe que el futuro de ella “está ligado íntimamente al de todos los países de América Latina”. Y subraya que la Revolución “no está limitada a la nación cubana, pues ha tocado la conciencia de América y ha alertado gravemente a los enemigos de nuestros pueblos”.28 En consecuencia, “la batalla de Cuba es la batalla de América” y “si Cuba gana (…) América entera habrá ganado en esta pelea”.29

El 1 de enero de 1959, Cuba inaugura una nueva época en la historia de América “en la cual nos ha tocado la enorme dignidad de ser la vanguardia de la liberación”.30 Por eso,   invierte   la   idea   inicial   y   completa   su   pensamiento: el destino de las revoluciones populares en el continente “está íntimamente ligado al desarrollo de nuestra Revolución”.31

Cuba debe “pagar un precio por el hecho heroico de constituir una vanguardia como nación”.32 Ese concepto  lo repite una y otra vez en sus escritos y discursos. Ser la primera revolución en América es un orgullo, pero supone el enorme deber de una vanguardia.

¿De qué modo concibe el papel de la solidaridad del pueblo cubano con las luchas de sus pares latinoamericanos y de todo el mundo? ¿Cómo, de qué formas y por qué vías practicar tal deber?

Cuando un joven cubano le escribe diciéndole que se ofrece para ir a luchar por la liberación del pueblo dominicano, le responde en carta fechada el 5 de febrero de 1959: “Dedíquese por ahora a trabajar entusiastamente por nuestra Revolución, que será la mejor ayuda que podamos ofrecer al pueblo dominicano, es decir: el ejemplo de nuestro triunfo completo”.33

Para el legendario Comandante, el primer deber internacionalista de los cubanos –junto a la defensa de la Revolución– es construir el socialismo rápido y bien. Por eso insiste en “perfeccionar nuestra calidad de ejemplo”34 y exhorta una y otra vez a “trabajar todos los días pensando en nuestra América y fortalecer más y más las bases de nuestro estado, su organización económica y su desarrollo político”.35

Por cierto, tal relación entre el deber cotidiano en la  creación de la nueva sociedad y la solidaridad, es una idea matriz en las concepciones internacionalistas de Che, apenas exaltada en la divulgación de su pensamiento: “tenemos que darle a nuestro trabajo el sello de responsabilidad y de seriedad que entraña el ser espejo donde se miran todos los pueblos de América”36 (…) “tenemos que realizar nuestro plan, cumplirlo, sobre cumplirlo si es posible y levantar nuestro nivel de vida a alturas insospechadas en América”.37

Piensa, además, que al dar a conocer la obra de la Revolución es menester entregar un balance equilibrado y exacto, esquivar la apología y no ocultar los errores de nuestro proceso: “Somos el primer país socialista de América, (…) una experiencia viviente que muestra a la luz del conocimiento público todos sus aciertos y sus errores”.38

Durante sus discursos pronunciados en fábricas, en las tribunas internacionales u otros escenarios suele analizar, divulgar y alentar las luchas de los pueblos latinoamericanos, caribeños y del resto del mundo.

La causa de Puerto Rico  –”sigue luchando por dar el primer paso, el más difícil quizás”–, las luchas de los pueblos de Guatemala, Venezuela, Colombia, Paraguay, Chile, República Dominicana, Nicaragua, Argentina y de los demás países latinoamericanos  –”ruidos precursores de una erupción que se avecina”– son todas alzadas  por su verbo solidario, como las del Congo, Argelia, Angola y otros países africanos o la de Vietnam. No hay, en rigor, ninguna expresión de bregar popular y revolucionario que el Che no conozca a fondo y deje de mencionar y estimular con hermosas palabras.

En respuesta a las acusaciones que se hacen a Cuba de injerencia en los asuntos internos de otros países, rechaza tal infundio y a la vez proclama ante la Asamblea General de la ONU: “No podemos negar nuestra simpatía hacia los pueblos que luchan por su liberación y debemos cumplir con la obligación de nuestro gobierno y nuestro pueblo de expresar contundentemente al mundo, que apoyamos moralmente y nos solidarizamos con los pueblos que luchan en cualquier parte del mundo, por hacer realidad los derechos de soberanía plena proclamados en la Carta de las Naciones Unidas”.39

Y más, él piensa que una misión de Cuba  –totalmente compatible con el derecho internacional– es trasladar por todos los medios de difusión a su alcance el ejemplo de otros pueblos en lucha.

