Cuando Ronald Reagan (1981-1989) y los “chicago boys” triunfaron, y cuando ese triunfo parecía históricamente cierto, al punto que Francis Fukuyama habló del “fin de la historia” porque la democracia occidental y el capitalismo de mercado y empresas libres reinaba, en Ecuador galopamos hacia la consolidación del modelo neoliberal-empresarial, (y oligárquico) iniciado por el gobierno del millonario León Febres Cordero (1984-1988). Pero la euforia era solo un espejismo. En los propios EEUU la economía abierta trajo, como consecuencias, la desindustrialización, la hegemonía de las multinacionales y del capital financiero, pero, sobre todo, la ultra concentración de la riqueza, la reducción de la clase media y la extensión de la pobreza. Un proceso que Donald Trump solo lo ha acentuado, de acuerdo con el reciente libro de Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía 2001) “Capitalismo Progresista” (2020); y, además, un proceso que también obligó a Fukuyama a retractarse de su vieja concepción, para afirmar: “Veinte años atrás, no sabía ni tenía una teoría de cómo pueden involucionar las democracias. Y pienso que claramente pueden hacerlo”.

Pero el estudio, la búsqueda de la verdad, la argumentación basada en conocimientos, no son patrimonios del Ecuador actual, aunque si el campo de las consignas económicas, los intereses privados y la infamia política. Porque las elites empresariales y los teóricos de la derecha económica del país, no han asimilado un milímetro las experiencias del capitalismo global, ni de los EEUU y peor de lo que ocurrió en América Latina durante la época del modelo neoliberal, generalizado en la región por las orientaciones del “reaganismo” y la imposición de las consignas del Consenso de Washington (1989).

En numerosos estudios, la Cepal ha destacado la ineficiencia de la desigualdad, que explosionó en América Latina en las décadas finales del siglo XX y que ha retomado su rumbo con los gobiernos conservadores en la actualidad, algo que, para Ecuador, han comprobado los mismos datos oficiales. La entidad también ha demostrado la necesidad de fortalecer las capacidades estatales, el sistema tributario directo y las políticas sociales, cuestionando, con suficientes evidencias empíricas, los nefastos resultados provocados en la región por la ideología del mercado libre. Coincide así con similares apreciaciones realizadas por Stiglitz para los EEUU.

Sin embargo, desde 2017 se inició en Ecuador la desbocada carrera por volver al pasado, de la mano de élites simplemente rentistas y de ideólogos de las viejas consignas del mercado libre. Los odios políticos contra el “correísmo” solo han servido de pretexto para desmantelar el Estado, sin considerar ni la historia ni los estudios actuales sobre el mundo económico. Y bajo esas consideraciones se ha asumido que el problema nacional radica en un supuesto exceso de gasto público.

Al presentarse la pandemia mundial del coronavirus, Ecuador demuestra las carencias y debilidades de un Estado que en solo tres años logró ser convertido en instrumento de regulación a favor de las rentabilidades privadas, aunque ello ni siquiera ha servido para que las ideas de acabar con las herencias que se atribuyen al gobierno de la “década perdida”, se conviertan en inversiones, desarrollo, progreso y modernización para el país.

Contrariando las políticas seguidas, la pandemia ha demostrado la necesidad de contar con fuertes recursos para atender la salud pública, realizar inversiones en hospitales y centros de salud, financiar el equipamiento tecnológico, fortalecer la seguridad social universal (un mandato de la Constitución de 2008, absolutamente dejado a un lado), crear un sistema nacional de prevención, regular la medicina y la atención privadas; pero, además, canalizar recursos a la investigación científica y fortalecer la educación superior.

