Agentes del gobierno estadunidense están literalmente arrancando a cientos de niños de los brazos de sus madres que migran a este país buscando refugio. El llanto se escucha, pero la sordera sigue permitiendo una política oficial brutal.

Se reportan cientos de casos en la frontera en los cuales agentes de migración quitan por la fuerza a niños pequeños, incluso de sólo dos años, a sus madres, entre gritos de «por favor, por favor, quiero a mi mamá, no me lleven», y las madres desoladas, sin saber dónde están sus hijos. Hubo un caso en Arizona de un niño de 53 semanas de edad presentado ante un juez sin su madre. En otro, una mujer fue obligada a subir a su hijo menor en una patrulla mientras le gritaba que no lo dejara ahí, sólo para que se lo llevaran a un destino desconocido.

Los abogados de defensa de inmigrantes y de libertades civiles afirman que no hay precedente en estas acciones, justificadas por el gobierno como «una firme medida de disuasión» para frenar la migración.

Desde octubre, más de 700 niños han sido arrancados de los brazos de sus padres por agentes de migración, 100 de ellos menores de cuatro años, reveló el New York Times hace casi un mes. Seguramente hoy hay más. Algunos no saben dónde están sus hijos, ni éstos saben dónde están sus padres; a veces están a miles de kilómetros, al otro extremo de este país. Muchos, tal vez la mayoría, vienen huyendo de sus países, vienen para proteger a sus hijos viajando miles de kilómetros, sólo para que un oficial los separe por órdenes de Washington.

El procurador general, Jeff Sessions (antes el senador más antimigrante del país) giró la orden de «cero tolerancia», según la cual todos los que ingresen de manera ilegal al país, aun si es para buscar asilo, serán procesados judicialmente, lo cual implica que serán encarcelados y, de acuerdo con esas reglas, serán separados de sus hijos mientras procede el caso. La secretaria de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen, explicó ante el Senado este mes que la nueva política somete a procesamiento penal a todos los que son capturados intentando cruzar la frontera ilegalmente aun si solicitan asilo y, como resultado, serán separado de sus hijos. Afirmó que «nuestra política es que si violas la ley, te procesaremos. Tienes una opción de ir a un puerto de entrada y no cruzar ilegalmente a nuestro país». Pero aun los que cruzan y se presentan ante la Patrulla Fronteriza directamente a declarar que solicitan asilo han sido separados de sus hijos.

Empiezan a estallar expresiones de condena y se están presentado casos ante tribunales. El reconocido profesor de leyes de Harvard, Laurence Tribe, califica esta política de “inmoral, inhumana e inconstitucional (…) esto es monstruoso”. La Unión Americana de Libertades Civiles denuncia que la política de separar a niños de sus padres como disuasión a los inmigrantes, «más que cruel e innecesario, es tortura». Pediatras y sicólogos han declarado que esto causa «trauma» posiblemente permanente en los menores de edad (por si alguien tenía dudas).

David Simon, el creador de series de televisión como The Wire y Treme, ex periodista, comentó: «¿Entienden qué tanto de nazi tiene que ser alguien para arrancar a un niño asustado y llorando de su madre, sin asegurar ni ofrecer explicación de cuándo ese niño verá de nuevo a su mamá? Que se avergüencen. Nosotros somos el país de mierda».

Pero para añadir algo más cínico y siniestro, el propio Trump calificó de «horrible» esta política y culpó a los demócratas. En un tuit este sábado escribió: «pongan presión sobre los demócratas para poner fin a la horrible ley que separa a niños de sus padres una vez que crucen la frontera de Estados Unidos», insinuando que si se construye el muro y se anulan programas de migración legal, esto sería innecesario. Pero Trump puede poner fin a esta política ahorita, ya que la ley que menciona no obliga a que los niños sean separados de sus padres”.

Mientras que el jefe del gabinete, John Kelly, defendía esta política hace unos días, explicó que “los niños serán puestos bajo cuidado en hogares de guarda, o lo que sea (“or whatever”). Pero recientemente se reveló que en ese sistema cerca de mil 500 niños indocumentados que han sido colocados por las autoridades federales en hogares de «patrocinadores» (suelen ser familiares) o casas de guarda, están desaparecidos. Entre octubre y diciembre de 2017, la oficina de refugiados encargada de estos asuntos se comunicó con los hogares de unos 8 mil casos, pero no lograron ubicar a mil 475 menores, sin embargo, se informó a los senadores que la oficina «no es legalmente responsable por los niños».

Mientras tanto, un nuevo informe revela que más de 100 niños inmigrantes –muchos de ellos solicitantes de asilo– han sido golpeados, amenazados, privados de alimento, agua, atención medica y hasta abusados sexualmente por las autoridades migratorias de este país. El informe elaborado por la Union Americana de Libertades Civiles (ACLU) que cubre el periodo entre 2009 y 2014 (durante la presidencia de Obama, o sea, no todo lo malo es atribuible a Trump) concluye que la agencia de Aduanas y Control Fronterizo (CBP) muestra «un patrón de intimidación, hostigamiento, abuso físico, negación de servicios médicos y deportación inapropiada». Más aún, que existe «una cultura de impunidad»ante el sometimiento de niños inmigrantes a condiciones que en el mejor de los casos son de desatención, y «en el peor de los casos es sádico».

¿Cómo es que los políticos (y los candidatos) y los ciudadanos no sólo de Estados Unidos sino de los países de origen de estas víctimas –incluido Mexico– no responden ante los gritos y llanto de madres por sus hijos separados a la fuerza, perdidos y maltratados?

La brutalidad contra niños, se supone, debería de ser intolerable, más aún cuando es la política oficial. Por ahora –con notables y nobles excepciones– es aceptada de ambos lados de la frontera. Ante esta barbaridad, como dicen, el silencio es complicidad.

Fuente: http://www.jornada.com.mx/2018/05/28/opinion/027o1mun

Por REDH-Cuba

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