En tal sentido, coloca a Vietnam en la primera de las prioridades, dada la heroica guerra que en esos momentos desarrolla contra la agresión de Estados Unidos: “Nuestra misión aquí, en Cuba, es recoger ese ejemplo vivo (…) y además trasladar su ejemplo por todos los medios, a la América oprimida”. 40

Tales ideas se relacionan con su insistente reclamo de trabajar en el ámbito ideológico y político por persuadir a los pueblos de la vía acertada para su liberación y en ayudarlos a entender con hechos e ideas, la posibilidad real de iniciar el camino del desarrollo independiente y socialista.

Imperialismo, internacionalismo y liberación

Para Che, la tendencia a desaparecer del imperialismo no significa un curso histórico lineal, pues este sistema encierra energías renovadoras y de sobrevivencia, tiene capacidad de golpear y contragolpear, e incluso, de consolidar posiciones y pasar a la ofensiva temporal.

El mundo de hoy “está profunda y antagónicamente dividido en agrupaciones de naciones que representan tendencias económicas sociales y políticas muy disímiles”. En su análisis de las contradicciones de nuestra época, luego de subrayar la fundamental   –”la que existe entre los países socialistas y los países capitalistas desarrollados” –  precisa: “Con ser aquella la más importante contradicción no es, sin embargo, la única”. Y subraya las que existen entre los países capitalistas desarrollados y los pueblos subdesarrollados del mundo, que “tienen también una importancia fundamental”.41

Con sus ideas acerca del fenómeno del subdesarrollo y la dependencia, formuladas a partir de la teoría del imperialismo, no sólo se coloca en el territorio del conocimiento científico social más avanzado de su tiempo. Realiza aportes al pensamiento revolucionario, que contribuyen a la fundamentación de las vías para enfrentar al imperialismo a escala internacional y a las soluciones nacionales para lograr la liberación.

Su concepto del subdesarrollo  –”desarrollo distorsionado”42– explica ese fenómeno como una deformación del capitalismo, una modalidad intrínseca a ese sistema mundial que abarca a la mayoría de los países del mundo.

Ante esa realidad, proclama en la Unctad la única solución posible: “la supresión absoluta de la explotación de los países dependientes por parte de los países capitalistas desarrollados, con todas las consecuencias implícitas en este hecho”.43

Y en su mensaje a los pueblos a través de la Revista Tricontinental, lo reitera con más énfasis: al imperialismo hay que batirlo y destruirlo en una gran confrontación mundial. Lucha diversa y compleja, donde la participación que corresponde a los pueblos sojuzgados “es de eliminar las bases de sustentación del imperialismo” y el elemento esencial de esa finalidad estratégica, es la liberación real de los pueblos.44

Promueve la acción unida y solidaria de los países subdesarrollados, con el apoyo de  las naciones socialistas, para imponer al imperialismo un nuevo tipo de relaciones económicas.

Formula un nuevo concepto: la equidad,  derivado de sus estudios sobre el funcionamiento peculiar de la Ley del valor a escala internacional. Lo define como “la desigualdad necesaria para que los pueblos explotados alcancen un nivel de vida aceptable”.45

Parte del criterio solidario de que la liberación de un país cualquiera “es una derrota del sistema imperialista mundial” y afirma: “el desgajamiento no sucede por el mero hecho de proclamarse una independencia o lograrse una victoria por las armas de una revolución, sucede cuando el dominio económico imperialista cesa de ejercerse sobre el pueblo”.