Tomando en cuenta un estudio que realizó la Unidad de Análisis de Coyuntura de la Facultad de Economía de la Universidad Central, si tan solo se habría controlado la evasión del impuesto a la renta, se contaría con 2.3 mil millones de dólares; combatiendo la evasión del IVA se tendrían otros 2.8 mil millones; si se cobrara las deudas tributarias a los 500 grandes deudores se obtendrían 2.6 mil millones; es decir, Ecuador habría contado, en total, con 7.7 mil millones de dólares, un monto que supera los 4.2 mil millones del primer préstamo desembolsado por el FMI al país (https://bit.ly/2QrOdM8). Una reciente información, basada en datos del SRI, da cuenta que 500 empresas adeudan al Estado 1.449 millones de dólares (https://bit.ly/2U1mxjh).

Las élites económicas y empresariales conservadoras, que pocas semanas atrás se “condolían” de la situación de los 5 millones de ecuatorianos desempleados y subempleados, exigían flexibilidad laboral para poder ofrecerles trabajo. Hoy, ante la crisis del coronavirus, a un grupo de sus más ilustres economistas solo se les ocurre proponer, entre otras medidas, que sean los trabajadores públicos quienes cubran la emergencia sanitaria en el país con el 20% de su sueldo. Con este “altruista” impuesto, el Estado obtendría, de inmediato, unos 2.000 millones de dólares, es decir, un monto equivalente a la deuda tributaria de los grandes deudores. Y vuelven a la carga para que se reduzca el “gasto” público, se eliminen impuestos y se flexibilice el trabajo.

Sin embargo, de acuerdo con la misma Unidad antes referida, solo con la “Ley de fomento productivo” (agosto, 2018), los grandes grupos económicos dejaron de pagar 987 millones de dólares (https://bit.ly/2UjWJOn). Es un monto que habría servido para entregar 197 dólares de subsidio directo (bono), por un solo mes, a esos 5 millones de ecuatorianos, que han tenido que sobrevivir una cuarentena inédita en sus casas. Por si acaso, en Italia se entregarán ayudas en forma de permisos laborales para los trabajadores con hijos a cargo, así como un bono cercano a los 660 dólares para quienes no puedan trabajar desde la casa y deban contratar a una persona que cuide a los niños (https://bbc.in/2UlTlCl). Y hasta Perú entregará 380 soles (106 dólares) a cada familia vulnerable por causa de la emergencia (https://bit.ly/33u7WQq).

¿Cuál es el “sacrificio” con el que aportarán las élites económicas del Ecuador para atender la situación de quienes no pueden desarrollar su trabajo diario?

La pandemia del coronavirus ha servido para que el país agudice su observación sobre quiénes buscan soluciones sociales y quiénes se interesan exclusivamente por las buenas rentabilidades.

Como está ocurriendo en Europa y en los propios EEUU, la pandemia igualmente ha puesto en jaque los supuestos del mercado desregulado y de la empresa privada libre. De repente, vuelven a tener valor los “viejos” enfoques del keynesianismo y se cuestionan las políticas de Trump; se valora la seguridad social universal y reviven los postulados de los Estados de bienestar, que ahora resaltan varios líderes políticos europeos, a pesar de los golpes recibidos por el neoliberalismo. En América Latina llegó la urgencia de recuperar el rol del Estado, la redistribución de la riqueza y los impuestos a los ricos, aunque dudo mucho que en Ecuador se aprenda la experiencia histórica de la pandemia mundial, para liquidar definitivamente el modelo de economía neoliberal-empresarial, reconstituido por el actual gobierno.

La esperanza para un futuro distinto ha quedado en manos de los ecuatorianos que generan la riqueza diaria, que extienden su solidaridad en medio de una inédita crisis de salud en la historia nacional, que cumplen una labor ejemplar en la atención a los pacientes, que han abastecido con sus productos o servicios a la colectividad y que han comprendido que el valor de la vida es superior al egoísmo empresarial, la codicia bancaria o las rentabilidades de los negocios.

(Cúneo, ITA/20-Mar/2020)

 

– Juan J. Paz y Miño Cepeda, historiador ecuatoriano, es coordinador del Taller de Historia Económica.

Blog Historia y Presente

http://www.historiaypresente.com/

https://www.alainet.org/es/articulo/205421

Por REDH-Cuba

Shares