Juan Guaidó es una pieza circunstancial en un cuadro de disputas entre burguesías nacionales, a su vez subordinadas a EEUU, un centro decisor en el que el Donald Trump ejecuta un plan que no diseñó. Esto afirma el investigador Víctor Hugo Majano, para quien el análisis debe enfocarse en las ‘tramas ocultas’.

«Si bien el centro estratégico de la guerra está en EEUU, hay que precisar que no son los actuales gobernantes quienes diseñaron el plan, y por lo tanto en términos concretos no son los decisores. Los diseñadores, los que están detrás fueron la administración de Hillary Clinton en el departamento de Estado y el plan está vinculado a los proyectos de lo que sería la ‘iniciativa global Clinton'», afirma el investigador, director del portal de investigación LaTabla.

El plan contra Venezuela venía diseñándose desde hacía varios años «en lo que fue la lógica de la hoja de ruta de Libia de 2011, desarrollada por actores de la administración de Hillary Clinton», afirma Majano.

La concreción empezó en 2015 cuando el presidente Barack Obama declaró que Venezuela era una amenaza para EEUU, y la construcción de la narrativa de Venezuela bajo crisis humanitaria para justificar intervenciones, que tiene su génesis en la guerra de los Balcanes en la década de los 90 bajo la administración de Bill Clinton.

Energías renovables vs. petróleo

Al referirse a la ‘iniciativa global Clinton’, Majano destaca una hoja de ruta articulada alrededor de un eje vertebrador: las fuentes de energía y una fecha: el 2050, tiempo límite para controlar las emisiones de combustibles de origen fósil. «La confrontación es entre la opción de la energía por la vía del petróleo y la búsqueda de vías alternativas». La agenda Clinton está centrada en la segunda.

La trama de ese plan estratégico puede verse en empresarios concretos que se hicieron presentes, por ejemplo, el 23 de febrero cuando el intento de golpe de Estado contra el gobierno de Nicolás Maduro adoptó el intento de ingreso por la fuerza a través de Cúcuta. Quien organizó públicamente de manera filantrópica el concierto —que derivó en corrupción y agua— fue Richard Branson.

«Branson fue el impulsor simbólico público a través de ‘BMR Energy’, una empresa que opera en el Caribe y que ha venido conquistando espacios con parques eólicos, de generación solar, y donde convierten la posibilidad de que el Caribe se desvincule totalmente de la dependencia petrolera de Venezuela a través de lo que fue la iniciativa de PetroCaribe promovida por el presidente Hugo Chávez (1999-2013)», analiza Majano.

No solo estuvo Branson, sino también, entre otros, el empresario Frank Giustra, también involucrado en el negocio de las energías renovables, quien voló a Cúcuta con el avión utilizado históricamente por Bill Clinton, según difundió LaTabla.

«Esta hipótesis se contradice con lo que ha sido la lógica manejada en estos últimos meses, donde asociamos el conflicto al intento de apoderamiento de los recursos por EEUU porque necesita energía barata y segura», asegura Majano.

Se trata de «sectores vinculados a los mecanismos de producción alternativa de energía, donde el Caribe pasa a ser el escenario de construcción de un nuevo orden mundial». Allí la clave va a ser «la influencia de un país como Venezuela con importantes recursos en materia petrolera y para la producción de energía alternativa en el curso de los años», explica el director del portal de investigación.

«Si Venezuela tiene capacidad para producir volúmenes importantes de petróleo a un costo competitivo eso va a impactar sobre la generación de energías alternativas: en la medida en que los costos de producción petrolera son bajos eso se convierte en un desestímulo, afectaría la posibilidad de que esas energías se convirtieran en una alternativa», argumenta.

Ese plan antecede a la actual administración: «Trump asumió una agenda definida por el Departamento de Estado que no es de él. Por eso existen contradicciones tan profundas entre lo que era el plan original con lo que ha venido ejecutando la administración Trump. Por eso incluso vemos un desfase temporal si comparamos la hoja de ruta de Libia con lo que ha pasado en el caso Venezuela. Es como si se hubiera venido ejecutando esa hoja de ruta pero fuera de tiempo», analiza Majano.

«Lograron imponerle el desarrollo de esa agenda con la esperanza para su administración de tener acceso a petróleo barato, seguro y en el cortísimo plazo, pero no está dispuesta a arriesgar nada por esa actuación. Por eso su distanciamiento con esta agenda en la medida que se complicó la situación», agrega.