En consecuencia, agrega, a los países socialistas les interesa que se produzcan estos desgajamientos  “y es nuestro deber internacional, el deber fijado por la ideología que nos dirige, el contribuir con nuestros esfuerzos a que la liberación se haga lo más rápida y profundamente que sea posible”.46

A partir de esa  certeza, fundada en su criterio de que el internacionalismo es un deber y una necesidad, y del imperativo de aplicar el concepto de equidad en las relaciones de los países socialistas con los subdesarrollados que alcancen su liberación  política, concluye: “el desarrollo de los países que empiezan ahora el camino de la liberación, debe costar a los países socialistas”.47

Junto al reclamo de que se generalice tal conducta entre los países socialistas más desarrollados, exige a los gobiernos de los países subdesarrollados aludidos, posiciones firmes y dignas frente al imperialismo y acciones transformadoras en sus países en favor del pueblo.

La causa de la liberación de nuestro continente y la suerte de Vietnam  –con  todo el significado que después la historia demostrara– convocan la epopeya internacionalista de Che iniciada en Bolivia. Por encima de la derrota en este país, el núcleo fecundo de su decisión histórica pervive: De ello es prueba el afán emancipador e integracionista crecientes en nuestros pueblos, incluida la Bolivia de la “era Evo”, marcada por la irrupción del pueblo profundo que  hace muchos años descubriera al Che.

El proyecto revolucionario continental que él decide iniciar en Bolivia,  tiene su matriz estratégica propia y también  posee la marca de la coyuntura: entonces era necesario y urgente dar un fuerte impulso a la lucha armada en la región y demostrar en grande la viabilidad de  otras revoluciones.

Patriotismo e internacionalismo

¿Cómo concibe Che la lucha continental?

El tema de la correlación entre lo nacional y lo continental y el factor tiempo en la lucha revolucionaria latinoamericana, lo define con precisión: “Habíamos predicho que la guerra sería continental. Esto significa también que será prolongada”. 48

En consecuencia, de ningún modo “podemos decir cuándo alcanzará estas características continentales, ni cuánto tiempo durará la lucha”.49  Así pues, el sentido  regional de la lucha revolucionaria no significa esperar a que ésta comience en todos los países, ni se desarrolle por igual en ellos: debe iniciarse “cuando las condiciones estén dadas, independientemente de la situación de otros países”. 50

A partir del criterio de que Estados Unidos va a intervenir en un momento del desarrollo de la revolución  –por razones conocidas–  sostiene: “Dado este panorama americano, se hace difícil que la victoria se logre y consolide en un país aislado.” 51

Por ende, el patriotismo no es sólo el amor a la tierra patria y a sus símbolos. Ser patriota verdadero es estar dispuesto a morir por la causa mayor de la humanidad y en cualquier suelo del mundo. Y cuando ello ocurre, se es entonces patriota de ese pueblo.

Desde las selvas bolivianas, en uno de los comunicados públicos que él escribe en nombre del Ejército de Liberación Nacional, termina diciendo: “todo hombre que luche con las armas en la mano por la libertad de nuestra Patria merece, y recibe, el honroso título de boliviano, independientemente del lugar donde haya nacido. Así interpretamos el auténtico internacionalismo revolucionario”. 52

Esta especie de autodefinición, resume cuanto pueda decirse del patriotismo y el internacionalismo en el Che: “he nacido en la Argentina. Soy cubano y también argentino… Me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica como el que más”. 53

Él quiere desde Bolivia contribuir a desarrollar un proyecto de lucha continental, en el que se fundan los valores patrios y latinoamericanistas, en el crisol del internacionalismo más puro. Lo anima el sentimiento de cumplir con uno de sus sueños de siempre: desde Bolivia, trasladarse a luchar a su propio suelo natal, a la patria chica. Pues si en su visión solidaria se opone a toda manifestación de nacionalismo estrecho, ama a la patria de origen y no deja de sentirse nunca argentino.

Internacionalismo, socialismo y el hombre nuevo

Además de ser un compromiso ético insoslayable y una necesidad práctica para enfrentar y derrotar al imperialismo, la solidaridad entre los pueblos es necesaria para la formación de los nuevos valores humanos.

En ello seguro piensa el Che, al recomendarle a sus hijos cuando finaliza la carta que escribe antes de partir a Bolivia: “Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo”.

