Para la Casa de las Américas, defender a Venezuela en la difícil y peligrosa coyuntura a la que ha sido empujada por el gobierno de los Estados Unidos es defender la voluntad de liberación iniciada en nuestra región hace más de dos siglos, la cual tuvo precisamente en ese hermano país uno de sus más heroicos escenarios. Frente a la arrogancia insolente y las patrañas del “Norte revuelto y brutal” que nos desprecia, unámonos contra la guerra, por el diálogo y la paz.


El gobierno de los Estados Unidos conduce hasta extremos insólitos su política de prepotencia, en el intento de repetir en Venezuela su criminal práctica intervencionista. Los que hoy amenazan la paz en nuestro continente son los mismos que en el siglo xix arrebataron territorio mexicano, irrumpieron con Walker en Centroamérica e impidieron el triunfo de las fuerzas independentistas en Cuba; los mismos que en 1954 derrocaron al gobierno de Arbenz en Guatemala, en 1961 invadieron  Cuba (ocasión en que fueron derrotados), en 1965 agredieron el suelo dominicano y en 1973 destruyeron en Chile el gobierno de Allende, a quien llevaron a la muerte; los mismos que han invadido también Haití, Honduras, Granada y Panamá. En los años más recientes, han intervenido subrepticiamente, a través de nuevas formas de golpes que quebrantan el ejercicio de la democracia en nuestra América.

La escalada actual, amparada en grotescos pretextos «humanitarios», sigue un mañoso libreto conducente a la intervención militar, la conculcación de la soberanía y la liquidación del proyecto social edificado con la participación democrática de los venezolanos. La intensificación de las guerras económica, mediática y sicológica, como antesala de la actual amenaza, forma parte de una embestida que comenzó hace veinte años, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones de su país. Desde entonces han ensayado golpes de todo tipo, que han fracasado una y otra vez.

La razón de la sobrevivencia del gobierno y el proyecto bolivarianos hay que buscarla en el apoyo del pueblo de Venezuela, el único que puede otorgar legitimidad a sus líderes. Y tal apoyo a la Revolución bolivariana se ha logrado no solo con las conquistas obtenidas y los programas sociales llevados a cabo durante estas dos décadas, sino también con la expansión de una nueva cultura basada en la solidaridad, la justicia social, la inclusión, la descolonización y el antimperialismo.

Hoy el gobierno estadunidense y sus agentes recurren de nuevo a la mentira en el intento de hacer creíble la actuación de un autoproclamado cabecilla de opereta, y presionan para crear una situación que les permita establecer un engañoso «corredor humanitario», invocar la «obligación de proteger» a los civiles y aplicar «todas las medidas necesarias». Sabemos perfectamente que detrás de esta retórica sobrevienen el horror y la muerte, que  afectan siempre, de manera rotunda, a los más humildes y necesitados.

Es imprescindible que los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo contribuyan a difundir la verdad y no se dejen manipular por una puesta en escena que quiere hacernos cómplices de una burda y peligrosa aventura bélica. Es más que obvio que, para garantizar su hegemonía en un mundo cada vez más multipolar, los yanquis persiguen el petróleo y las demás riquezas de Venezuela.

Atacar a Venezuela es, además, allanar el camino para un ataque en gran escala contra Cuba y contra toda idea de emancipación en nuestra América; es aplicar la vieja política del garrote contra el proyecto de Bolívar y Martí.

Para la Casa de las Américas, defender a Venezuela en la difícil y peligrosa coyuntura a la que ha sido empujada por el gobierno de los Estados Unidos es defender la voluntad de liberación iniciada en nuestra región hace más de dos siglos, la cual tuvo precisamente en ese hermano país uno de sus más heroicos escenarios. Frente a la arrogancia insolente y las patrañas del “Norte revuelto y brutal” que nos desprecia, unámonos contra la guerra, por el diálogo y la paz.

Fuente: La Ventana

Por REDH-Cuba

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