Según Majano en esa agenda no estuvo planteada una intervención militar abierta en términos convencionales: «dependía del proceso de la oposición venezolana que había prometido movilizar sus fuerzas para generar una presión popular sobre la ‘dictadura de Maduro’ y propiciar su derrocamiento desde una perspectiva insurreccional».

La trama nacional

La crisis del plan golpista tiene también su dimensión nacional, donde, como en el caso norteamericano, una parte decisiva de los factores decisores no son quienes ocupan la palabra pública.

«Se suele sobredimensionar la visión de lo político con respecto a lo económico, es decir lo que serían las capas de los actores económicos que son quienes están detrás de este proceso, que están también muy vinculados a ese aprovechamiento de la energía, los recursos naturales, muy vinculados al rentismo», analiza Majano.

¿Quiénes están detrás de Guaidó en términos nacionales? El apoyo a la construcción de una presidencia interina estuvo acompañado en un primer momento por los dos principales vectores de las burguesías venezolanas: la comercial importadora y los actores vinculados a la tierra desplazados desde el inicio de la construcción del modelo de acumulación de capital alrededor de la renta petrolera.

Quien ocupa la principal posición en el primer grupo es ‘Empresas Polar’, con participación de actores del ámbito académico, como, por ejemplo, Ricardo Haussman, quien fue designado en la ficción de gobierno de Guaidó como representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Uno de los disparos más certeros que recibió Guaidó provino de sectores internos de la oposición. El caso central fue el destape de la corrupción ocurrida en Cúcuta con la ayuda humanitaria, difundido por el portal web PanamPost, cuyo director es Luis Enrique Ball Zuluaga, expresidente de Conindustria y que «viene del sector industrial tradicional transformador, de la burguesía situada en el segundo plano, aunque dedicado mayoritariamente a actividades comerciales».

Esa denuncia tuvo efecto dominó al ser retomada por el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA) hasta transformarse en escándalo internacional. ¿Guaidó golpeado por quienes lo apoyaron?

La emergencia de un presidente de ficción como fachada de una guerra híbrida conducida por varios sectores de poder norteamericanos y apoyado por sectores mayoritarios de la élite venezolana entró en crisis por errores propios, así como por conspiraciones de sus aliados económicos.

Ante ese escenario, Majano afirma que «la estrategia del Gobierno ha sido acertada: en este momento no hay elementos que apunten a una posibilidad de desplazamiento del poder de parte del chavismo. El Gobierno está sólido y fortalecido en el corto plazo».

Una de las amenazas mayores reside en la dimensión económica y las alianzas dentro de un cuadro de bloqueo y crisis. «El punto donde el chavismo puede experimentar mayor debilidad es en los tipos de compromisos y alianzas con sectores de la burguesía. En la medida que no se tenga claramente establecido cuales son los aliados desde el punto de vista empresarial se pueden cometer errores», advierte.

Esos errores tendrían doble consecuencia: dejar fuera de la agenda central a la base social y provocar que los «pactos con sectores que se van a posicionar aprovechando la coyuntura que exige la incorporación del sector privado pudieran terminar en alianzas con sectores contrarios en términos estratégicos a los intereses de la revolución bolivariana», señala Majano.

Eso se enmarca en lo que describe cómo las dos vías para derrocar al gobierno y su proyecto transformador. «El acceso al control del poder puede ser por dos vías: tomando control formal del Estado, es decir un golpe de Estado, un desplazamiento del gobierno, o insertándose, infiltrando el propio Estado».

«Los sectores de la burguesía están ensayando las dos vías, bien sea por la vía de vincularse a un proyecto de desplazamiento del chavismo o bien sea infiltrando, metiéndose dentro del chavismo, comprando funcionarios, corrompiendo gente», explica el investigador.

Esas tramas económicas ocultas operan detrás de muchas imágenes de superficie de la oposición, de acontecimientos como el 23 de febrero (cuando la oposición intentó ingresar ‘ayuda humanitaria’ a través de la frontera con Colombia) o el 30 de abril (el fallido intento de tomar la base La Carlota), escenarios que asaltan al gobierno desde dentro y las presiones para sentarse o no a dialogar.

Guaidó es apenas una cara circunstancial en el botín y mapa complejo que representa Venezuela para quienes conducen la estrategia desde las sombras o se aferran a una de sus partes.

Fuente: Sputnik

Por REDH-Cuba

Shares