Sin internacionalismo no hay socialismo. Y no sólo por su decisiva importancia material: “No puede haber socialismo si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una nueva actitud fraternal frente a la humanidad”.54

Esta advertencia suya, es reiterada en El Socialismo y el Hombre en Cuba: si se olvida el internacionalismo, la Revolución deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra.

Para evitar tal acomodamiento voraz y lograr que el internacionalismo resulte un valor primordial en la formación del hombre nuevo, expresa en su  excepcional carta–ensayo–manifiesto al uruguayo Carlos Quijano: “Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente, se transforme en hechos concretos”.

Che en nuestra América hoy

Los escenarios de la América Latina y el Caribe se han modificado en los primeros años del presente siglo, al surgir varios procesos signados por el ascenso de gobiernos donde predominan partidos de izquierda y centroizquierda. A ello contribuye mucho el legado de luchas de los pueblos del continente, y la solidaridad hacia ellos durante décadas de la Revolución Cubana y su papel de paradigma. En esta nueva realidad, el Che es enarbolado con singular vigencia y crece su influjo en las nuevas generaciones.

La creciente ola arranca en 1999 con la Revolución Bolivariana, siendo decisivo el papel de su líder Hugo Chávez, quien le imprime un empuje inédito a la concertación y a la unión de nuestros países. Desde muy joven siendo cadete, Chávez encontró al Che y lo sumo a sus fantasmas dilectos en el panteón bolivariano. A partir del año 2003, el proceso emancipador liderado por el barinés es favorecido por el ascenso de gobiernos asociados a partidos de izquierda y centroizquierda en Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras, Paraguay y El Salvador, además de configurarse un cuadro más progresista en el Caribe.

El papel de Cuba resultó cardinal en el desarrollo acelerado de esa nueva situación política regional, de enormes potencialidades y también con grandes dificultades y riesgos. La proeza histórica de Cuba durante más de cincuenta y cinco años, se ha sustentado en dos vertientes: Una tenaz y creativa resistencia frente al imperio y la incesante promoción, apoyo y estímulo, de maneras diversas e imaginativas, a todo tipo de luchas y cambios favorables a los pueblos.

Tal protagonismo de Cuba en la América Latina y el Caribe, bajo la guía tenaz de Fidel y a lo que tanto aportara Che en vida y después siguió haciéndolo desde su ejemplo, ha sido decisivo en el origen de las actuales circunstancias. En lo adelante no puede ser menor ni menos eficaz. La Revolución cubana –el Partido Comunista, el Estado, la sociedad civil…– tiene la responsabilidad histórica de ser un aliado fundamental de las fuerzas políticas y sociales empeñadas en acelerar y radicalizar los avances, y concertar posiciones para contrarrestar las acometidas y nuevos planes del imperio y las fuerzas conservadoras.

Continuar esa política, como ha venido haciéndolo el PCC con el liderazgo de Raúl, de vocación bolivariana, martiana y fidelista, de la que el Che es también artífice y símbolo, resulta además indispensable para nuestra seguridad nacional e influirá mucho en el curso socialista de Cuba.

Los hechos contradicen la idea de que el neoliberalismo haya sido derrotado en la América Latina; pasó a la defensiva, se enmascaró, atenuó sus nefastas secuelas, mas sigue siendo preponderante en muchas partes. Y ese adversario no se puede ocultar, ni torearlo sin fin, ni tampoco intentar cogerlo por los cuernos a ultranza: Es necesario conocer sus debilidades, no temerle a sus fortalezas y derrotarlo en buena lid, con la única estrategia que puede socavarlo: acumular fuerzas para alcanzar el poder revolucionario del pueblo, con fines anticapitalistas y de orientación socialista. Y atreverse a hacerlo, aunque las mediaciones políticas obliguen a tenaces, variadas y eficaces luchas, con la paciencia impaciente de los vencedores que mueven la historia. Otra vez el Che está ahí, delante.

