Hoy 10 de enero, se cierra un ciclo del proceso bolivariano de Venezuela. Se instala, en efecto, el nuevo gobierno de Nicolás Mauro Moros, confirmado en los comicios nacionales celebrados el año pasado.

La elección de Venezuela, en su momento, marcó un hito. Combatida rabiosamente por la contra revolución interna, financiada por el Imperio; y atacada por la “prensa grande” del  escenario internacional; convocó a millones de venezolanos que ratificaron su adhesión al proceso de transformaciones sociales que se opera en la patria de Bolívar desde hace veinte años y que fuera iniciado bajo la conducción del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías.

Todo, han hecho los enemigos de Venezuela para hacer naufragar este esfuerzo liberador. Y todo, también, el gobierno de los Estados Unidos, al que sólo le ha faltado disponer el desembarco de tropas yanquis en el suelo venezolano, propósito –sin embargo- al que aún no ha renunciado.

Con unidad, organización, conciencia de clase y férrea voluntad de lucha, el pueblo venezolano ha desbaratado cada una de las maniobras arteras esbozadas en su contra; y ha cerrado filas con la idea clara que lo que está en juego, no  es sólo la ingente riqueza del país, sino también la entereza y la dignidad de un pueblo que no está dispuesto a someterse ni a humillarse.

En nuestro continente la ofensiva contra Caracas, está digitada por la Casa Blanca. De allí provino la idea –por ejemplo- de “crear el Grupo de Lima”, que se ha tomado la arbitraria libertad de “monitorear”  el proceso venezolano. Particularmente desde el 2016 ese “grupo de Lima” ha tenido la desfachatez de “decidir” qué es lo que se debe hacer en el país llanero. Ahora, aislado y en derrota, ese grupo opera con la mayor desvergüenza procurando que los países del sur del continente “se abstengan” de reconocer a gobierno de Venezuela,

Es claro que nadie la ha dado al “grupo de Lima”  la potestad de decidir qué gobierno debe instalarse en el Palacio de Miraflores. Tampoco, la posibilidad de inmiscuirse en los asuntos internos, que competen a los propios venezolanos. Los países que lo integran, no tienen autoridad moral alguna para exigirle nada a Venezuela. Y menos  decidir quién reconoce –y quién no- al gobierno que los venezolanos eligieron en comicios enteramente libres que, en su momento,  fueron reconocidos y celebrados, por la Comunidad Internacional.

La decisión tomada reciente en el cónclave sostenido en nuestra capital por Cancilleres de algunos países de la región, no tiene operatividad alguna. Eso, no sólo porque atenta contra los principios cardinales de la Diplomacia Internacional; sino también porque ninguno de los gobiernos reunidos en Torre Tagle para aprobar tamaño despropósito,  tiene hoy la menor autoridad para decidir qué debe reconocer a  un gobierno-o varios- en  un determinado país.

Cada uno de los gobiernos representados en el “Grupo de Lima”, tiene inmensos problemas en su propio territorio. Pero entre todos ellos, los impulsores de la ofensiva anti venezolana, tienen estropicios casi insuperables. Los mandatarios de Argentina y Chile han perdido ostentosamente popularidad.  El mandatario colombiano Iván Duque, tiene por su parte, un nivel de aceptación ubicado en un  35% de apoyo ciudadano. En el Brasil, Jair Bolsonaro recién empieza lo que se avizora como una tempestuosa gestión gubernativa.

Resulta de alguna manera extraño,  que sea el Perú el que lleve “la batuta”  del impresentable “Grupo de Lima”. Quizá eso tuvo una cierta explicación bajo la fugaz presidencia de Pedro Pablo Kuczynski, un hombre vinculado netamente a los monopolios financieros norteamericanos. Pero no tiene sentido ahora cuando Martin Vizcarra levanta banderas de lucha contra los grupos de Poder más reaccionarios en nuestro país, que lo acusan precisamente de “chavista” por no someterse a sus aviesos designios. El Canciller Popolizio, en este marco, parece más bien un cuadro alegórico encargado de venerar un pasado vencido, y no atina a convencer a nadie de sus propuestas.

En la reciente “cita” del Grupo de Lima, el Perú -liderando la infamia- demandó que todos los países “rompieras relaciones con Caracas”, pero no logró persuadir a nadie de tamaño despropósito. Y tampoco logró que se aprobaran “otras acciones” para agredir a Venezuela,

Eso explica que hoy, en solitario, el gobierno peruano anuncie “nuevas restricciones” contra los “allegados” al gobierno bolivariano; y sume a esa voluntad, algunas otras iniciativas de orden económico que, curiosamente, también han sido asumidas por el Presidente Duque, en Colombia. No ha sido un sueño en común, el que han tenido,  para este efecto, los gobiernos de Lima y Bogotá. Han sido, apenas, órdenes de Washington las que han llegado, y que por estos predios, se acatan sumisamente.

La Cancillería peruana no tiene ningún derecho a hablar sobre el tema en nombre del pueblo peruano. No le ha consultado absolutamente nada. Ni al pueblo, ni a sus verdaderos representantes, que no son, precisamente, los congresistas. Phillips Batthers, un periodista de sospechosas “movidas”; y Luis Gonzales Posada –un denunciado agente de la CIA; han sido quizá “consultados en torno al tema. Pero ni uno ni otro, tienen autoridad alguna en la materia Ambos personajes, en el plano interno, representan los más perversos intereses hoy en bancarrota.

Desde Lima entonces, y con la autoridad que nos da una limpia trayectoria de lucha, saludamos nuevamente al pueblo de Venezuela y a su gobierno, deseando que coronen con éxito sus más altos propósitos.

Por REDH-Cuba

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