Hacerse ilusiones sobre la inminencia de una catástrofe en Estados Unidos o del capitalismo mundial, es erróneo y riesgoso. Incluso en el área económica, muchos especialistas coinciden -aunque ahora se vaticina otra gran crisis cíclica como la de 2007-, en que los Estados Unidos pueden mantener su supremacía, en fase de declive, durante algunas décadas. Así ocurre también en la América Latina.

Es menester evitar una lectura equivocada sobre los retrocesos del poder hegemónico del imperio, que en parte han empezado a ocurrir. Resulta fundamental conocer cómo funciona integralmente el sistema capitalista mundial y, en particular, sus modos de reproducirse en nuestra América y en cada país. Es muy importante determinar, por ejemplo, que aunque el peso económico relativo de Estados Unidos tiende a disminuir en dimensiones fundamentales –v. g. en el comercio y las inversiones-, su influencia en la totalidad del sistema ideológico, político, militar, diplomático y cultural, sigue siendo abrumadora. Y los hechos recientes vienen demostrando que los errores y debilidades de los procesos revolucionarios y progresistas de los últimos años en la región, se pagan caro frente a ese poderío multifacético y rapaz siempre en acción.

Debe recordarse que durante el predominio absoluto del neoliberalismo y el mundo unipolar, las palabras “socialismo” e “imperialismo” desaparecieron del lenguaje de casi todos los partidos y dirigentes de la izquierda, más aún de centroizquierda. Hugo Chávez, entre otros méritos, tiene el haber definido entre enero de 2004 y principios de 2005 el curso antimperialista y socialista de la Revolución Bolivariana. Por sus propios medios y en otras circunstancias, llega a la encrucijada que el Che identificara 40 años antes -revolución socialista o caricatura de revolución- y decide avanzar hacia el socialismo bolivariano, cristiano, marxista, guevariano… inventándolo para Venezuela.

A partir de ahí y de las nuevas realidades que desatan los procesos de Bolivia y Ecuador, y del debate en ese contexto sobre el socialismo del siglo XXI –también promovido por Chávez– ha comenzado a replantearse en América Latina el tema del socialismo, aunque todavía en un grupo minoritario de partidos y dirigentes. Y en esa búsqueda, delante, está el Che.

Como tantas veces él expresara, los éxitos del socialismo en Cuba cada vez más van a estar relacionados con el avance de las ideas y de las posiciones anticapitalistas en la izquierda, de orientación socialista. Y ese es nuestro primer deber internacionalista: crear en Cuba el socialismo auténtico –y por ende atractivo para los pueblos- que él imaginara y comenzara a demostrar con hechos sustantivos su viabilidad.

Tamaña proeza, inmensa como su figura histórica: probar con resultados convincentes que el socialismo es en verdad superior al capitalismo en todas las dimensiones de la existencia humana. ¿Será por eso que seguimos necesitando tanto al Che al celebrar su cumpleaños noventa?

Citas

 

28   Ob. cit, t. IV, p. 20.

29 Ídem p. 86

30 Ídem p. 159

31 ïdem, t. IX, p. 214

32 Ob. cit. t VIII, p. 271.

33 Ídem, p. 67.

34 Ídem, p. 13.

35 Ob. cit., t IX, p. 374.

36 Ídem, t VI, p. 8.

37 Ídem.

38 Ob. Cit, t VII, p. 12.

39 Ob. cit. t. IX, p. 302.

40 Ídem, p. 247.

41 Ídem, p. 254.

42 Eugenio Espinosa. El pensamiento de Ernesto Guevara sobre la economía mundial, en Pensar al Che, t II, La Habana, Editorial José Martí, 1988.

43 Ernesto Che Guevara. Ob. cit., t IX, p. 256.

44 Ídem, p. 367.

45 Ídem, p. 273.

46 Ídem, p. 343.

47 Ídem.

48 Ob. cit., t I, p. 206.

49 Ídem, p. 201.

50 Ídem, p. 202.

51 Ídem, p. 201.

52 Ob cit., t III, p. 220.

53 Ob. cit., t IX, p. 309.

54 Ob cit., t IX, p. 343.

Por REDH-Cuba

Shares